Visité por primera vez una muestra de arte moderno en Buenos Aires, en Costa Salguero, y fue una experiencia que superó mis expectativas. Dejé de lado algunos preconceptos y me encontré con un espacio espectacular, una propuesta de altísimo nivel y varias sorpresas.
Entre tantas obras imponentes, hubo una que me conmovió especialmente: la de Laura Glusman. Frente a su trabajo sentí calma y paz, como si algo cotidiano, al estar enmarcado y presentado en ese contexto, adquiriera una nueva dimensión. Fue un momento íntimo y transformador.
Quiero felicitar sinceramente a Laura Glusman por la sensibilidad de su obra, y también a quienes hicieron posible esta muestra. En especial, a Diego Obligado, cuya gran selección curatorial elevó aún más la propuesta.
El arte, cuando logra emocionarnos y detenernos, cumple su misión más profunda.