Las cuatro víctimas mortales fallecieron mientras dormían, cuando sus casas se derrumbaron por el terremoto, que se registró de madrugada, según varios medios indonesios.
Las autoridades y los equipos de rescate desplazados hasta la zona más afectada, la provincia de Gorontalo, detectaron daños en varias infraestructuras de comunicación y transporte, unas 1.200 viviendas destruidas y otras 500 con desperfectos diversos, lo que ha obligado a unas 20.000 personas a abandonar sus hogares.
El Sistema Global para la Alerta y la Coordinación de Desastres (GDACS) de la Unión Europea estimó que la necesidad de una intervención humanitaria internacional en la zona era "alta" o de "alerta roja", tras evaluar la situación con un simulador.
Según varios testigos, cientos de residentes del área afectada huyeron de sus casas por temor a quedar enterrados vivos o a que les arrollase un tsunami (ola gigante).
Las autoridades de Indonesia emitieron una alerta de tsunami, pero la levantaron unas dos horas más tarde.
El Centro de Alerta de Tsunami en el Pacífico avisó en un comunicado que el sismo de 7,5 grados "tenía el potencial para generar un tsunami destructivo de carácter regional" que afectase a las costas en un radio de mil kilómetros del epicentro.
El GDACS calculó que podrían llegar a producirse olas de hasta 1,8 metros de alto en Célebes, una previsión que se corresponde con las olas de hasta dos metros que se han registrado en algunos puntos costeros.
Indonesia se asienta sobre el llamado "anillo de fuego del Pacífico", un área de gran actividad sísmica y volcánica que es sacudida por unos 7.000 temblores al año, la mayoría de escasa magnitud.
Fuente: EFE