El movimiento de los indignados de España traspasó las fronteras. Algunos lo vincularon al fenómeno de revueltas que derrocaron dictadores en países de Medio Oriente, otros fueron más atrás y señalaron similitudes con el Diciembre de 2001 en Argentina. Análisis aparte, esta nota propone un acercamiento al fenómeno de miradas cercanas que participan del momento histórico.

Se trata de tres jóvenes que fueron sorprendidos por el movimiento en Barcelona y compartieron su experiencia con Rosario3.com. Verónica Morante, que trabajó como periodista en Rosario y hace años vive en Barcelona, donde estudia Antropología, narra la intimidad de cómo surgió la protesta y cómo ella se sumó. Señala los detalles de la organización y descubre la fuerza que tomó después lo que parecía una marcha más.

Alejandro Pellegrinet, quien en el estallido de diciembre de 2001 estaba en Rosario y se fue a Barcelona en octubre de 2004, eligió la fotografía para acercar su visión del fenómeno en la plaza Catalunya (ver Galería de imágenes). María Verónica Cabral, que en realidad se topó con las marchas en medio de unas vacaciones, se fijó en los carteles (la tercera foto de la galería de imágenes es el organigrama de la plaza) y los mensajes de la movilización.

Lo que sigue, es el texto en primera persona de Verónica Morante:

De la incredulidad al ciberactivismo

La semana previa al famoso y decisivo domingo 15 de mayo, llegó una compañera de trabajo a la sede central de la entidad donde laburo con unos carteles enormes y unas calcomanías haciendo propaganda y convocando a la manifestación para aquel conocido día: “Surt al carrer”, o sea “sale a la calle”, sería la traducción literal del catalán al castellano. Ya había recibido vía e-mail y por  Facebook la invitación a través de distintas personas.  La idea era decir “basta” y hacer escuchar su descontento a una semana de las elecciones (22 de mayo). 

Desde la web, en las universidades y en diferentes asociaciones culturales/sociales veías el “llamamiento a la población”. En una ciudad que hasta entonces estaba bastante dormida a mi parecer ante las políticas que se venían implementando y lo que a cada uno “malamente” le tocaba vivir: pérdida del empleo, recortes en salud, recortes en Educación, recortes en ayudas sociales, suba de precios de algunas cosas; en fin, la decadencia del Estado de Bienestar.

Llegó el Domingo 15M. Fui con cero expectativas la verdad, como si fuera una manifestación más. Pero se produjo un cortocircuito en nosotros. Era un día bien soleado de primavera, y la batucada nos acompañaba en la caminata. Algo me llamó la atención: no había carteles ni de sindicatos ni de partidos políticos. Y la mayoría de los concurrentes éramos jóvenes (de los 20 a los 40 años), muchos estudiantes, muchos busca vidas, busca futuro, busca utopías, diría yo.

Al día siguiente, el lunes, en clases, un compañero de la facultad (de 20 años) me pasó un panfleto sobre una convocatoria que había a la noche en la Plaza Catalunya (epicentro turístico de la ciudad) siguiendo la línea del domingo, donde habría unos debates sobre lo que pasó en Egipto, en Túnez, en Libia, en Islandia y la situación en Europa. Si todo marchaba bien, se quedaban a dormir ahí: harían una acampada.

¿Quienes eran ellos?: los jóvenes, los olvidados del sistema, los rebeldes y los que tienen la fuerza para movilizarse aún, sobre todo, los que con pocos años vividos ya están cansados del sistema: los okupas, los estudiantes, la generación ni-ni, los nuevos activistas mundiales: los “ciber-activistas”.