Las altas temperaturas registradas en el verano constituyen un factor de riesgo para la inocuidad y calidad de los alimentos ya que debido al calor y a los sistemáticos cortes de energía que sufre la ciudad, se puede interrumpir la cadena de frío de los alimentos. Si además se da una manipulación incorrecta, se abren las puertas a la contaminación de los mismos, aumentando al consumirlos, la posibilidad de contraer enfermedades de transmisión alimentaria que usualmente provocan cuadros de náuseas, vómitos, diarrea y fiebre, y que pueden llevar a la deshidratación.