Javier Milei confirmó que hará cambios en el gabinete después de las elecciones del domingo próximo. Los movimientos incluirían el blanqueo de Santiago Caputo, que hasta ahora era un ministro que articulaba política y poder sin ocupar un cargo formal, lo cual le permitía operar y controlar empresas y áreas críticas del Estado sin tener que dar explicaciones ni rendir cuentas puertas afuera. Otros funcionarios eran quienes ponían la firma y asumían la responsabilidad legal de sus órdenes.
La autodestructiva interna con Karina Milei casi saca a “Caputito” del gobierno, pero el jefe de las Fuerzas del Cielo sobrevivió, no solo porque las estrategias parlamentarias y electorales de la hermana del presidente y los primos Menem dinamitaron la gobernabilidad, sino porque, a los ojos de los círculos empresarios, gobernadores y algunos líderes parlamentarios, aparece como un interlocutor fiable y con llegada directa al presidente, a diferencia del voluntarioso Guillermo Francos, actual jefe de Gabinete. No debe olvidarse que “Caputo chico” es socio fundador de la aventura que llevó a Milei a la Casa Rosada y quien moldeó el carácter del proyecto libertario argentino.
Santiago Caputo se destaca como posible ministro por la centralidad que tiene en el gobierno y su ascendiente sobre Milei, pero la clave es si el futuro gabinete expresará un cambio sustantivo del presidente en el enfoque de la política y la gestión, y si reflejará acuerdos que garanticen una plataforma mínima de gobernabilidad que hoy no tiene.
En ese aspecto, hay que mirar la evolución de las conversaciones con Mauricio Macri, con sectores empresariales compenetrados con las reformas económicas que Milei promueve pero no sabe cómo llevar adelante, y con los gobernadores con los que va aliado en un puñado de provincias.
El cambio de gabinete es el intento por cumplir con la primera de las tareas que el gobierno de Estados Unidos le impuso a Milei como condición para poner en marcha el salvataje de última instancia que le permitió llegar magullado, pero de pie, a las elecciones del domingo próximo.
Poco se conoce sobre cuánto le va a costar a la Argentina la estruendosa ayuda de capital político y financiero de Trump a Milei. Solo unas pocas cosas están a la vista: la exigencia de madurez, sensatez y búsqueda de acuerdos para llevar adelante el gobierno, y la descarada injerencia de la Casa Blanca en las elecciones argentinas. Peor aún porque se hace en clave de chantaje: si no gana Milei, no habrá generosidad.
No es solo la Casa Blanca. También la élite empresaria argentina lamenta la ceguera y el desorden interno del gobierno. Se entusiasmaron con que Milei diera una vuelta de página definitiva al kirchnerismo, pero concluyen que no ha sido eficiente en esa tarea. Después de todo lo que pasó, y de estar tironeado por internas poco constructivas, el kirchnerismo gana tiempo y protagonismo gracias a los errores del gobierno.
De concretarse el ascenso, Caputo será el puente que restablezca las relaciones con los gobiernos provinciales y sectores parlamentarios que ya no confían en Martín Menem y ven debilitado al jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
Es una tarea que conoce, porque la hacía desde las sombras de la Casa Rosada. Durante 2024 fue la vía de diálogo más franca con los gobernadores y referentes opositores, aunque luego chocaba contra la pared que le levantó Karina Milei. Llegó un momento en el que el oscuro asesor tuvo que sincerarse con sus interlocutores: la creencia del presidente de que la motosierra fiscal resolvería todos los problemas, las internas dentro del gobierno y el aislamiento que le impuso Karina hacían que no pudiera garantizar que lo que él negociaba con los gobernadores después fuera a cumplirse.
Debilitado y salvado por la intervención personal del presidente del país más poderoso del hemisferio occidental, Milei ofrece a su electorado la renovación del gabinete poselecciones, como si eso fuera garantía de algún cambio. Cabe recordar que en menos de dos años y medio Milei cambió ministros, secretarios y subsecretarios como ningún otro gobierno en la historia. Ya en febrero pasado eran más de 70.
¿Está convencido el presidente de buscar aliados, abrir el gobierno y acordar políticas y recursos, o solo se trata de un intento por darle una señal al votante más flexible —aquel que lo acompañó en el balotaje de 2023 y ahora duda de si vale la pena seguirlo—? La clave está en si Milei puede cambiar su naturaleza o si los próximos meses del gobierno serán una remake política de la fábula de “El sapo y el escorpión”.
Santa Fe y el tablero electoral
El diseño de la futura gobernabilidad del país se juega en las elecciones del domingo. En Santa Fe, la clave de los días finales de campaña es la asociación: lograr que el electorado relacione a los candidatos —que tienen, como regla general, un bajo nivel de conocimiento— con sus referentes. Caren Tepp con el PJ, con Juan Monteverde y con Cristina Fernández; Gisela Scaglia con Maximiliano Pullaro; y Agustín Pellegrini con Milei.
Quienes hacen o encargan encuestas coinciden en que la efectividad es baja. Advierten que “de cada 30 o 40 personas consultadas, solo una acepta responder”, lo que obliga a que la cautela reine en los cuarteles electorales.
La elección es por cargos de diputados nacionales, y las preguntas que guían la decisión del voto tienen que ver con la economía, en especial en Provincias Unidas, cuya condición de tercera fuerza y debutante en una elección nacional presenta mayores interrogantes sobre el desempeño que alcanzará en las urnas.
El primer objetivo que Provincias Unidas se propuso en Santa Fe es romper la polarización que históricamente dominó las elecciones intermedias —entre peronismo vs. Juntos por el Cambio, y ahora peronismo vs. La Libertad Avanza— para convertirla en un escenario de tercios. Se intentó muchas veces, no solo en Santa Fe sino en otras provincias, y pocas veces dio resultado.
Santa Fe y Córdoba, por ejemplo, con gobiernos provinciales bien valorados y con buena imagen, apenas si cosechaban una banca, e incluso ninguna, cuando se trataba de cargos legislativos nacionales. De ese piso parten Llaryora y Pullaro, dos protagonistas que buscan, a través de Provincias Unidas, hacer crecer las chances de sumar legisladores propios en el Congreso. La apuesta no es necesariamente ganar la elección, sino mejorar las pobres marcas del pasado.
En el caso de Santa Fe, hay una serie de diferencias con elecciones intermedias anteriores que deben tenerse en cuenta, aunque por sí solas no garantizan que el resultado vaya a ser distinto.
En primer lugar, la lista que encabeza la vicegobernadora Gisela Scaglia no es, como en anteriores oportunidades, una opción provincial huérfana de anclaje en un proyecto de poder nacional.
En otras elecciones intermedias, cuando en la provincia gobernaba el Frente Progresista (2007-2019), el radicalismo jugaba repartido y el PRO era parte de Cambiemos o Juntos por el Cambio. En esta ocasión, Provincias Unidas es una megacoalición que reúne a todos esos partidos y sectores.
Sin embargo, las fuerzas polarizantes son poderosas. El peso de la historia más o menos reciente impregna el proceso electoral. Un interrogante central: ¿qué proporción de votantes del no peronismo siente que debe darle otra oportunidad a Milei?
Un elemento a tener en cuenta es que la mitad del electorado santafesino, hace menos de dos años, le dio un voto de confianza a un outsider al que eligió presidente. Aun disconforme, y considerando que es improbable que esos votantes elijan candidatos del peronismo, ¿visualizan a Provincias Unidas como una alternativa identificada con valores como el equilibrio fiscal que instaló Milei, pero más efectiva que La Libertad Avanza para dejar atrás al kirchnerismo?
Porque para el electorado no peronista también juegan algunos miedos en esta elección: miedo a un retorno del kirchnerismo, por un lado, y a que se desmorone la economía, por el otro. Esto último es curioso. ¿El gobierno de Milei es el garante de que no se desmorone la economía? Como dijo el ministro de Economía de Santa Fe, Pablo Olivares: “No puede el gobierno nacional hacer una bandera del equilibrio fiscal si le pidió a cada santo una vela en un año y medio. Le pidió a los que fugaron o evadieron, después al FMI y ahora a los Estados Unidos. Evidentemente no estamos en equilibrio. ¿Qué equilibrio si está viviendo de prestado? De prestado desde el punto de vista del sistema cambiario, pero de prestado al fin”.
La campaña de Fuerza Patria, en tanto, se reparte entre una polarización de carácter ideológico con “la crueldad de Milei” como blanco y una disputa táctica contra Provincias Unidas por predominar en el campo opositor.
El objetivo del peronismo santafesino es modesto. Su meta: reagrupar y fidelizar su capital electoral histórico. Su oportunidad: la división del electorado no peronista, que tiene que elegir entre las listas de La Libertad Avanza y Provincias Unidas. De ahí su interés en que no se desequilibre la puja por el voto no peronista, porque si eso ocurriera mermarían sus posibilidades de alcanzar lo más alto del podio en el escenario de tercios.