Dos vecinas que viven en un country son encerradas en un sótano por la empleada doméstica de una de ellas. Afuera, llega la plaga. De esto va la comedia negra escrita y dirigida por Alexis Muiños Woodward y protagonizada por Giselle Badia y Lucila Grand, que se presenta, en su última función, este sábado 11 de octubre a las 21, en el Teatro CET, San Juan 842. “Es una historia sobre la artificialidad de los vínculos, la identidad y las categorías que estructuran y organizan nuestro mundo”, resumió el dramaturgo sobre la puesta, en una entrevista con Rosario3, en la que examina de cerca su propia creación.
–¿Cuál es la historia que buscás contar en Plaga?
–Una historia que a través del uso del absurdo pueda dar cuenta de esa otra historia que construimos en el cotidiano y a la cual naturalizamos como “realidad” a pesar de su carácter arbitrario y ficcional. Con ese criterio, en la obra se llevan al paroxismo los prejuicios y convenciones sociales absurdas que configuran nuestra sociedad. Concretamente narra la historia de dos vecinas que viven en un country (barrera urbana simbólica y material por excelencia) y son encerradas en el sótano de la mansión de una de ellas por la empleada doméstica, ante la incipiente amenaza de un extraño virus que acecha en ese barrio privado. Ambas vecinas quedan entonces atrapadas y con el correr del tiempo van evidenciando extraños síntomas que sugieren que ya estarían infectadas, a medida que sus conductas se van enrareciendo y sus identidades se van alterando. Es, de algún modo, una historia sobre la artificialidad de los vínculos, la identidad y las categorías que estructuran y organizan nuestro mundo.
–Definiste tu obra como “una comedia negra sobre la Argentina blanca”, ¿a qué te referís?
–Me refiero a que es una comedia absurda en la cual el “humor negro” funciona como un catalizador de situaciones disparatadas que exponen por hipérbole la conducta social racista y clasista de gran parte de nuestra sociedad argentina, específicamente la clase media y alta que históricamente se identifican con los valores e ideales occidentales y que vienen siendo artífices y cómplices del sometimiento y exterminio de las comunidades originarias y de los pobres en general, más allá de su color de piel. De hecho, es llamativo que nuestro país sea el único en el mundo en el cual es habitual referirse a los pobres como “negros” por más de que no pertenezcan a esa raza. Es un uso insultante que se le da al término, lo que revela el profundo racismo y clasismo intrínseco a nuestra sociedad ampliamente fascista, que desde el falso progresismo hasta la derecha más rancia termina postulando el eurocentrismo genocida de figuras históricas como Sarmiento que claramente abogó por el exterminio de los indios en Facundo.
–¿Cómo son los dos personajes femeninos y cómo se desenvuelven en la trama? ¿Qué les sucede? ¿Qué le dejan a los espectadores?
–Los personajes son en un punto dos estereotipos de esa nueva clase alta argentina; bruta, cínica, clasista y racista, excluyente y endogámica, totalmente vacía en su banalidad y consumismo irreflexivo. Las protagonistas son Pilar Hamilton y Sara Goldberg, dos vecinas que viven en un country. La primera es una hija adoptada por una familia tradicional de apellido inglés, que niega su origen desclasado, identificándose con la clase acomodada a la cual actualmente pertenece. Está casada y es madre. La otra pertenece a una familia judía rica y conservadora, y está embarazada. Ambas son íntimas amigas y sus maridos juegan juntos al golf, pero conforme va avanzando la trama se van revelando oscuros secretos, a la vez que ambas van dando señales de estar posiblemente infectadas por ese extraño virus que acecha en el country.
La verdad oculta entre ellas va aflorando junto con los síntomas que van incrementando la confusión y la tensión en el encierro. Lo que la obra le va dejando al espectador es la sensación de que la “identidad” de los personajes se va desdibujando, desintegrando, lo cual habilita a pensar nuestra propia identidad como una ficción a la que intentamos constantemente darle coherencia. Es también un modo de interpelar al espectador en relación a sus creencias y conductas cotidianas que no suelen ser tan voluntarias ni inocentes como parecen… Un modo de pensar al lenguaje mismo y la subjetividad como un virus alojado en nosotros y al que ni siquiera percibimos. En ese sentido creo que el teatro permite, a través de la ficción, percibir justamente la realidad más allá de su apariencia, por lo cual no busco la identificación y auto-confirmación del espectador sino más bien su duda y desestabilización.
–¿Cómo fue el proceso de creación?
–El proceso de creación surgió primero en la escritura en el 2018 (el proyecto fue seleccionado en la convocatoria “Escena Santafesina” en la categoría “Producción emergente”) y luego en el trabajo con las actrices, con quienes ensayamos a lo largo de un año, estando a punto de estrenar la obra (que originalmente se titulaba “Cuarentena”) en abril del 2020, cuando tuvimos que suspender el estreno por la “cuarentena real”. Fue así que pudimos finalmente estrenarla en el 2022 con el nuevo título de “Plaga”, y volvimos a realizar funciones en Rosario y Buenos Aires en el 2023 y 2024.
La versión que se verá este año no varía de aquella primera versión en su narrativa o estética, pero lo que sí varía es el contexto, una Argentina que está aún más degradada todavía que en aquellos primeros meses del 2022 en los que se comenzaba a retomar la “normalidad”, una normalidad que en realidad es la más pura irracionalidad que se viraliza a través de esta sociedad infectada de inercia y crueldad. En ese sentido, hoy la obra se resignifica aún más en su alegoría de una época absolutamente signada por lo abyecto a un nivel patológico.
Ficha técnica
Género: Comedia negra.
Dramaturgia y Dirección: Alexis Muiños Woodward
Con la actuación de: Giselle Badia & Lucila Grand
Gráfica: Marina Taylor
Prensa: Sebastián Tiscornia