Yo vi a Central ganarle a Newell´s. No ví, a Central ser más que Newell´s. De hecho fue superado en posesión y situaciones claras de gol. El arbitraje lo perjudicó por la demora en la aparición de amarillas a Mateo y Pablo Pérez y 4 infracciones no cobradas, pero hubo dos situaciones muy dudosas que, a mi juicio, fueron penal a favor de los del parque: mano de Peppino e infracción de Ferrari a Casco.
Sí vi a Central superarse a sí mismo. Con eso le alcanzó para hacer del trámite una contienda pareja en muchos momentos del encuentro: ahí está su gran mérito.
Jugó mejor contra Lanús y especialmente ante Arsenal, pero ayer, considerando la magnitud del rival, elevó su producción. Creció a partir de una responsabilidad táctica nunca vista en el torneo. El implícito reconocimiento de la superioridad del rival fue la clave para maximizar sus posibilidades.
Y viene a cuento esto de puntualizar que Central fue menos que Newells, pero más que sí mismo para combatir aquélla costumbre bien postmoderna de ir detrás de los resultados tratando de explicarlos cuando en realidad, simplemente, a veces, no representan, de modo fidedigno, lo que ha sucedido. Entenderlo, a Central le resultará provechoso tanto como ayer le resultó asumir su inferioridad. Esta reflexión, claro, necesita de una coincidencia entre lo visto por quien suscribe y lo "realmente" acontecido. Obvio, están invitados a ponerlo en duda.
Lalo Falcioni
Yo vi cómo las emociones de un partido especial contaminaron el juego generalmente invulnerable de Newell´s. Sólo en la franja de partido que fue del empate de Maxi al gol definitivo de Encina hubo algo de sinfonía rojinegra en el clásico. El resto fue rock and roll canalla, con una presión mixta que liberó las zonas de Guzmán, López y Mateo para que se equivoquen a su antojo, y ahogó en forma selectiva a Heinze, a Cáceres, a Bernardi y a Pablo Pérez, los receptores y habilitadores más peligrosos del conjunto de Berti.
La supremacía de Delgado sobre Maxi en el mano a mano del segundo tiempo hizo el resto. El único liberado que estuvo a la altura fue Figueroa, y casi fue decisivo en el partido con una habilitación de maestro, o de Bernardi, y un tiro en el caño de Caranta.
Vuelvo al principio: en un partido de emociones violentas, el que tiene como estilo una maquinaria casi perfecta de rotación y pases corre el riesgo de perder concentración. En cambio, un equipo intenso como Central se sintió cada vez más cómodo en el roce y la neutralización. De emociones hablamos; esas que en el final fueron todas de Central.
Pablo Montenegro
Yo vi a Central ganar el clásico de la inteligencia. Ante un rival presumiblemente superior, por recursos técnicos y por repetición táctica, pergeñó una estrategia digna de subrayar, que potenció sus armas y terminó dejándole el botín mayor de su lado.
Porque a la fluidez de la salida leprosa, le antepuso una presión frenética aguas arriba. Porque en las bandas se instaló para impedir que corriera el juego rojinegro y le dejó la responsabilidad del primer pase a Víctor López, el defendor de menores recursos, y a Guzmán, que debió revolearla a las apuradas al tener obstruidos los canales de pase.
Y si bien el partido pudo torcerse con las jugadas de Pérez, Muñoz o Figueroa, tuvo Central la perspicacia de pegar en el momento adecuado. Y de morder en cada resquicio de la cancha en ese segundo tiempo de pesadilla para el incómodo puntero del torneo.
Con más peones que alfiles, con mucha tozudez y una entrega conmovedora, Central borró las diferencias que existían (y quizás existen en su contra) y se regaló un premio tan merecido como soñado.
Javier Cigno
Yo vi el mejor planteo táctico del campeonato. Sí, el mejor planteo táctico del campeonato. Porque de un lado había un equipo limitado, que pelea por la permanencia, y del otro estaba el mejor equipo del año del fútbol argentino (actual campeón y único líder). Que tiene: al jugador más desequilibrante de nuestro fútbol, dos laterales de selección, uno de los mejores estrategas del país, el defensor más seguro y experimentado y un funcionamiento colectivo eficaz y aceitado.
Ante tanta diferencia en la previa, había una única manera de ganar: con un planteo inteligente desde el banco que debía ser cumplido rigurosamente por los jugadores. Se trataba de presionar con orden para que el rival no potenciara sus virtudes, que las tiene y muchas, y tener eficacia frente al arco rival. El mismo planteo que debió y no se animó a hacer, por ejemplo, Ramón Díaz una semana atrás.
Russo sí lo hizo y desde allí empezó a ganar el clásico. Un clásico que le sirve a Central para demostrarse que tiene con que y al propio Russo para confirmar que aun sigue siendo un hábil e inteligente entrenador.
Pablo Paván
Yo vi el entorno del espectáculo que rodeó al partido de fútbol. Hay momentos para los análisis tácticos, para discernir que estrategia tuvo más éxito, incluso para evaluar el grado de influencia que tiene la efectividad en el desarrollo del juego. Pero como estuvimos desde temprano y nos fuimos bastante tarde del Gigante, vimos todo lo que pasó por la periferia del verde césped.
Desde el móvil me tocó ver el fluido ingreso del público, el tránsito ordenado de los vehículos, la llegada de los planteles, -incluida una bomba relativamente inofensiva pero bomba al fin al micro de Newell’s-, el repudio a los que lanzaron los proyectiles que juntaba Guzmán, el folklore bien y mal entendido y hasta alguna discusión menor en la sala de prensa.
Si bien colaboró el resultado para la desconcentración del público local, por las consultas que hice con los agentes de seguridad hasta me pareció que tomando en cuenta la ebullición propia del partido, todo había salido medianamente bien y me ilusioné con volver a vivir otro clásico y disfrutar de una paz absoluta.
Se me ocurrió hacer una última recorrida con mis compañeros y lamentablemente, cambiamos la mirada. Mientras nos íbamos, la barra saludaba a algunos amigos periodistas, los efectivos los miraban cómplices y el tiempo siguió pasando, inexorable, para que nada cambie y todo siga igual de mal. Ese también es un clásico rosarino.