Con un poco de falta de capital por las bajas ventas, pero sobre todo con la idea de conservarlo como en aquellos tiempos, sus dueños siguen manteniendo el local a pulmón según cuenta Susana, esposa de Roberto y encargada de generar desde ese lugar las diferentes acciones que durante este tiempo han intentado mantener vivo el bar.
“La capilla se funda en 1920 y desde allí cambiaron tres dueños. El padre de mi marido es el tercer dueño” explica Susana y agrega que “nunca se le cambió el nombre. Eso lo hace más antiguo ahora, pero en ese momento no se pensó así”.
En esos días, la familia de Roberto compró el fondo de negocio, pero “el mobiliario no es de acá es más viejo. En la calle Córdoba antes había un cine que se llamaba Radar, estaba por calle Córdoba entre San Martín y Sarmiento más o menos. Allí antes había un café llamado Imperio, perteneciente a japoneses. Cuando deciden hacer el cine no les alquilan más y cuando se cierra ese bar, el papá de mi marido junto a un primo compran un lugar en Calle Santa Fe y este, trayendo parte de los muebles del Imperio”, cuenta.
“En 1950 acondicionan el mobiliario que había quedado de aquel primer bar, dejando sólo una mesa con su impronta natural, las demás tenían quemadas de cigarrillos", recuerda.
Fiel a su estilo desde hace más de medio siglo
La capilla sigue manteniendo el estilo, falta de dinero propio y no querer que capitales privados se queden con el histórico lugar, son alguna de las razones de ese anclaje en el tiempo. Susana y Roberto están al frente del emprendimiento desde hace muchos años. Roberto “está aquí desde los nueve”, destaca la mujer, su esposa. “Para él estas paredes son su vida. Desde chiquito ayudaba al padre. Se crió acá”, enfatiza.
Para Susana, esa es la razón por la cual La Capilla, sigue siendo lo que es, un bar emblemático de barrio Echesortu. “Lo seguimos conservando con mucho esfuerzo, románticamente”, explica. Sin embargo afirma que es difícil. “Seguramente hay propuestas de compra pero estamos en una etapa de nuestras vidas que cualquier decisión hay que pensarla mucho”, afirma.
Nuevos Aires
La Capilla ha sido testigo de innumerables crisis, pero “siempre se ha mantenido en pie”, resalta Susana. El esfuerzo y un trabajo en familia es parte de ese secreto que circula por sus muros. “Estos años fueron un poco más difíciles, pero siempre trato de hacer alguna que otra cosa nueva”, dijo Susana, al tiempo que remarca que Roberto es un “poco más conservador”, pero la apoya.
Como parte de esas actividades la música y el arte se fueron forjando un lugarcito en el casi centenario bar. “He hecho muestras de pintura, actividad con tango, vernisache”, destaca.
“La idea es llegar a otro público, que vengan también las mujeres, por eso las actividades musicales”, enfatiza.
Parroquianos, no cliente
Con los años, los clientes pasaron a ser parte estable de una rutina que comienza desde las ocho de la mañana. “No tenemos clientes, son parroquianos, son un tipo de clientes de toda la vida no común en otro lado”, describe.
“Se sienten parte de esto”, destaca Susana y agrega que son los primeros en mirar con recelo alguno de los cambios que fue haciendo con las actividades: “No siendo socios se siente dueños y cualquier movimiento los pone en alerta. Es como si se les invadiera el lugar”.
Pensando en el futuro
Susana sabe del valor sentimental e histórico del lugar y sueña con reconstruirlo manteniendo el estilo: “Cueste lo que cueste voy a dar una pintada, hasta con el color que usaba mi suegro”, asegura.
“La idea no es cambiarlo, solo emprolijarlo un poco”, cuenta. Y no es para menos, La Capilla se levanta como uno de los últimos bastiones de aquellos años donde reunirse en bares con amigos, era parte de la rutina de los hombres de la época. En ese sentido destaca que están “aquellos que tienen gusto por el arte, que son los que me apoyan que lo mantengamos como hasta ahora”.
“Lo único que hay de moderno es la televisión por el fútbol”, advierte la mujer y cuenta que dentro de esos cambios que planea “voy a volver a traer una radio antigua que había”. La idea es ambientar el bar como hace años: “En el fondo de los depósitos voy rescatando vajilla y cosas de antes con ese sabor a historia”.
Susana cuenta que dentro de su idea está poder recopilar material de aquella época, sobre todo fotográfico: “Por acá pasaron deportistas y boxeadores”. Sin embargo se lamenta que la película de Federico Lúpiz no se haya filmado en el sitio, tal como habían hablado con los productores. “Eso le hubiera venido bien al bar”, afirma.
Pero La Capilla no está sola. Libros notas y poesías le fueron dedicados a lo largo de los años. Una manera de inmortalizar desde la cultura, un edificio que sigue en pie más allá de los albores del capitalismo.