Hace muchos años, en 1977, asistí al Congreso Mundial de Terapia Intensiva en París. En los momentos libres del Congreso, caminando por los Campos Eliseos, antes de llegar al lugar donde se realizaba el Congreso, vi enormes pasacalles, muy finos, con los nombres de las grandes multinacionales que iniciaban, desde tiempo atrás, el dominio de las carreteras del Mundo, desde la industria automotriz. Eran; Firestone, Good Year, Chevrolet, Ford y otras más.
Una sociedad accidentada
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Nacía y se acrecentaba por entonces, la palabra “gerenciamiento” La era de los gerentes apareció en escena. Ha pasado mucho tiempo y estamos asistiendo con perplejidad, a sentir la inhabitabilidad del lugar donde vivimos, sobre todo en las grandes ciudades donde se concentran las poblaciones urbanas.
De esta manera se plantearán los conflictos sociales futuros, como lo expresara Leonardo Boff, no en el aspecto Ideológico o Dogmático, sino entre las poblaciones urbanas y las que viven fuera de los límites de la ciudad, en las Villas Miserias, nacidas de las migraciones forzadas de los pueblos del interior que murieron, y de la falta de trabajo que trajo la desocupación posterior. Resultado este quizás buscado, para abaratar los costos del trabajo, por la mayor oferta de la mano de obra de los desocupados.
Cada día resultan más insuficientes los caminos, aunque los mismos sean transformados en autopistas.
También, habiendo tenido la oportunidad de leer el Manifiesto Futurista de F.Marinetti, que en última instancia diera origen al fascismo en que vive la sociedad actual, llena de mecanicismos, de velocidades, de tensiones, de guerras muchas veces encubiertas, que aunque no sean en campos de batallas, lo son en las relaciones humanas y lo que es peor aun, en guerra indisimulada con uno mismo, estado este del cual no se toma conciencia. Ello lleva sin ninguna duda, al decrecimiento de los valores realmente humanos, que están dando una tensión creciente en dichas relaciones.
Permanentemente, el crecimiento cerebral inventa nuevas cosas para reemplazar a las viejas, que por mucho tiempo nos sirvieron y nos permitían vivir de manera menos acelerada y con mayores relaciones entre las personas o los grupos humanos. De ninguna manera estos conceptos son opuestos al crecimiento de la inteligencia y a los avances verdaderamente científicos, que dignifiquen realmente la vida de nuestra especie. Pero en el afán de satisfacer los mandatos de tipos de economía, que piensan más en réditos materiales, que en un mejoramiento de la sociedad y de los individuos en nuestro devenir, nos hemos olvidado de los mismos elementos que la naturaleza deja a nuestro alcance para las demandas de estas épocas. Me refiero a las energías eólicas, solares e hídricas que no son tenidas en cuenta. Se avecina a demasiada velocidad, lo magistralmente descrito por Aldous Huxley en su obra, “Un Mundo feliz, donde la pastilla de soma reemplazaba a todas las sensaciones y afectividades propias de los seres humanos.
No está muy lejano el día, y por lo tanto no puede ser olvidado por quienes tenemos algunos años, el hecho de haber visto pasar una locomotora con 20 o más vagones que llevaban cargas enormes y coches de pasajeros que transportaban personas. Existía un equilibrio entre las necesidades de los pueblos y lo que debía ser traslado de un lugar a otro por esas máquinas, que aunque un poco más lentas, llenaban todas las necesidades. El viejo tren creaba en los pueblos por los que pasaba, algo parecido a un momento de fiesta. Las mismas se movilizaban sin dañar el medio ambiente, las rutas no estaban atestadas por los medios de transporte automotor y existía cierta relación entre el continente y el contenido de esas rutas, sean de tierra o asfaltadas, simples o autopistas. El crecimiento sostenido del parque automotor, ha roto la relación armónica entre continente y contenido y se sigue un camino creciente, que muy pronto será explosivo e intolerable, sin que se tome conciencia de ello.
Ese endemoniado crecimiento, más las imprudencias nacidas del “amor” a la velocidad del futurismo, nos han llevado en nuestro país, a que hayan ocurrido en un año, alrededor de 8 mil muertes en accidentes de tránsito, tanto en el área urbana como en las rutas, aunque estas sean transformadas en autopistas y los autos y otros móviles vengan provistos de air-bags y frenos especiales A.B.S.
Como decíamos en un escrito anterior tomado de Zigmunt Baumann, que a cada certidumbre con que resolvemos una incertidumbre anterior, aparecen nuevas incertidumbres que deben ser resueltas, antes de que se vuelvan estructurales.
No solo en el aspecto de la accidentología ocurren estos hechos donde la sociedad y los poderes, tanto públicos como privados, ignoran, con su mirada de poca amplitud, como será el porvenir de nuestra sociedad y por ende de sus integrantes, los miembros de nuestra especie en particular y de otras especies de seres vivos.
¿Se estará pensando y será tema de debates, la forma de paliar este estado de cosas desde el Estado y de los inventores “creativos””de lo que se llama “avance de la civilización”, cuando existe tal cantidad de muertes no deseadas que ocurrieron fuera de los tiempos biológicos de cada persona?
¿Tendrá validez el pensamiento de Mafalda cuando expresara; “paren el mundo que me quiero bajar”?
¿Podremos movilizarnos en nuestras rutas, caminos o autopistas a grandes velocidades, de manera impune, sin matarnos y sin matar a otros que no querían morir?
¿Podremos andar por nuestra ciudad, de a pié o en automóvil en 5 años, cuando haya aumentado de la manera que lo hace actualmente, ese parque automotor?
¿Qué haremos con nuestra juventud llena de hipoacúsicos o sordos en poco tiempo, por la música de las disquerías a 90 decibeles, siendo irreparables esos efectos?
¿Qué haremos con la carencia de reproductividad de nuestras jóvenes modelos con una gran reducción de su grasa corporal, que las llevará a la infertilidad, para satisfacer el modelo que los modistos “creadores” requieren y el cual es fogoneado desde los medios de “comunicación”?
¿Deberemos seguir rindiendo tributos al mecanicismo futurista de la velocidad, sobrepasando por encima de los valores que llevaban siempre el afecto y el cuidado del otro o los otros, o deberemos volver cuanto antes a estimular los Talleres de Pérez, de Laguna Paiva, de Tafí Viejo, arreglando rieles y locomotoras, que daban tanto trabajo a nuestros hombres, cuando existía un fuerte medio de transporte no dañino, como el Ferrocarril, que oxigenaba y daba vida a tantos pueblos del interior?
No olvido las charlas que solíamos tener con nuestros hermanos Tobas, cuando los atendía en el Dispensario que hicimos en calle Juan José Paso al 2000. Me preguntaban; ¿por qué siempre Ud llega exactamente a la misma hora? Yo les respondía; Para que Ustedes no tengan que esperarme. Ellos me contestaban siempre; Nosotros tenemos tiempo.
Creo que debiéramos tomar conciencia de buscar un punto intermedio, entre la aceleración de nuestra sociedad, con el ir un poco más despacio de los descendientes de nuestros pueblos primitivos, siguiendo verdaderas escalas de prioridades para una vida digna. Posiblemente esa conciliación pudiera hacer que tanta gente no vaya quedando sin desearlo en el camino, antes del tiempo en que su reloj biológico lo indicara.