Y es que en los últimos tiempos, como after, el boliche de Mitre y Córdoba se convirtió en el lugar indicado para algunos para prolongar la diversión, y para otros para “reventar lo último de falopa” que les quedaba en el organismo, como confió una fuente anónima a El Ciudadano.
Su propio dueño, Fernando, que allá por 2001 bajó las estrechas escaleras de Mitre 785 y decidió hacer de esos pocos metros cuadrados el templo del rock en el que se convirtió luego, reconoció en su cuenta de Facebook que la escena rosarina cambió. “Por muchos factores –explicó–, la economía general, las autoridades, las generaciones con sus nuevas formas de divertirse, los costos cada vez mas difíciles y ajustados de poder soportar para mantener un negocio, nosotros, todo cambió”.
En un mensaje sentido, Fernando se despidió y agradeció “a las bandas, a los productores de verdad, a los que organizaron con el corazón, (…) a tanta gente que pasó, se asomó, bajó sus escaleras, se divirtió y tuvo uno o muchos momentos felices de su vida”.
Así, después de 12 años, desaparece uno de los paisajes más emblemáticos de la movida nocturna rosarina.