Algunos de los colegas que comparten ese panorama futurista de Kurzweil creen que esas computadoras superhumanas no querrán relacionarse con nosotros; que nos convertiremos en sus mascotas o, peor aún, en su comida. Kurzweil tiene una visión más positiva. Jura que esas computadoras superhumanas nos van a adorar y a honrar, ya que nosotros seremos sus ancestros. También piensa que vamos a poder transferir nuestra conciencia a silicio, por lo que podremos seguir viviendo dentro de las máquinas, por los siglos de los siglos, amén.
Kurzweil denomina ese momento “La singularidad”, y dice que es el próximo gran paso en la evolución, con el que los humanos trascenderán la biología al fusionarse con la tecnología. Kurzweil está convencido de que esto va a suceder, y ansioso por ser parte de ese futuro. Lo único que tiene que hacer es vivir hasta el 2045, en el que, según Kurzweil, ya se habrá desarrollado la tecnología necesaria. Por eso, sigue una dieta estricta y toma 150 suplementos nutricionales todos los días para “reprogramar” la bioquímica de su organismo.
En las últimas cuatro décadas, Kurzweil alcanzó varios logros en el área de la alta tecnología, lo cual hace que los demás presten atención a sus ideas, incluso si son descabelladas. Ganó varios premios —entre ellos, la Medalla Nacional de Tecnología de los EE. UU.— y recibió 15 doctorados honoríficos en ciencias, ingeniería y hasta música. Sin embargo, muchos creen que Kurzweil está totalmente loco y/o que lo que dice es pura “materia orgánica desagradable”. “La popularidad de Kurzweil me deja perplejo”, comenta P. Z. Myers, biólogo de la Universidad de Minnesota. Myers dice que la teoría de “la singularidad” propuesta por Kurzweil está más cerca de ser un movimiento religioso lleno de falsas promesas que de una teoría con fundamentos científicos. “Es un espiritualismo New Age, nada más”, afirma Myers. “Los fanáticos de la computación también quieren encontrar un Dios en alguna parte, y Kurzweil les da lo que buscan”.
El cofundador de Google, Larry Page, trabajó con Kurzweil en un estudio sobre el futuro de la energía solar. En febrero, Page lanzó Singularity University, un programa de nueve semanas que pretende reunir a expertos en nanotecnología, bioinformática, robótica e inteligencia artificial, a cargo de Kurzweil. Sin embargo, hasta algunos de los socios de Kurzweil creen que está un poco fuera de sus cabales y que sus ideas se basan más en el miedo a la muerte que en fundamentos científicos. Uno de los científicos que van a dar clases en Singular University, quien prefiere permanecer anónimo porque no quiere criticar a un colega de forma pública, asevera: “Ray está atravesando la crisis de la mediana edad más pública que un hombre haya experimentado jamás”.
“La muerte me parece totalmente inaceptable”, dice el visionario, que idolatraba a su padre, y se obsesionó con desarrollar formas de revivirlo (aún cree que será posible). Comenzó a escribir libros hace veinte años. Entre ellos, La era de las máquinas inteligentes (1990), La era de las máquinas espirituales (1998) y Se acerca la singularidad (2005). Hace poco, publicó uno nuevo (Trascender: Nueve pasos para vivir bien eternamente) en el que explica cómo mantenerse saludable el tiempo suficiente para experimentar “la singularidad” y, así, inmortalizarse.
Kurzweil cita como ejemplo la investigación del Proyecto Genoma Humano. Durante el transcurso de 1990, los científicos habían logrado transcribir sólo una diezmilésima parte del genoma. Sin embargo, su objetivo era descifrarlo entero en los siguientes 15 años.
Si aplicamos esa misma progresión exponencial a la computación, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la biotecnología, obtenemos por resultado “la singularidad”. De momento, muchas mentes humanas siguen siendo mejores que las computadoras en ciertas tareas, como el reconocimiento de patrones. Eso sucede porque, si bien el cerebro trabaja más lento que una computadora, cuenta con 100 billones de conexiones interneuronales, lo que le permite llevar a cabo 20 petaflops (20.000 billones de operaciones o cálculos por segundo), mientras que la supercomputadora más rápida puede realizar apenas uno o dos petaflops. Pero las computadoras duplican su poder de procesamiento todos los años, y aprenden a realizar más tareas simultáneamente. En tanto, los científicos empiezan a descifrar el funcionamiento del cerebro humano. Kurzweil cree que dentro de dos décadas, los científicos van a poder llevar a cabo una “ingeniería inversa” del cerebro humano y recrear su funcionalidad en silicio. Para el año 2029, las computadoras van a tener una inteligencia equivalente a la de un ser humano, o van a ser tan similares que no se podrá distinguir una de otra.
Luego, las computadoras comenzarán a diseñar sus propias partes de repuesto, y la curva relativamente aplanada rápidamente se convertirá en una pronunciada ascendente. Kurzweil estima que ya en 2045 vamos a poder usar computadoras para potenciar nuestra inteligencia y “nanobots”—máquinas microscópicas— que patrullen nuestro torrente sanguíneo y aplasten las enfermedades antes de que se propaguen. Quizás parezca descabellado.
¿Por qué sería descabellado pensar que dentro de 20 años esas máquinas van a ser del tamaño de una célula? “La computadora que está dentro de mi teléfono celular es un millón de veces más barata y miles de veces más potente que la computadora que teníamos cuando estudiaba en el MIT”, explica Kurzweil. “Ése fue un incremento millonésimo. Y en 25 años, vamos a lograr el mismo incremento exponencial”.
¿Y qué pasa después? Cuando las computadoras sean mil millones de veces más potentes que hoy en día y nosotros seamos un montón de cyborgs con cerebros semejantes a supercomputadoras y cuerpos inmunes a las enfermedades. En primer lugar, hay que señalar que las cosas van a cambiar muy, muy rápido. Imagínense a mil científicos, todos ellos mil veces más inteligentes que ahora y con la capacidad de realizar tareas mil veces más rápido. Kurzweil cree que la primera medida de estos cyborgs sabelotodos será hacerse más inteligentes, y luego, más inteligentes, hasta que la inteligencia brote por todos lados y se extienda “como reguero de coeficiente intelectual”. Eventualmente, vamos a traspasar los límites de nuestro planeta, y cada pequeña porción de materia en el universo va a tener inteligencia.
Estas ideas atrajeron a algunos seguidores muy poderosos. Peter Diamandis, el socio de Kurzweil en el programa Singularity University, es reconocido por ser presidente y fundador de la X Prize Foundation, una organización sin fines de lucro que premia avances en tecnología espacial y otras áreas. Hace tres años Diamandis leyó “Se acerca la singularidad” y se sorprendió tanto por el trabajo que se comunicó con Kurzweil y le propuso crear una universidad para enseñar sobre la Singularidad. Diamandis toma 40 suplementos vitamínicos por día y dice que espera vivir varios siglos. “Existen muchas formas de vida en este planeta que viven cientos de años”, asegura, “no hay motivos para que nosotros no podamos hacer lo mismo”. Diamandis dice que los académicos que reniegan de la Singularidad se sienten amenazados porque representa un cambio del orden establecido. “Estas tecnologías pueden acabar con grandes compañías, incluso con gobiernos”, dice. “Estas ideas se centran en darle poder a los individuos”.
¿Las tecnologías de la Singularidad no van a estar disponibles sólo para los que las puedan pagar? Kurzweil dice que no, porque el precio bajará tan rápido que todos van a poder pagarla. Bueno, ¿y qué hay de la selección natural? Si dejamos de morir, ¿no estaríamos cambiando eso radicalmente? “La selección natural dejó de ser relevante”, dice Kurzweil. “Los cambios tecnológicos son la evolución del momento”. Respecto del miedo a que las computadoras nos asesinen, o que nos hagan sus esclavos, Kurzweil insiste en que ellas van a querer tenernos cerca.
Fuente: Newsweek