Los alimentos pueden sufrir contaminaciones biológicas (bacterias, virus, hongos), químicas (pesticidas, desinfectantes) o físicas (trozos de vidrio, hebras de la esponjita de lavar, por ejemplo) y provocar alguna enfermedad a quien los consuma en la propia casa o en la de los amigos y parientes. El remedio es la prevención y para ello sólo es necesario familiarizarse con algunos cuidados y conocer más de cerca aquello que nos llevamos a la boca.