No, no son las épocas en las que cualquier reunión radical equivalía a miles de personas movilizadas. De hecho, mientras los convencionales –que sí eran muchos y colmaban la sala– debatían a la tradecita en Luz y Fuerza, afuera el número de militantes que hacían flamear las banderas blanquirrojas era la muestra más clara de que el centenario partido ya no consigue seducir como lo hacía cuando el hombre de bigotes que era aplaudido por unas cientos de personas adentro lo era por cientos de miles y hasta el Monumento a la Bandera le quedaba chico.

Sí, que Raúl Alfonsín sea la principal figura de la convención nacional habla de la crisis del radicalismo, del quiebre interno, de la diáspora de muchos de sus dirigentes más importantes y, sobre todo, de la imposibilidad de lograr una renovación generacional que realmente oxigene su presente. No era la única muestra. En Luz y Fuerza, donde se había instalado una pantalla gigante para que los radicales siguieran el debate en vivo y en directo, a las siete de la tarde no había más que quince personas, bastante menos que las que cerca de allí, en el bar, tomaban una coca a la salida de la clase de yudo. Entre los radicales, por cierto históricos, que estaban allí, sobresalía la cabeza desde hace rato enblanquecida por las canas de Alfredo Secondo, ex intendente de Granadero Baigorria, que, imperturbable, se plantó para no perder detalle de lo que se discutía a unas 20 cuadras de allí, en el estado Luz y Fuerza.

El Flaco, siempre elegante, esperaba que unas horas después fueran muchos más los que llegaran hasta allí para el acto programado para la noche.