Virginia Giacosa

Ni el cine, ni el teatro, ni los restaurantes. Al menos durante el primer año de vida de los chicos la salida más frecuente para papá y mamá es la visita al pediatra. Es que "si uno tiene niños necesita un pediatra a mano". Al menos eso es que lo asoma desde el arranque de ¡Auxilio, somos padres!. Manual para no enloquecer (al pediatra), el libro de la periodista Ingrid Beck y Alejandro Fainboim –pediatra de los hijos de Beck–, publicado por Sudamericana.  

El trabajo pone al desnudo las preguntas más insólitas y pintorescas que las madres y los padres –aunque en menor medida– realizan al pediatra de sus hijos. Con mucho humor y una gran cuota de ironía desfilan por las páginas del libro los distintos tipos de mamás ("la aplicada", "la insistente", "la ocupada", "la sipediatrista", "la mamita que está buena", "la primeriza", entre otras) y papás ("el separado", "el pollerudo", "el confianzudo", algunos de los arquetipos que aparecen) que ponen un pie en el consultorio.  Y como si fuera poco los autores disparan: "Cada familia tiene el pediatra que se merece". Por lo cual, los médicos no escapan a cierta clasificación y también aparecen nomenclados ("el que no le gustan los chicos", "el que es tipo Piñón Fijo", "el de guardia", "el que va a domicilio", "el distante", "el marketinero", "el mayor", "el joven y recién recibido").  

"La idea surgió hablando con el médico y con sus secretarias. Me contaban anécdotas que me hacían mucha gracia. Y mis propias preguntas, horas después, me parecían ridículas. Ahí pensé que había un libro. Además, la relación con el pediatra es tan intensa (sobre todo el primer año de los hijos) que merecía escribir algo al respecto", cuenta Beck  –directora de la revista Barcelona, columnista del programa Negrópolis de Rock & Pop, y autora a cuatro manos con Paula Rodríguez, los libros Guía inútil para madres primerizas 1 y 2–. Actualmente prepara con Paula Rodríguez la Guía 3, que tratará sobre cómo elegir escuela.

Fue así que le propuso a Alejandro Faiboin, el pediatra de sus hijos, unirse al proyecto en calidad de coautor. "En verdad, funcionó perfectamente como excusa para llamarlo por el libro y hacerle preguntas tontas sobre la salud de mis hijos", confiesa.