Sus novelas históricas Ursúa y El país de la Canela, que serán una trilogía cuando se publique la última, La Serpiente sin Ojos, lo han colocado en el Olimpo de los intelectuales que mejor puede reflexionar sobre los males y los aciertos de América latina.
Dice, por ejemplo, que durante la Conquista española hubo grandes atrocidades, pero también grandes hechos de civilización. Y reflexiona sobre la titánica proeza de integración continental en la que se empeñaron Simón Bolívar y José de San Martín.
"Desafortunadamente vivimos la historia en borrador. Y sólo vamos aprendiendo qué es necesario a medida que descubrimos qué se hizo mal. Yo sé que algunas experiencias históricas pudieron enseñar a los lideres de nuestros países, una mayor amplitud de mirada", señala Ospina.
En círculos intelectuales, Gabriel García Márquez ha ungido a Ospina como el mejor novelista de su tierra, aunque el autor de La piel de la Canela no precisó del realismo mágico para contar el increíble descubrimiento del Amazonas. Alcanzó con los archivos, los documentos de época y las crónicas de quienes se atrevieron hace siglos a descubrir un mundo ya perdido en Europa.
Según reflexiona Ospina, "en América latina puede que haya un conocimiento a nivel intelectual o académico sobre los demás países de la región, pero los pueblos se desconocen totalmente. Es necesaria la aproximación. Llevamos dos siglos con la política y la economía conspirando para separarnos. Sólo la cultura se ha esforzado en unirnos. Habría que potenciar la capacidad de la cultura para establecer esos diálogos. Si algo es visible de nuestra América en el mundo, no es ni su política ni su economía, sino nuestra cultura".
Con respecto al papel que cumple la novela histórica para la mejora de la “versión oficial de la historia” Ospina reflexionó: “Yo intento arrojar una mirada mestiza sobre la Conquista. Estamos acostumbrados a una perspectiva europea, con ese asunto de las carabelas de Cristóbal Colón. Pero no tuvimos oportunidad de conocer el relato de los vencidos y de los invadidos. Y ese relato ya es inaccesible. Pero es posible una mirada más compleja y mestiza. Que no se vea en la Conquista sólo una cosa evidente, por ejemplo, las atrocidades de toda índole. Está claro que, como escribió Germán Arciniegas, no fue un descubrimiento sino un cubrimiento de América. La lengua española, cubriendo las lenguas indígenas; la cultura europea, cubriendo las americanas, la mirada europea, sobre las americanas. El descubrimiento es posterior a la Conquista. A nosotros nos ha tocado descubrir America y con el alma escindida, que tiene todo mestizo. Como dice Baudelaire: "Yo soy la herida y el cuchillo, la bofetada y la mejilla, yo soy los miembros y la rueda, soy el verdugo y soy la víctima". Los mestizos somos fatalmente hijos de lo uno y de lo otro. Y no podemos, simplemente, escoger esta parte y rechazar esta otra. Tenemos que verlo todo en su complejidad”.
“Hubo grandes atrocidades y grandes hechos de civilización en la Conquista. Hubo hechos que repugnaban incluso a la propia conciencia cristiana de los españoles de esos tiempos. Francisco de Vittoria y Bartolomé de las Casas pusieron el grito en el cielo por lo que veían. Al mismo tiempo he tratado de dedicarle mucho esfuerzo a valorar obras de civilización que realizaron los conquistadores. Por ejemplo la obra de los cronistas, que es un descubrimiento maravillado fente a la nueva realidad. Ese esfuerzo por nombrar el mundo americano con la lengua que llegaba desde Europa. Los profesores del siglo XIX no estaban en condiciones de captar la enormidad de aquellos hombres que estaban descubriendo un mundo y aprendiendo a convivir con él”.
Indagado acerca de qué nueva perspectiva aporta la novela histórica a los acontecimientos de nuestro pasado, Ospina explicó que “lo que pueden tener de nuevo estos relatos es el esfuerzo por no mirar al mundo en blanco y negro, y por percibir muchas cosas que fueron voluntariamente calladas, así como revalorar otras de otra manera. La razón por la que en Colombia intento contar estos hechos de nuevo es porque hemos crecido con una versión manipulada y vaga de la Conquista. Colombia está hoy llena hoy de episodios que parecen repetir los hechos de la Conquista: masacres abominables y muchas personas humildes que se ven atropelladas, expulsadas de sus tierras por poderosos y gente armada. Siempre recuerdo unas palabras de Freud, que decían que lo que permanece sin descrifrar, retorna siempre una y otra vez como un alma en pena hasta encontrar explicación y redención. Alguna tarea le corresponde al lenguaje, en el proceso de interrogar el pasado y descifrarlo”.
Qué hubiese sucedido si la escuela hubiese contado con la novela histórica es un enigma para el escritor: “Es bastante dudoso que hubiéramos alcanzado antes estos niveles de conciencia. Desafortunadamente vivimos la historia en borrador y sólo vamos aprendiendo qué es necesario a medida que descubrimos qué se hizo mal. Bolívar tuvo que lucharcontra el escepticismo de su propia gente que no creía que aquí se podian nconstruir naciones como en Europa. Siempre es difícil alcanzar esa madurez, que se logra más a punta de fracasos y procesos inconclusos”.
Con respecto a la concepción del Bicentenario como oportunidad para proyectarnos 200 años adelante y revisar los siglos pasados ó como celebración mediática el autor expresó: “Yo creo que puede ser lo uno o lo otro. Es una oportunidad de visitar lo que pasó hace 200 años y revalorarlo. Así como dicen que cada generación tiene que volver a traducir a sus clásicos, también tiene que volver a leer la historia y encontrará otras cosas a la luz de las nuevas preguntas. Hoy el mundo nos interroga sobre el problema del agua, la naturaleza, los alimentos, las migraciones, lo urbano, el calentamiento global, las culturas indígenas. Eso tenemos que responderlo volviendo a leer nuestra historia. Sería una oportunidad extraordinaria, de arrojar una mirada común y vernos los unos a los otros”.
Fuente: ADN Cultura