Matías Manna

Toledo no disparó una vez al arco de Bértoli, el arquero de Patronato, durante los 45 minutos que estuvo en cancha. Luego, Miguel Angel Russo dispuso el cambio. Bareiro por Toledo. La sorpresa no fue el cambio, sino el momento. El 9 canalla era inamovible para el entrenador porque es el hombre diana. El “target man” como describen en la Premier League a aquel jugador referencia para lanzarles balones largos. A partir de él, y su aguante de espaldas, muchos equipos comienzan a crear su juego.

Es difícil cuantificar y cualificar a un centrodelantero. Algunos sólo miran su efectividad en relación al gol. Ejemplo: si en cinco partidos no hizo goles, ya dicen que hay que sacarlo. Otros lo miden por las ocasiones que genera y algunos tratan de contextualizarlo en el juego del equipo. Verifican sus movimientos y si permitió o no hacer mejores a sus compañeros.



Es fácil emitir críticas hacia un centrodelantero. Muy fácil. Si está acertado en una serie de partidos, pasa a ser el “angel del gol”. Si pasa lo contrario, rápidamente algunos cargan las tintas para burlarse de su condición física (casi todos los 9, juegan en el área por ser altos, de buena contextura y no son lo suficientemente hábiles para estar en otro sector del terreno).

La del 9 y la del arquero, son las posiciones más drásticas. Los entrenadores suelen cambiarlos cuando no funcionan. Rara vez hacen lo mismo con los laterales o con algún mediocampista defensivo.