Nació con el paladar perforado y de ahí su dificultad de dicción. A los once saños ufrió tos comvulsa y eso le dejó la secuela del estravismo en uno de sus ojos. Cuando cumplió los catorce alcanzó esa altura desgarbada que mantiene hasta el día de hoy pero que en ese momento le valió las burlas de todos sus compañeros. Humillado y acomplejado ese muchacho cambió a lo largo de los años. Pasó de ser Pantriste –apodo con que lo llamaron sus pares en la escuela– a presidente más rico, poderoso y vengativo del país. La transformación de Néstor Kirchner, que no se dio de un día para el otro, aparece relatada a modo de crónica en "El dueño", el último libro del periodista Luis Majul.