Desde la voz aflautada de una vendedora de chipá en la peatonal San Martín, el crujido de una escoba mojada sobre una vereda de Salta y Richieri, el sonido de la máquina registradora de un supermercado de avenida 27 de Febrero al 5200, pasando por la atmósfera caótica de una mañana en el Anses, hasta la voz de José Saramago en su visita a la ciudad con motivo del III Congreso de la Lengua. Una ciudad es capaz de cobijar una infinidad de sonidos completamente diferentes.