Hace 21 años, el compositor, cantante y productor Lisandro Aristimuño editó su primer disco, Azules turquesas. Le siguieron otros siete álbumes de estudio en los que cruzó rock, pop, folclore y música electrónica para crear un universo de historias sonoras.
El niño que bajó corriendo las escaleras de la casa familiar en Viedma para preguntarle a su papá “qué era eso” cuando escuchó por primera vez “Yendo de la cama al living” (Charly García), el adolescente fascinado por el OK Computer (Radiohead) y el adulto que compró “hace poco” el último disco de Paul Simon, “en vinilo”, se define en el presente como “cantautor” y “melómano”.
Desde el último mayo, está de gira con el trío que integra junto a Lucas Argomedo (bajo) y Martín Casado (batería); un formato nuevo para las más de dos décadas que lo preceden como músico profesional, independiente y autogestivo.
“El trío me permitió presionar las canciones hacia otros modos y despojarlas de tantos arreglos", explicó Lisandro Aristimuño a Rosario3.
El penúltimo de los conciertos de la mencionada gira es en Rosario, este viernes a las 21, en La Sala de Las Artes (Güemes y Suipacha).
El recital recorre canciones de los ocho discos versionados “en una nueva sonoridad que me tiene muy feliz y a la gente, también. Al menos, es lo que me dicen en los comentarios”, confió el músico, que canta, toca la guitarra y los teclados, y dispara pistas desde el escenario.
En el show, el triángulo –más que tridente– dialoga entre “los momentos acústicos” y “la electrónica”: “En este formato, las canciones tienen un plus respecto a las versiones de los discos. Así que, hay que ir al concierto. Después, terminamos todos bailando porque se arma una fiesta tremenda”, espoileó Aristimuño, en el diálogo telefónico.
—¿Hay planes de grabar un nuevo disco en formato trío?
—Está la idea de grabar un nuevo álbum y podría ser en formato trío. Esta formación me abrió unas ventanas nuevas en la creación, pero si estoy de gira, me comprometo con los conciertos, sobre todo, con la salud, con cuidarme y poder llegar a los lugares bien. La composición y la construcción de las canciones son en el tiempo libre. Cuando me pongo a componer, me agarra esa adrenalina de querer crear. En realidad, esa es mi raíz, yo soy un cantautor, un compositor.
La autogestión me dio lo más importante para mí, que es la música en sí, la creación. Sacar los discos cuando quiera, sin tener apuro, elegir la tapa, la cantidad de canciones, a quién invito y a quién no.
—Por lo que contás, estás todo el tiempo pensando en la música
—Me siento muy cómodo con lo que soy, con mi oficio y con la música. La música es mi compañera de siempre. Soy un melómano.
—Hace más de 20 años que planteaste un camino autogestivo, ¿qué te dio y qué te quitó esa decisión?
—Me dio muchísimo. Me dio lo más importante para mí, que es la música en sí, la creación. Poder sacar los discos cuando quiera, sin tener apuro, elegir la tapa, la cantidad de canciones, a quién invito y a quién no. Que una compañía no me ponga a alguien para entrar en México, ¿no? Todas esas cosas me dieron mucha libertad en la creación. La independencia me dio esa libertad. Y, por otro lado, el apoyo económico me hubiera ayudado un montón. Qué sé yo, el hecho de que te banquen una pegatina anunciando que salió el disco nuevo o que te banquen un spot en la radio. Por ahí, más promoción que otra cosa. Eso cuesta un poco más porque no tenemos ese dinero. Los únicos medios con los que contamos son internet y el boca a boca. Me hubiera gustado ese empujón, pero es tan bueno lo otro que no me quejo. Se equilibra.
A la hora de componer y hacer discos, cuanto más géneros y estilos haya, más feliz soy.
—Con Vandera, grabaste “Mi Trap” y con Fernando Kabusacki, también de Rosario, un disco hermoso como =EP8. ¿Hay planes de un volumen 2?
—Es un disco que hicimos en pandemia con Fer, de casa a casa, y ni siquiera nos conocíamos. Nos hablábamos por teléfono y nos pasábamos la música. Así estuvimos. Fue como un disco medio de carta, de correo. Después, nos conocimos y ahora, con Kabu, somos muy amigos. Me convocó para dirigir una versión de Bocanada (Gustavo Cerati) que se hizo en el CCK y, hace poco, me llamó porque estaba grabando un disco con su hija, Uma. No sé si una parte dos de =EP8, pero siempre está la idea de hacer cosas con Fer. Yo lo admiro mucho.
—Vuelvo a la definición de “melómano” y le agrego “disfrutar de mezclar distintos géneros”. ¿Eso estuvo desde siempre o apareció con el tiempo?
—Debe haber estado desde siempre. Pienso que tiene mucho que ver con mi infancia. En mi casa, mis viejos escuchaban mucha música. Había casetes muy variados y estaba todo mezclado: el folclore, el jazz. Y yo me acostumbré a escuchar así. De repente, sonaban música clásica, Violeta Parra, Silvio Rodríguez, King Crimson, los Beatles y así. Todo era una ensalada hermosa que disfrutaba. A la hora de componer y hacer discos, soy igual: cuanto más géneros y estilos haya, más feliz soy. Incluso los artistas que más me han influenciado son así: Peter Gabriel, David Byrne, Paul Simon. Ellos toman músicas de otros lugares y las mezclan con lo suyo. Esos genios son mis referentes a la hora de hacer discos.
Con el trío, , las canciones tienen un plus respecto a las versiones de los discos. Es una nueva sonoridad que me tiene muy feliz.
—¿Cuál fue el primer tema que escuchaste y dijiste: “Yo quiero hacer música”?
—No sé si tengo el recuerdo exacto. En la adolescencia, me marcó mucho Radiohead. Cuando escuché OK Computer, pensé: “Me encantaría hacer esto”. Pero antes… Charly García. Me acuerdo de que mi viejo puso el disco Pubis angelical un domingo al mediodía, a todo volumen, y arrancó “Yendo de la cama al living”. Yo bajé corriendo y le pregunté qué era eso. No entendía nada. Era como si hubiera bajado un ovni. En ese momento, también pensé: “Yo quiero hacer eso”. Después, ya te mencioné el disco Bocanada, que me impactó muchísimo. Escuchar la canción “Raíz”, con esa mezcla de música electrónica y folklore. Eso fue un disparador tremendo y hermoso.
—Comentaste que compraste el último disco de Paul Simon (Seven psalms) en vinilo. ¿Cuántos tenés?
—Unos dos mil.
—Un par de paredes, parte de una habitación…
—Sí, ya en el living de mi casa no entra nada más (risas)
—¿Cómo los organizás: por género, bandas+solistas, décadas?
—Si tengo la bendición de tener la discografía completa, los discos están todos juntos, pero si no, los organizo más por la onda. Por ejemplo, el día que quiero escuchar algo más roquero, busco en la batea que tiene bandas como Led Zeppelin, Soundgarden, Stone Temple Pilots o Pearl Jam. Y si quiero escuchar algo más electrónico, voy a la batea en la que tengo a Moby, Fat Boy Slim. Un poco así.
Escucho lo que me llega por el lado de mi hija, que tiene 13 años. A ella le gusta mucho la música y me muestra cosas nuevas. Ahí levanto la oreja
—¿Cómo te llevás con los “lanzamientos” y la “música nueva”?
—Soy bastante selectivo porque tampoco tengo tanto tiempo. Escucho lo que me llega por el lado de mi hija, que tiene 13 años. A ella le gusta mucho la música, por suerte, y me muestra cosas nuevas. Ahí levanto la oreja, pero no soy de investigar. Eso ya me pasó y lo hice mucho en un momento. Ahora, tengo 47 años y la cabeza quiere estar más tranquila. Hay cosas nuevas que están buenísimas. Por ejemplo, voy a ir a ver a Wos con mi hija. Después, hay otras que no me gustan y que no entran en mi mundo.
—¿Qué tema ajeno te hubiera gustado componer y por qué?
—Una canción de Spinetta… “Barro tal vez”. Es una canción que, cuando la escuché por primera vez, lloré. Imaginate. Creo que tenía 11 o 12 años. Me hubiera encantado componerla por lo que generan la letra y la canción en sí.
Las entradas
Las entradas para el recital de Lisandro Aristimuño y su trío de este viernes, a las 21, en La Sala de las Artes, pueden adquirirse en la web www.lisandroaristi.ar.