En diálogo con Alberto Lotuf, Di Bernardo explicó que una de las principales causas por la cual las calles se convierten en verdaderas lagunas ante semejantes diluvios es porque el cemento que recubre el suelo impide que el agua escurra.
En tal sentido, sugirió implementar colchones orgánicos en las azoteas para propiciar una mayor absorción. No obstante, aclaró que no se trata de un procedimiento sencillo por cuanto el peso que los edificios pueden soportar es limitado; además, conseguir la materia prima implica generar huecos en otros lugares.
De cualquier manera, Di Bernardo aclaró que no existen soluciones mágicas, por lo que insistió en la necesidad de llevar a cabo varias obras de diferente magnitud y en distintos niveles, pero en simultáneo.
Profundizar zanjas, disponer de más pulmones verdes, optar por el adoquín antes que el pavimento, son otras de las opciones que en la opinión calificada de Di Bernardo deben acompañar infraestructuras de mayor envergadura. Una iniciativa exitosa en tal aspecto fue la laguna de retención del arroyo Ludueña.
“Si esa represa no se hubiera hecho alli, con la lluvia de diciembre, Empalme Graneros hubiera estado cubierta por el agua”, indicó el ingeniero agrónomo y recordó cómo en la década del 60 mencionado barrio llegó a estar tapado dos metros.
No obstante, ponderó que la obra del arroyo fue posible gracias a que al momento de llevarla adelante el terreno estaba desocupado. De este modo, reiteró sobre el peligro de dejar que el cemento avance en cualquier de sus formas: casas, edificios o incluso veredas.
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