Por Ricardo Robins

No fue un acto típicamente kirchnerista, ni mucho menos peronista. Fue, en todo caso, el acto de Cristina Fernández. Tanto el lugar escogido, un shopping, como la composición del escenario, una suerte de gran set televisivo, tuvieron el sello de la primera dama y candidata a presidenta del Frente para la Victoria. Incluso entre el discurso del gobernador y candidato a diputado nacional Jorge Obeid y la propia senadora, se exhibió un video que mostró imágenes de la primera dama en la actividad política pero también en la intimidad familiar y emocionada hasta las lágrimas, en un par de ocasiones. Emoción que de a poco pudo transformarse en algo de calor popular entre quienes estaban debajo del escenario y logró resquebrajar lo que en la previa parecía un acto poco cálido.

No hubo anuncios, ni definiciones trascendentales. El mensaje central fue fortalecer el concepto de la Concertación política para trabajar “codo a codo” y respetando las diferencias. Idea que contrastó, en la práctica, con la ausencia del vice radical Julio Cobos, aunque sí se dimensionó a nivel provincial con la presencia de, además de Obeid, Agustín Rossí, Rafael Bielsa y Carlos Reutemann como escoltas de Cristina (todos juntitos luego de la derrota del 2 de septiembre).

Cristina resaltó además, como lo viene haciendo, el rol de la mujer durante la última crisis y su importancia en la conducción política, y repasó lo ya hecho por Néstor Kirchner (el otro ausente de la noche) pero para luego reconocer “que todavía falta mucho”. Gestos y detalles de una noche marcada por la corrección y la prolijidad.

La previa

“Bienvenidos. Sucursal 165”, decía el cartel que vieron quienes ingresaron por calle Junín y pasaron a través del hipermercado del Shopping Alto Rosario para llegar a las puertas del Salón Metropolitano. Adentro, orden y un llamativo silencio. “Abran pasó que llegó la JP”, cantó un grupo numeroso de muchachos que a medida que entraba en el lugar iba bajando la euforia. Quizás impactados por lo que un militante calificó como “escenario yanqui”; que dejó afuera, como ya impuso K, las marchas peronistas o las imágenes de Evita y el General.

El acto, programado para las 19 y bajo la advertencia de suma puntualidad por parte de los organizadores, comenzó pasadas las 20. Primero ingresaron los candidatos a diputados nacionales que se sentaron a un costado de la mesa central. Y después fue el turno de las figuras principales. Primero Bielsa, luego Rossi, el más aplaudido, y por último el Lole, quien recibió algunos chiflidos. Después subió Obeid y por último el locutor anunció a la “senadora y abogada Cristina Fernández de Kirchner”.

Agosto el asistente

Cuando la primera dama subió al escenario, la sala estalló y la muchedumbre que se agolpó ante las vallas (que por otro lado tapaban a los legisladores y ministros que estaban sentados en las primeras filas) lanzó flores, cartas y hasta un paquete de regalo. “¿Para mí?”, preguntó con gestos ampulosos Cristina a la mujer que lanzó el paquete. No espero la respuesta y comenzó a abrirlo. Pero en ese momento, la misma chica que se había subido al palco en el Monumento a la Bandera le quería regalar desde abajo la foto que compartieron en aquella jornada.

Cristina se estiró y no llegó. Entonces giró y señaló al ministro de Hacienda de la provincia, Walter Agosto, como si fuese un asistente. Agosto, que estaba sentado a un costado en su carácter de candidato a diputado nacional, saltó dispuesto a todo, pero otro hombre ocupó su rol.