Llegó la hora de pagar. Y el tipo sacó una tarjeta de débito. El mucho que lo atendía pidió, como suele pasar en muchos lugares, el documento. La sorpresa llegó cuando lo abrió: no, no sólo no era del cliente sino que reconoció la foto del verdadero dueño del DNI. Sí, era su amigo Mauro, igual que la tarjeta.
El muchacho retuvo al cliente, que al rato fue detenido. Pero, por su condición de sordomudo, la policía no le pudo tomar declaración hasta que encontró una maestra del lenguaje de señas.