Voto Trans 09: yo voto, el vota, nosotros votamos; ¿ellas votan?
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Por
Damián |
El 28 de junio próximo las santafesinas y santafesinos concurriremos a las urnas para elegir 9 Diputadas y Diputados y 3 Senadores y Senadoras nacionales.
Una semana más tarde tendremos una nueva cita electoral. En esa ocasión para elegir, en primarias abiertas y obligatorias, a las candidatas y candidatos que buscarán una banca en el Concejo Municipal el 6 de septiembre.
Ambas elecciones revisten una importancia significativa ya que, por ser de carácter legislativo, definirán a las personas que tendrán en sus manos la sanción de Leyes que pueden ampliar el acceso a la ciudadanía a miles y miles de argentinas y argentinos y, por ende, incidir directamente en una mejorara de la calidad de vida.
Seguridad, empleo, derechos humanos, calidad institucional, lucha contra la pobreza y redistribución del ingreso, son algunos de los temas alrededor de los cuales han hecho eje las campañas de las diversas agrupaciones políticas y, como antes de cada elección, este acontecimiento de la democracia despierta expectativas en la población acerca de la posibilidad de concretar efectivamente los cambios e iniciativas prometidas.
No caben dudas que el acto electoral no es el único momento en que la democracia se hace palpable, pero tampoco caben dudas que es un momento de una trascendencia meridiana ya que, el día de la elección, el voto nos iguala.
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Estudiantes y profesionales, mujeres y varones, trabajadores y desocupados, jóvenes y adultos, maestros e ingenieras. Todas y todos, en ese instante en que el sobre con nuestro voto universal, secreto y obligatorio ingresa a la urna, valemos lo mismo. “Un ciudadano o ciudadana, un voto”.
Pero ese momento mágico que tiene la democracia no es transitado de igual manera por todas y todos.
Hay un grupo de electoras y electores para los cuales los padrones y sus documentos de identificación no significan más que papel y libretas sin sentido y sin contenido.
Ese grupo es el de las personas trans: travestis, transexuales y transgéneros.
Como decíamos en columnas anteriores, las personas trans tienen negado, entre otros, un derecho básico desde su nacimiento que es el derecho constitucional a la propia identidad.
Al momento de su nacimiento se les asigna arbitrariamente una identidad de género que no se corresponderá desde su niñez, durante su adolescencia y a lo largo de su vida adulta, con la que expresan y construyen cotidianamente.
Ese derecho básico que les es negado tiene en los diferentes momentos de la vida, distintos momentos de verdad que significan violencias difíciles de sobrellevar para ellas y ellos.
Pensemos por ejemplo en el momento en que una travesti concurre a un servicio de salud y, esperando ser atendida debe enfrentar ese terrible momento en que el personal administrativo suele llamarla por el nombre que figura en su documento y no por el que ha elegido para nombrarse, vivir y expresarse.
Tratemos de ponernos en el lugar de una persona trans concurriendo a un supermercado o negocio de ropas, o a un banco, siendo observada como si de un fenómeno se tratara, por las demás personas presentes en esos sitios.
Estas situaciones cotidianas vuelven a expresarse en el momento en que todas las argentinas y argentinos concurrimos a las urnas para decidir el destino que como sociedad deseamos construir: el acto electoral.
La vergüenza, la incomodidad y la violencia que implica para las personas trans tener que votar en mesas electorales de un género diferente al expresado en sus identidades provoca un importante ausentismo de ellas y una baja participación en los procesos electorales.
Cuantas veces habremos vivido situaciones en las cuales la presencia de una travesti en la cola de una mesa masculina provoca comentarios, risas y burlas por parte de los electores que esperan para sufragar.
Y eso en el caso en que esa persona travesti hubiera logrado vencer los sentimientos encontrados que implica exponerse a tan violenta situación.
Este hecho evidentemente deriva en una baja participación electoral de las personas trans, hecho que se replica en relación a la participación política.
Esta baja participación – electoral y política – tiene dos aspectos sumamente negativos.
Por un lado evidencia la incapacidad que tenemos como sociedad para dar solución a un tema tan sensible y que recientes encuestas entre los principales candidatos y candidatas a ocupar bancas en el Congreso Nacional ha demostrado un amplio consenso: el cumplimiento del derecho a la identidad para las personas trans a través de la sanción de la Ley de Identidad de Género.
Y por otro lado la falta de pertenencia que sienten ellas por el sistema al ser excluidas desde el inicio del sistema electoral.
El desafío entonces es, sin dudas, abrir el sistema político a todos los sectores garantizando a todas y todos una amplia y profunda participación.
Y una medida de corto plazo que podría adoptarse hasta tanto el Congreso sancione un marco normativo para la identidad de las personas trans podría ser, por ejemplo, la unificación de los padrones electorales, superando este anacronismo de los padrones por género que sólo subsiste en nuestro país dentro de Latinoamérica.
Que el domingo 28 de junio y el domingo 5 de julio cuando depositemos nuestros votos, pensemos en todas y todos aquellos que por diversos motivos no pueden hacerlos y la deuda que sociedad tenemos con ellas y ellos.