Hace ya largos años venimos escuchando en los diferentes Poderes de la Nación, de las Provincias y en tantos otros lugares donde las personas elegidas para la función pública, juran sin ningún tipo de escrúpulos, sabiendo que tanto Dios como la Patria y los Santos Evangelios, hasta ahora no han demandado a ningún perjuro.
Y a decir verdad, cuantos falsos juramentos ha habido en todos estos tiempos, que quedaron impunes en su inmensa mayoría, como si no hubieran ocurrido.
De tal manera, la impunidad, se ha convertido en una fuente generadora de corrupción permanente para la sociedad, cuyos mecanismos defensivos van resultando cada vez menos eficaces. Una total falla del sistema autoinmune social para preservarse en su crecimiento. Lo más alarmante es el progreso de ambas cosas; impunidad y corrupción y la velocidad de su avance sin que se logre ponerle freno.
Se agrega a ello, que la gente que no está en la función Pública, toma como ejemplo la conducta de los Gobernantes, a quienes se los ve, sin tener juicios críticos, como los iluminados que rigen los destinos de la Nación.
Hasta parece un tema humorístico ese juramento, ya que el mismo se realiza, hasta con aparente solemnidad, con la mano sobre la “Santa Biblia” o a veces solo por la Patria.
Muy pocos lo hacen por el Honor y la Dignidad, que yacen como características naturales y posibles, escondidos y adormilados dentro de quienes son elegidos.
Este último Juramento tendría al menos un cargo de conciencia y la culpa que llevaría quien miente, sería algo así como un pequeño castigo que gritaría desde el inconsciente y no dejaría dormir, a los desvirtuadores de sus juramentos. Es claro que tampoco esto es terminante, ya que existe un tango que nos dice; “hoy un juramento mañana una traición”.
Nace de esta manera una permanente desconfianza hacia esa forma de Gobierno a la cual se le llama jactanciosamente Democracia, que nos permite entrar a un cuarto oscuro cada 4 años y buscar, llenos de indecisiones, entre la enorme cantidad de boletas y nombres desconocidos, por sus accionar en pro del mejoramiento social, a través de sus caminos recorridos.
Al contrario, aquellos que con dignidad han mantenido conductas acordes con sus pensamientos expresados frecuentemente, suelen ser dejados de lado, ya que el poder lo suelen alcanzar, quienes han sido levanta manos habituales de fácil aplauso a discursos que mienten y no representan lo que realmente se piensa. Esto les permite subir en las escalas jerárquicas de los partidos políticos, hasta llegar a los más altos lugares. Es habitual que los políticos piensen más en las próximas elecciones que en el futuro de la Nación y de la sociedad que la integra, como lo hacen los verdaderos Estadistas, cuyas miradas son a larga distancia y no pensando en conservar puestos dirigenciales, solo para mañana.
Como dijo un entregador de los bienes de la Nación, no hace mucho; “si hubiera dicho lo que pensaba hacer, nadie me hubiera votado”. Expresó en Laguna Paiva “basta de privatizaciones” y vendió dichos bienes. Es realmente cruel crear en la sociedad una paranoia que es fomentada y aumentada desde el mismo poder y que nos hace vivir desconfiando hasta de nuestra propia sombra.
Luego resulta más fácil echarle la culpa de lo que pasa, a quienes, por la misma circunstancia de haber sido expulsados de la sociedad, se van volviendo cada vez más violentos.
Y del error de interpretación de ese mismo concepto, nace como terapia para reducir la violencia, la represión por las fuerzas “del orden”, que incluso hace pensar de alguna manera, que la misma se fomenta desde donde están quienes no desean una sociedad armónica y solidaria.
Es posible que algún día y esperemos esté cercano, la palabra Democracia no tenga diferencias entre su significado tomado del griego y lo que es en la actualidad.
Efraín Hutt