Rubén Rada nació en Montevideo el 16 de julio de 1943. Es músico, cantante, compositor, referente del candombe –al que le corrió los límites para fusionarlo con el jazz y el funk– y es un “crédito” en varios discos del rock argentino.
Admirador de Carlos Gardel y Ray Charles, se animó a escribir sus propias canciones “después de escuchar a Los Beatles”.
Puede ir del chachachá y la salsa, al tango, el samba, el flamenco, el beat y el soul, pero no conoce a “Don Spotify”. Tampoco sabe “quién lo votó ni por qué maneja la música del mundo”
Empezó a cantar a los diez años en las mesas de los bares y en las calles del Carnaval. Cuando pudo, armó “una gran banda”, pero perdió plata. Y cuando el éxito “comercial” lo llevó hasta las hinchadas en los estadios, el “corralito” le mancó los recitales.
A un mes y días de cumplir 79 años, asegura que la música es su don. Para prueba: editó entre discos solistas, en vivo, con otros músicos y en grupos (El Kinto, Totem y Opa, entre ellos) más de 50 placas.
El candombe es un ritmo. Los músicos somos quienes lo hacemos distinto”
El próximo en la lista es Candombe con la ayudita de mis amigos, un álbum colectivo y con reversiones cuyo primer corte es “11 y 6”, el tema de Fito grabado junto a Páez.
Un recorrido por ese frondoso árbol musical es lo que Rubén Rada ofrecerá este viernes a las 20.30 en el teatro La Comedia en el marco de la gira A la vuelta de Japón.
“Tocar en Japón fue una experiencia fue muy linda, aunque medio escabrosa porque fuimos en pandemia. Tuvimos que estar encerrados tres días. Después, íbamos a ensayar o a tocar todos juntos, en una burbuja. Pasados los 14 días, la gente empezó a salir y yo me enfermé de la cintura, con un dolor de horrible de columna. Así que conocí Japón por las ventanas de los trenes, de los aviones, de los hoteles (risas). Eso fue, digamos, la parte fea, pero los conciertos fueron increíblemente maravillosos”, dijo “El Negro” en la charla telefónica con Rosario3.
—¿Cómo surgió la idea de grabar con Fito Páez “11 y 6”?
—Con Fito somos muy amigos. Hace tiempo que teníamos ganas de hacer algo juntos. Él grabó conmigo en el disco Miscelánea negra (1997) «El mundo entero» que es como un joropo. Nos tenemos mucho cariño y te cuento de dónde: cuando yo tocaba en Jazz y Pop (bar de Buenos Aires) en el año 1979 o 1980, Fito iba con unos amigos y se sentaba adelante a escucharme. Como hacíamos dos vueltas, yo bajaba del escenario y me quedaba con los chiquilines a charlar. Pero nunca supe que (uno de ellos) era Fito. Después de mucho tiempo, me lo contó. Siempre charlaba con los pibes. Entiendo que los chicos crecen y uno tiene que estar atento pues, de repente, te encontrás con un genio como Páez, por ejemplo.
Cuando empezamos a tocar con Eduardo Mateo nos decían que «eso no era candombe». Y tenían razón, era «candombe beat»"
—¿Cómo fue el encuentro con el rock argentino en los 80, al frente de La Banda, a tu regreso de Estados Unidos?
—El primero que me ayudó fue León Gieco. Tocamos en un festival de rock en La Rural. Era mi primera vez con La Banda en Argentina. Él tenía que terminar el concierto y me dejó a mí. Cantó y después dijo algo de que «iba a presentar al mejor artista del Río de la Plata». Ahí fue que estrené “El rock de la calle”. Ese día se fueron cantando más de diez mil personas «calles, romper el rock and rol de las calles».
—¿Y con Charly García?
—Con Charly fue rarísimo. Yo había grabado con Opa un disco que había vendido 30 mil copias. Entonces un día, caminando por la calle, me saluda un flaco: «Eh, Negro...» y eso. Después de unos años, tocaba con mi banda y me vinieron a ver los Serú Girán. Ahí lo miro y digo «yo a este flaco lo conozco». Fue una emoción increíble. Bueno, para mí, los tres “flacos” son lo más grande (Spinetta, Páez y García).
—Corriste los límites del candombe. ¿Hubo quien te miró de reojo y con el tiempo te reconoció eso?
—Cuando empezamos a tocar con Eduardo Mateo hacíamos “candombe beat”. Así le decíamos porque en Uruguay se tocaba de otra manera: con una guitarra acústica y tambores, nada más. Nosotros le pusimos guitarras eléctricas y yo tocaba las congas. También por una necesidad: no había dinero para tener tres tambores en el escenario y queríamos tocar una música distinta....Entonces, los tipos decían que «eso no era candombe». Y tenían razón, era candombe beat. Después, con el tiempo, cuando me hice famoso y pude pagar tambores y caños (instrumentos de viento), empecé a armar bandas grandes, para perder plata. Los músicos queremos tocar con todo lo mejor. Los conciertos eran a pérdida. En la época de “Cha-Cha, muchacha” (Quien va a cantar, 2000), éramos diez músicos. Sonábamos un disparate. Y el bolsillo también era un disparate. Pero estoy contento con lo que hice desde la época de El Kinto hasta ahora.
Me junté con Cachorro y le dije «quiero vender discos». Entonces me dijo: «Bueno, tráeme las canciones pero no vengas al estudio»"
—Ese “refinamiento” en tus discos hizo que seas un músico respetado al que también cantan las hinchadas. ¿Cómo lo ves vos?
—Siento como que llegué al cielo. Un tipo al que las hinchadas le cantan las canciones tiene que estar re feliz. Cuando llegas ahí, sos un artista del pueblo. Eso se lo debo a Cachorro López. En un momento, cuando se puso de moda “Qué tendrá petiso”, Alcides, Gladys La Bomba tucumana, yo venía del rock y no me salía cantar eso. Así que me fui a México cuatro años. Cuando volví, me junté con Cachorro y le dije «quiero vender discos». Me dijo: «Bueno, tráeme las canciones pero no vengas al estudio». Porque yo le meto mi impronta a los temas y eso es lo que emociona a los músicos, pero no vende discos. Ahí sacamos “La plena” (“Muriendo de plena”) y “Cha-cha muchacha”. Fue un golazo. Pero para que veas lo injusta que es la parte musical de la vida, en ese tiempo me agarró el corralito y no pude hacer un solo show. No se podían sacar más de mil pesos del banco.... Me llamaban de Rosario, de Córdoba, de todos lados para tocar. Me decían «Negro, vení que cuando se arregle te mandamos la plata».
En referencia al disco Candome con la ayudita de mis amigos, Rada manifiesta su deseo de que "la gente se enamore del candombe”. Por eso llamó a Fito, Coty, José Luis Perlales, Adriana Varela, Fernando Cabrera y Julia Zenco para grabarlo,
“El candombe es un ritmo. Los músicos somos quienes lo hacemos distinto, lindo o feo”, sentencia.
—¿Quiénes fueron tus maestros?
—Carlos Gardel, Ray Charles y Los Beatles.
—En 78 años editaste más de 50 discos. ¿Hay algún método?
—La música es un don que tengo. El don que no tengo para otras cosas (risas). En mi casa, no cuelgo un cuadro, no toco una canilla; soy un desastre, pero si se trata de hacer música, de componer para otros o de inventar canciones en los cumpleaños, ahí sí. Lo hago desde que tenía diez años. Tengo 68 años de carrera, contando haber salido en Carnaval con las comparsas a los diez años.
—Y ahí ya sabías que querías hacer música
—Sí, ya cantaba y tocaba arriba de las mesas, imitaba cantantes, hasta que aparecieron Los Beatles y me volví compositor. Ellos abrieron las mentes de un montón de músicos.
Hoy digo que hago “world music”. Toco la música del mundo"
—¿Qué tema ajeno te hubiera gustado componer?
—“Georgia on my mind”, de Ray Charles. Es la balada más hermosa escuché en mi vida. Le robé prácticamente todo: el estilo, la forma de cantar. La angustia que tengo al cantar se la saqué a él.
—Digo una obviedad, pero hay mucho oído ahí...pienso en la fonética
—Es que era muy chiquito y plumereaba las 800 butacas de Cine Premier de mi barrio. Entonces, en una tarde me veía, no sé, cinco películas matiné. Tuve que usar lentes porque me hice la vista a la miseria. Observaba y escuchaba mucho. Así también fui aprendiendo canciones de Los Beatles, de Nat King Cole o de quien fuera. No sabía qué decían, pero tengo oído para los idiomas. Es pura fonética. No estudié nunca ninguno. Tampoco música. Hoy digo que hago “world music”. Toco la música del mundo.
En el marco de la gira A la vuelta de Japón, Ruben Rada se presenta este viernes a las 20.30 en La Comedia (Mitre 958). Las entradas para el recital pueden adquirirse en la boletería del teatro, de 9 a 19, y dos horas antes del comienzo del show. También a través del sistema 1000tickets.com.ar.