Suceden cosas, acaecen acontecimientos en la vida de los seres humanos que, muchas veces, no dependen de ellos; son presentes que se les hacen presentes, a pesar de ellos. Hechos y acontecimientos que hacen sufrir a quienes los padecen. Es bueno pensar, en estos casos, aquello que, según se dice, afirmaba Buda: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional".

Pese a no ser ´responsable´ de lo que le pasa, el ser humano sí lo será, sobre cómo elige responder a aquello que le pasa.

Convengamos que no le es fácil al ser humano salirse del papel de víctima de aquello que le pasa; y, a veces, lo que les pasa a los seres humanos, ejerce un peso enorme sobre su vida y su futuro, poniendo en jaque su salud y quitándole calidad de vida.

Por estas razones, Rosario3.com decidió consultar a dos profesionales que trabajan con personas que sufren enfermedades terminales; y a ellos se les preguntó ¿qué hacer con el dolor?  

Ana Luisa de Palma: “Así es; atendemos a pacientes que pasan por momentos de mucho sufrimiento como son las grandes frustraciones y los pacientes en el último tramo de sus vidas. Nosotros nos dedicamos al dolor del alma. Un dolor que duele en todos lados. Y hay que ser capaz de sentirlo, de conectarse con uno mismo; como si dijera: “me está doliendo el alma y ¡adelante”!

Pancho Queralt: “Lo primero que debemos hacer con el dolor es reconocerlo; es la única manera de poder convivir con el dolor; es darnos cuenta que nos duele y debo buscar instrumentos para manejarlo y no me agobie. Para el dolor del alma no hay calmantes; el alivio hay que buscarlo en otros lados, lo que incluye a uno mismo, el que siente el dolor. Muchas veces se recurre a un profesional para que ayude a bucear en las razones de ese dolor, el dolor puede afectar un lugar evidente de mi cuerpo y muchas veces es el dolor del alma, como dice Ana Luisa. Muchas veces, por no decir siempre, las cosas no son tanto lo que ellas son, sino como cada uno las siente; y ante el dolor nosotros nos comportamos de esa manera.

Para nosotros es importante que aprendamos a reconocer que la persona que está enfrente de nosotros, más que pedirnos que lo curemos, nos está diciendo ´tengo un dolor y no sé dónde lo tengo´; y ayudarlo en esa búsqueda”.

A L d P: “Es cómo interpretamos a esa molestia que nos hace doler el alma y el cuerpo. Por eso muchas veces cuando modificamos la interpretación, modificamos el dolor y viene el alivio; logrado a través de una interpretación diferente que no es otra cosa más que una perspectiva diferente”.

¿Otra forma de mirar para ver?

A L d P: “Sí; el mirar las cosas desde otro lugar, nos puede traer alivio.

Estamos frente al dolor humano y sabemos del respeto que todo profesional de la salud siente por el dolor del otro; por el ser sufriente; me parece que ¿lo de ustedes apunta más a la comprensión; a la compasión y no a la lástima, expresada en “pobre este ser humano que está sufriendo”?

A L d P: “En particular, a mí, el paciente no me inspira lástima; sí puedo sentir compasión por el que sufre; que quiere decir que lo acompañamos en su dolor; reconociendo que no es mi dolor sino el dolor de él pero yo puedo ayudar a aliviarlo, que es muy diferente a la lástima”.

¿Cómo influye acá eso que ustedes nos han enseñado a ver; la resiliencia?

P Q: “En el grado que se pueda despertar en la persona que sufre el grado de resiliencia necesaria. En realidad, todos tenemos resiliencia; dependa de cómo nos demos cuenta de su presencia en nosotros y estemos dispuestos a recurrir a ella; de la resiliencia nace la esperanza de salir del dolor, de esto que me está doliendo.

A la resiliencia es indispensable desarrollarla. No es fácil, hay que trabajar y, por supuesto, dejarse ayudar”.

¿La esperanza…qué palabra?

A L d P: “la esperanza aun cuando nosotros acompañamos a pacientes que están transitando su última etapa biográfica; momento en que paciente y terapeutas sabemos que se está en el último momento; esto de la esperanza, de la paz interior, de reconciliación con nuestro contexto; de poder vivir la vida sabiendo que se transita por una etapa de muerte, también es muy importante”.

¿Cómo se empieza a acompañar a alguien en este momento de dolor?

P Q: “Primero hacer el esfuerzo para que el paciente reconozca que esta etapa por la que va a transitar, existe. ¿Qué es lo que siento yo, frente a éste, su dolor? Lo primero que puedo decirle es que si bien nos hemos percatado que hay elementos que pueden ayudarnos, nos dimos cuenta que en otras culturas esos elementos existían desde tiempo inmemorial. Por eso ahora sabemos que hay maneras de manejar ese dolor y que hay gente que pueden ayudarnos a nosotros y al paciente con su dolor. Nuestra experiencia en esto que es de muchos años, nos indica que en el tema del dolor hay gente poco seria. Entonces tengo que ser cuidadoso con el paciente y su dolor; hacer que me acepte y acompañarlo hacia aquellas prácticas en las que confiamos porque nos han demostrado evidencias”.

Lo que colegimos de lo que ustedes nos dicen, es que no es prudente encasillarse en ciertos paradigmas por más que hayan gozado de algún prestigio; ¿es correcto?

A L d P: “Nosotros trabajamos siempre apuntando a la integración, integración en la que está incluido el paciente por lo que medicina y psicología para esta persona está hecha a su medida; ya que nos permite tomar a sus creencias e integrarlas a nuestra formación, a nuestra información y a lo que hemos aprendido en todos estos años de trabajar acompañando a personas que transitan su etapa de dolor. A lo que sumamos nuestras experiencias de vida que no se estudian, se viven. Pero todo tratamiento, todo acompañamiento es a medida, para esa persona, en su momento y con su experiencia”.

Ana Luisa, ¿Nuestra creencia impacta en nuestra biología?

A L d P: “Absolutamente. Para que yo pueda interpretar algo, primero tengo que tener una creencia. Si yo creo en algo, lo que veo está modificado o influido por lo que yo creo. Por ejemplo, si un paciente cree que su tumor es por un castigo que recibió por algo que hizo, lo va a tomar a su tumor de una manera”.

¿Se aprende mucho de los pacientes?

P Q: Sí, no hay dudas de que la escuela es el paciente.

“Yo vengo de una formación académica y con predominancia de los mecanicista y, fundamentalmente,  lo biologicista que nos grabó fuertemente ese paradigma. Los pacientes me fueron exigiendo una transformación y tuve que aprender todo de nuevo, con respecto a esto que existe más allá del cuerpo por decirlo de una manera que me pueda hacer entender. En la facultad me formaron para manejar las cosas del cuerpo y un individuo no es solo un cuerpo; por eso cuando hablamos. Por eso nosotros hace unos años comenzamos hablar de medicina integrativa; y yo me animo a llamarla medicina participativa, en la cual el paciente es la parte importante de la ecuación conformada por el que viene dolido y el que espera ayudar a manejar su dolor”.

Ana Luisa de Palma Psicóloga psicoanalista | Mat. 0769
Pancho Queralt, médico, oncólogo clínico | Mat. 3836