Cada vez son más los nuevos edificios destinados a vivienda que ofrecen entre sus comodidades, la terraza verde, como una forma de acercar los beneficios de la naturaleza a sus habitantes. Si el espacio y los recursos lo permiten, la piscina, el deck, el quincho y una superficie cubierta de verde se convierten en atractivos extras de cualquier propuesta inmobiliaria. Pero ¿por qué no pensar en las terrazas verdes como opciones saludables también en los edificios ya construidos?

El 27 de septiembre de 2007 el Concejo Municipal de Rosario promulgó la ordenanza 8208 referida a la creación del Programa Terrazas Verdes", que en su artículo 20 definía como objetivo fundamental “mejorar la calidad del aire en el área urbana y especialmente en la zona céntrica, promoviendo en los consorcios de edificios, los particulares, empresas y organizaciones diversas, la utilización de la superficie de sus terrazas para emplazar especies vegetales diversas”.

“De esta manera –señala el texto– se busca reducir la injerencia en la atmósfera de los llamados gases de efecto invernadero, siendo uno de los principales el dióxido de carbono (COZ), producido en cantidades anormales por la acción humana a través de diversas actividades, entre las cuales se destaca la quema de combustibles fósiles por los automóviles”.

Siete años más tarde, el concejal Aldo Poy proponía una iniciativa que contemplaba la reducción de la TGI a edificios con terrazas verdes, para alentar a que los dueños de edificaciones opten por poblar el techo de césped y plantas. La medida, establecida por ordenanza, tenía fines ambientales pero apuntaba sobre todo a mejorar el drenaje de la lluvia en la ciudad.

Sin embargo, y si bien creció el número de edificios que cuentan con terrazas verdes en la ciudad, aún siguen siendo un plus arquitectónico de los nuevos desarrollos, antes que un recurso constructivo expandido en la propiedad horizontal, incluida la ya existente.

“Da pena que la decisión de vivir en la ciudad vaya en detrimento de nuestro contacto con la naturaleza; por eso, poder incorporar verde en nuestros edificios donde ya no existen lotes para terreno natural es una posibilidad muy valiosa que empezó a ponerse en práctica en Rosario hace una década y que tiene un desarrollo muy grande en todo el mundo, en especial en las ciudades de mucha contaminación ambiental”, dijo en diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2) la arquitecta Gabriela Ocon, fundadora de Proyecto Janus, una iniciativa que surgió en Rosario, en 2006.

Para quienes piensan que sólo se trata de una cuestión estética o decorativa, las terrazas verdes reportan numerosos beneficios a quienes viven en un edificio.

“Para el propio edificio significa una aislación térmica importante, ya que la loza que comúnmente refleja el sol, puede mantenerse a temperatura estable gracias a la superficie vegetal que la cubre. En consecuencia, la superficie no se dilata y contrae como sí lo haría si estuviera expuesta de pleno al sol. Es decir que el sistema constructivo tiene un doble beneficio: aislante término y protector de las membranas impermeables al mismo tiempo”, explica la especialista.

“Además –dice– contribuye a purificar el aire, sirve como aislante acústico donde abunda la polución sonora, enlentece el caudal de aguas pluviales, genera biodiversidad al hacer posible que vuelva a haber mariposas y pájaros en zonas más edificadas de la ciudad y que los habitantes de un edificio tengan un lugar de expansión y recreación extra, que mejora su calidad de vida, sin mencionar la inmejorable posibilidad que genera de aprovechar el espacio para hacer huertas”.

La opción de la huerta suma valor al espacio ocioso (Proyecto Janus).

Como si estos beneficios no fuesen suficientes, la arquitecta explica que la existencia de las terrazas verdes en un edificio aumenta el factor de ocupación del suelo (FOS), lo cual permite que se construya, por ejemplo, un quincho.

Mitos y fantasmas en torno a las terrazas verdes

En los edificios viejos, si bien hay quienes tienen la iniciativa de generar estos espacios, al haber muchas personas que deben ponerse de acuerdo para aplicar un cambio sobre el sistema constructivo existente, es más difícil que la idea prospere.

“Hay personas a las que les cuesta aceptar y aplicar cambios, ya que experimentan algunos temores infundados”, sostiene la arquitecta. “Lo ven como algo difícil, peligroso y costoso; y no es así”, afirma.

Está permitido pintar con pintura impermeable la terraza todos los años, aunque ya esté probado que no resulta y no se soluciona ni el problema del calor ni el de la humedad que soportan los últimos pisos, pero se niegan a hacer una terraza verde por miedo a que el edificio “no soporte la sobrecarga”, lo cual evidencia un desconocimiento de los materiales que se usan.

El cuidadoso proceso del sistema constructivo (Proyecto Janus).