San Pablo.- (Damián Schwarzstein, enviado especial)
 
Rosario y San Pablo son bien diferentes. Qué duda cabe. La capital económica brasileña es un verdadero gigante, a tal punto que con 20 millones de habitantes es la cuarta mayor metrópoli del mundo, tiene el décimo PBI (Producto Bruto Industrial) de todo el planeta, cuenta con tres aeropuertos y una infraestructura que, en ese aspecto, la pone a la altura de grandes urbes del primer mundo. Sin embargo, los funcionarios del área de Turismo de ambas municipalidades que este miércoles se reunieron en la Prefeitura paulista plantearon una coincidencia clara: la intención de ampliar sus perfiles turísticos y mostrar que tienen muchos atractivos hoy subexplotados en la materia.

En el encuentro entre el titular de Turismo rosarino, Héctor Pichi de Benedictis, y los funcionarios locales Vicente Pla y Treves (secretario adjunto de Relaciones Internacionales de San Pablo) y Luciana Canto (coordinadora de Promoción Turística), se acordó colaborar mutuamente en las campañas de promoción para que más paulistas viajen a Rosario -objetivo de la presentación que la delegación llegada de Argentina realizó el martes- y para que más rosarinos lleguen a San Pablo, algo que parece muy al alcance de la mano atento a la fluida conexión aérea que hay hoy entre ambas ciudades.  

Cada una a su escala, que es muy distinta, tanto San Pablo como Rosario tienen hoy un perfil turístico que se apoya muy fuertemente en el tema de los negocios y las ferias y congresos. Pero a la vez ambas ciudades creen tener la posibilidad de brindar otros atractivos, algunos coincidentes, otros no tanto.  
 
Rosario, tal como se planteó en la presentación del martes a la noche ante los operadores turísticos brasileños, enumera como fortalezas las posibilidades que dan el río y la costa, la cultura, la gastronomía, el desarrollo cultural, la oferta de diversión nocturna, su infraestructura para la infancia, y el casino, un punto que pegó fuerte ya que en Brasil están prohibidas las salas de juego.

San Pablo, en tanto, maravilla a quienes gustan de las ciudades grandes y modernas, con una infraestructura única en Sudamérica -impactan, por caso, el sistema de autopistas, ómnibus y el súper tecnologizado Metro-, un polo gastronómico de primer nivel y su patrimonio cultural, que incluye el Museo de Arte de San Pablo (Masp) donde se pueden apreciar obras de los grandes pintores de la historia: desde El Greco a Van Gogh, desde Monet a Picasso, desde Goya a Renoir, desde Rembrandt a Modigliani. Además, se propone también exhibir con orgullo los grafitis que distintos grupos de jóvenes pintan en distintos edificios de la ciudad, lo más alto posible, en lo que se ha convertido en una extraña competencia. Sí, lo que antes era visto como vandalismo hoy puede dar orgullo.

Luciana Canto, coordinadora de Promoción Turística, planteó con claridad el objetivo. Hoy San Pablo tiene ocupación casi plena de su capacidad hotelera de 46 mil cuartos durante los días de semana, porque concentra el 75 por ciento de las ferias de negocios del país y tiene 90 mil eventos anuales. Pero de jueves a domingo la cosa cambia. La idea es, entonces, armar paquetes para que los fines de semana lleguen visitantes interesados en un turismo urbano y, a la vez, captar también a aquellos que quieren playa -de lunes a jueves, sostuvo, pueden ir a Guaruja o Ilhabela- pero que también les puede interesar conocer esta ciudad que impresiona.    

Canto comentó que es tan grande la ciudad que hoy se trabaja en juntas de turismo descentralizadas con la idea de que cada zona desarrolle su propia oferta y así facilitar las cosas al visitante, sobre todo al que llega hoy, para hacer negocios. Que si un congreso o una feria se desarrolla en un barrio en esa misma zona se encuentre dónde comer, dónde comprar, dónde divertirse.

Justamente, otra de las fortalezas que el equipo de la Secretaría de Turismo que encabeza Héctor de Benedictis cree que tiene Rosario es lo que definen como su "escala humana". Ir del aeropuerto al centro o del centro al casino puede llevar 30 minutos. No es poco para los paulistas, habitantes de un lugar donde las distancias no se miden en kilómetros sino en horas.