“La idea es derribar mitos y contarle a la gente que el objetivo es culturizar. Para la sociedad, nosotros, los empresarios de la noche, estamos vistos como los demonios, como los malos. Bueno, a partir de eso lo que quiero es modificar esa imagen equivocada, pero sobre todo sembrar tranquilidad”, manifestó Palmer al diario Crítica de la Argentina.
La experiencia arranca a las siete de la tarde y los padres son recibidos por el empresario. Palmer explica que el acceso se renovó el año pasado, siguiendo instrucciones arquitectónicas vinculadas con normas de seguridad y evacuación. Una vez adentro, en el centro de la pista, el DJ convertido en guía explica dónde están las salidas de emergencia, dónde se disponen los guardias de cada sector y cómo funciona la circulación de la disco en una noche colmada. Camina hasta una puerta de evacuación, la cierra y la empuja para mostrar que la placa debe abrirse con sólo tocarla. “Hay temas en los que no se puede joder –dice–. Las puertas, los matafuegos, la seguridad, nada de todo eso puede fallar. Los controles son muy rigurosos, sobre todo desde Cromañón”, explica Palmer a los padres, que escuchan atentos.
“Yo tengo que encargarme de que tu hijo se divierta sanamente, que no tome nada raro; si lo veo pasado, como soy el responsable de su integridad, también debo hacer algo, ayudarlo, pedirle que no tome más. ¿Cómo podés ayudarme vos? –le pregunta Palmer a un padre–. Dándole a tu hijo el dinero justo para gastar, no más de setenta pesos. La entrada sale cuarenta mangos y dos tragos quince cada uno. Listo, es suficiente.”
A mediados del año pasado, el empresario presentó un proyecto de ley para colocar el control de alcoholemia en la puerta de las discotecas. El objetivo es evitar que los chicos tomen de más durante la previa del boliche. “Entonces soplan antes de entrar. Si no están en condiciones, llamo al padre y le aviso o envío al chico en remís a su casa para no hacer abandono de persona”, cuenta.
Palmer vuelve a hablar de seguridad. “La ley provincial 12.297 establece que toda discoteca debe tener una empresa de seguridad idónea y sus componentes –es decir, los encargados de velar por la integridad de los clientes– deben tener análisis físicos y psíquicos; los patovicas no van más”, explica el empresario a un padre y teatraliza una escena. Toma a un chico del cuello, como si fuera a voltearlo, y dice: “Si un agente le hace esto a un chico, está mal y debe ser denunciado. Nadie puede ser sacado por la fuerza de un boliche”.