Maricel Bargeri
Este sábado a las 21.30 en Plataforma Lavardén, Sarmiento y Mendoza, se presenta Pomo y el Don, el grupo que comanda Héctor Lorenzo, más conocido como “Pomo” para todos aquellos que están en el rock (y más allá también).
El baterista que integró la primera formación de Los Abuelos de la Nada, fue parte de Pappo’s Blues, integró Invisible y tocó con David Lebón, Pedro Aznar, Andrés Calamaro y Fito Páez, entre otros, desembarca en la ciudad en el marco del ciclo Acordes de mayo.
Pomo llega junto a su grupo El Don para presentar las canciones de su segundo disco Binario, además de recuperar algunos temas de Primario, su primer esfuerzo solista.
Lo acompañan Pablo Suárez, en bajo; Javier Viñas, en guitarra; y Guillermo De Medio, en teclados, además de la participación de Claudio Cardone tanto en temas del grupo como en el desarrollo de su propio material.
Antes del show, Héctor Pomo Lorenzo dialogó con Rosario3.com.
—¿Cómo empezó tu relación con la música?
—Fue los 12 años. Alternaba la escuela primaria con una bandita de Villa del Parque con la que amenizábamos bailes, cumpleaños recitales en clubes. Era una lucha con mi padre porque él también era músico y ver que su hijo quería replicar su carrera, tan incierta por cierto, hacía que fuera muy cuidadoso. El problema se me presentaba no por las tardes, porque tenía permiso para jugar en la calle hasta las 20. Pero sí los fines de semana porque llegaba a la 1 de la mañana. Entonces, me escapaba. Cualquier evento, como cuando mi viejo sacaba la basura un viernes a la noche o sábado, aprovechaba cualquier oportunidad de tener la puerta abierta y me escapaba. El problema venía a la vuelta, cuando me esperaba detrás de la puerta. Esos fueron mis primeros palotes y el primer dinero que me pagaron por tocar la batería.
—¿La batería era tuya?
—No, era la batería de un chico que salía con chicas y faltaba a los ensayos. Quien me despertó el bichito de la batería fue un chico que se llamaba Abel, que tocaba la guitarra. Él tenía una banda y me llamaba para cubrir al baterista cuando él faltaba.
— Entonces, tus comienzos fueron escapándote de tu casa y cubriendo a un flaco que también se escapaba, sólo que con chicas
—(risas) Sí, es casi una charla de psicólogo. A los 17 años yo pensaba que mi fracaso en la pista de baile podía salvarse si me subía al escenario. Pero, con los años me di cuenta que mientras armaba y desarmaba la batería, el guitarrista ya se había quedado con las chicas. Diría que la batería es mi primera y única chica (risas)
—Sos un músico que tocó con muchas bandas y solistas, pero con Pomo y el Don le ponés tu nombre a un proyecto.
—Lo vivo con un momento único. Siempre tuve inquietud por escribir –y de hecho compartí la escritura con otros– pero siempre me concentré en la batería. Preferí hacer algo bien antes que un par de cosas más o menos. En esta etapa de mi carrera, donde ya he dado la vuelta y, donde siendo muy selectivo, he compartido escenario con los principales compositores, me he decidido por tener mis discos solistas (Primario y Binario).
—En Primario hay una frase que dice “dedicado a mí”, ¿cómo explicás esa suerte de declaración de principios?
—En la portada reza “está dedicado a mí y a todos los seguidores de este género”. El hecho de dedicar ese pequeño sustento físico, que para mí es un libro o un disco, es el compromiso es tomar definitivamente las riendas y sobre todo, es una competencia con uno mismo.
—¿Primario es todo material reciente?
—Cuando decidí afincarme en Buenos Aires, en el 2000, y tras dedicarme a la docencia, empecé a trabajar en algunas canciones y algunas letras que ya estaban en mi cabeza. Pero, como dice la frase de la primera canción, “buscándote, encontré”, es un poco eso de buscar la primera melodía nueva para el disco, que me apareció en la bicicleta
—¡En la bicicleta! ¿Cómo es eso?
—En mi caso, las ideas son un resumen de mi estado anímico, de mi presente, de mis experiencias de vida; y eso aflora en el día a día. A esta altura, tengo como la mitad de un disco nuevo en la cabeza que todavía no pude plantear con mis amigos. Tengo una serie de canciones que vienen y van y que en algún momento del día me aparecen…
—Necesitás de otro instrumento para plasmar la melodía..
—Sí, dependo un poco de ellos, de un teclado, de una guitarra para plasmar la melodía y la estructura. Hasta entonces, la tengo en mi cabeza. Va, viene, la proceso. Si baja una parte nueva, me fijo a ver si completa la idea anterior o si es una nueva. No es un instrumento (la batería) que me ayude a componer en solitario. Mi manera es desarrollar las ideas mentalmente hasta que me junto (con los músicos) para fijar la melodía y la estructura. Y a veces también la letra. O tengo letras escritas, las leo, y me doy cuenta por la métrica que van para esa canción.
—¿Qué diferencias escuchás entre Primario y Binario?
—Primario es un disco que, como reza su título, es la primera vez que me encuentro con la intención de conseguir 40 minutos o doce canciones, algunas con letra. Bianario es más ecléctico. Es mi mejor álbum en cuanto a desarrollo y canciones. Fue muy chequeado hasta lograr esta vestimenta, que es muy perfecta. Binario es un disco que aborda distintos estilos, más desde la vuelta que desde la ida, y es más descarado, porque aborda estilos sin respetarlos, como dándole un giro más vanguardista y aggiornado.
—¿Cómo llegás a Los Abuelos de la Nada? (Nota: Pomo es el baterista de “Diana divaga”, primera grabación del grupo, en 1968 )
—Eso es un poco el inicio de todo, de quién soy yo. Soy de un barrio de Buenos Aires como Pappo –200 metros separaban las casas paternas– y con la irrupción de los pelos largos, el movimiento hippie y las guitarras eléctricas nos fuimos al centro. Ahí nos encontramos con toda la actividad del Instituto (Torcuato) Di Tella, el Bar Moderno, todo el “hipielinato”, Tanguito y su banda, Moris, Javier Martínez tratando de armar Manal, Miguel Abuelo y Pipo Lernoud. Todos tratábamos de grabar. Las compañías no les daban bolilla a los grupos de pelo largo que cantaban en castellano porque lo que les interesaban eran los grupos que cantaban en inglés.
—Dijiste en una entrevista, allá por los ’80, que Spinetta era el músico con el que más cómodo te habías sentido ¿Seguís pensando igual?
—Sí. Pero no es un pensamiento sino un virus, un gen. Es una experiencia de trabajo que se ha dado cronológicamente. A Luis lo conocí en 1969 y, una vez que lo tuve al lado, no me despegué de él ni el él de mí hasta que me fui a España, en 1982.
Durante la charla, Pomo recupera su convivencia con el autor de “Tema de Pototo”. Cuenta que en 1970, compartieron una casa a la que iba a tocar “todo el mundo”.
También recuerda que migraron a París donde “pedimos plata en la calle para comer”. Aquella morada “no tenía agua caliente ni luz eléctrica” pero sí un piano.
“Ya componíamos algunas cosas en ese piano. Y ya sabíamos que íbamos a hacer algo juntos”, asegura.
Al regresar de Europa, tras dos años de residencia en Londres, Pomo decide visitar a su amigo Pappo.
“Yo tenía unos pantalones que había comprado en la misma tienda que Mick Jagger y tacos altos ¿Te das cuenta? Las puteadas duraban mucho más que una cuadra”, recuerda el baterista.
Y ahí empezó Pappo’s Blues.
—¿Cómo ves al rock argentino?
—Es muy complejo. Yo sigo con la misma conducta. Trato de buscar un paralelo que me permita saldar los inconvenientes, que me permitan editar un disco que esté en la batea de una disquería que ya no existe, porque no está más ese tipo que conoce el contenido de lo que vende. Ante todas esas ausencias, es muy difícil establecer un diagnóstico de la industria discográfica argentina. Y el paralelo que trato de hilvanar para que me siga andando el motor es que, en aquel entonces, éramos cuatro locos con pelo largo y nadie nos quería grabar. O sea que, si hemos abierto la puerta ante tantos inconvenientes antes, esos mismos inconvenientes que hoy que tienen otra cara pero el mismo feeling, ¿por qué frenarse a la hora de grabar un disco físico ante una industria discográfica que no existe? En aquel entonces, tampoco la había. La industria estaba sólo para grabar al Club del Clan y a los Rolling Stones. Es un poco verlo desde ese lado. Estamos en un tiempo de contradicciones donde ves la lista de participantes en un festival, un “music fest”, y no hay ningún grupo de rock and roll.