Sí, es cierto. Cuando Germán estaba orinando sintió el silbato de un gendarme. Pensó que lo llamaban para avisarle que tenía alguna rueda pinchada o algo pero el estilo. Pero no. Lo hicieron ir hasta el destacamento, que estaba a unos ochenta metros, y allí un “superior” le pidió explicaciones.
“Le dije que no podía aguantar y por eso oriné allí”, le contó a Radio 2. “Bueno, agarre el balde, vaya y limpie”, fue la respuesta.
No, Germán no lo podía creer. Pero respiró hondo y aceptó, porque en el auto esperaban su hija, su yerno y su suegro, y pensó que lo podían llegar a demorar.
Escoltado por dos gendarmes –a quienes atiné a decirles que “esto no se lo hacen a un camionero porque los caga a trompadas”– fue hasta el lugar y baldeó una zona que no estaba del todo claro que haya sido la que orinó, ya que el descampado es grande.
“Esto fue como volver a nefastas épocas pasadas”, dijo germán, que aún indignado decidió hacer público lo que le pasó aquel 28 de febrero a la noche. Un día después cumplió años. Acaso uno de sus deseos haya sido no tener nunca más ganas de orinar en una ruta.