El gerenciamiento de la barra brava de Newell’s por parte de la banda de los Monos quedó bajo la lupa con la imputación al presunto cabecilla de los violentos, Guillermo Manuel Sosa, alias Ojitos, por participar del crimen del ex barra Nelson “Chivo” Saravia. En la misma audiencia a Ojitos lo acusaron de integrar una asociación ilícita que “se estructura bajo la modalidad de células autónomas que operan independientemente todas ellas colaborando con un mismo fin común: el dominio territorial para el beneficio económico.”

Al menos hasta 2021, esas “células”, a criterio de los fiscales de la Agencia de Criminalidad Organizada y Delitos Complejos, eran comandadas por cuatro reclusos que responden unilateralmente a Ariel “Guille” Cantero, el jefe de los Monos preso en el penal de Marcos Paz. Estos son Leandro "Pollo" Vinardi, Pablo Nicolás Camino, Damián "Toro" Escobar y Marcos Jeremías "Pato" Mc Caddon

Tres de los cuatro “gerentes” tienen sobre sus espaldas condenas por homicidio. Y las evidencias señalan que el gerenciamiento de la barra sería una de las tantas “marcas” bajo el paraguas de la organización.

En ese marco, a Ojitos Sosa lo ubicaron como un hombre que responde a los intereses de Vinardi. "Además de ejercer dominio territorial en nombre de éste en Villa Gobernador Gálvez y San Lorenzo se encarga de comandar uno de los grupos violentos que integran la barra brava de Newell's Old Boys".

Y sostuvieron que Ojitos “organiza recursos humanos para diversas actividades relativas a la organización interna de la barra”. Y que "dispone de entradas para ingresar al estadio, administra los cuidacoches los días de partidos y el dispendio de comidas y bebidas en los alrededores del estadio”.

El Pollo de Puente Gallego, como se lo conoce en el hampa, fue condenado a 13 años de prisión en 2016 por el homicidio de un presunto narco llamado Sergio Pared. Pero sus comunicaciones desde la prisión le depararon nuevas causas. En noviembre de 2021 fue procesado junto con Guille Cantero y otras 15 personas por un secuestro extorsivo y por haber “organizado y financiado la distribución y comercialización de material estupefaciente, cuanto menos, desde el 24 de julio de 2021 hasta el 2 de octubre de 2021, en las ciudades de Villa Gobernador Gálvez y de Arroyo Seco".

Pablo Nicolás Camino es otro conocido de las crónicas policiales. De 28 años y oriundo del barrio 7 de Septiembre, fue uno de los verdugos de otro fugaz jefe de la pesada leprosa, Rubén “Tubi” Segovia, muerto a puñaladas en su celda del penal de Coronda en 2018. Por este caso le impusieron en juicio abreviado 24 años de prisión. Pero Camino estaba preso desde diciembre de 2015 por otro crimen, el de Andrés Farías, por el que acordó 15 años. Reapareció en marzo pasado, cuando fue imputado como jefe de una asociación ilícita que entre marzo de 2020 y octubre de 2021 estuvo detrás de varios hechos violentos y parte de la venta de drogas en los barrios Godoy, Villanueva y un sector de Triángulo conocido como Bajo Cullen. Una franquicia de Los Monos que desplazó del territorio a personas que respondían a Esteban Alvarado, acaso el principal rival.

Otro hombre de peso entre los violentos de la hinchada rojinegra posee un perfil multifacético. Antes de ser detenido el pasado 24 de marzo, Marcos Jeremías “Pato” Mc Caddon, era también conocido como vocalista y bajista del grupo Plan Rock, fue puntero político y decía estar a cargo de emprendimientos audiovisuales y de confección de ropa. La imputación por asociación ilícita de la Agencia de Criminalidad Organizada y Delitos Complejos lo ubicó como una especie de gerente zonal de  las cajas de negocios sucios de la zona norte, Granadero Baigorria, Capitán Bermúdez, San Lorenzo y Puerto General San Martín. En su estilo negociador, se jactaba de arreglar con políticos y “la gorra de todos los colores”. Su mano derecha, según escuchas presentadas como evidencia, era otro referente de la barra: el ex empleado de la Defensoría de Santa Fe Aldo “Gatito” o “Chemea” Sosa. Ambos confesaban su resquemor con el sector de Pollo Vinardi y Ojitos.

En un pasaje sobre internas en la hinchada, Gatito le dice a Pato: “Cuando te llame este Ojitos decile «no, amigo, yo ya hablé con el dueño del circo, con el Loco (uno de los apodos de Guille Cantero)». No le bajés más nada, nosotros una vez que arreglemos con el Loco ya está, después que nos chupen la verga estos giles”.

El prontuario del cuarto hombre no le va a la zaga de los anteriores. Le dicen Toro y se llama Carlos Damián Escobar. Tiene 34 años y de no ser por haber sumado imputaciones por delitos gravísimos desde su celda ya estaría en libertad. Es que el Toro -preso desde 2013 y fue condenado a 11 años y seis meses como autor del homicidio del empleado metalúrgico Sebastián Soperes, cometido en agosto de 2010 en Villa Gobernador Gálvez- fue procesado en 2018 en el marco de un expediente federal por tráfico de drogas. Pero además posee un pedido de pena perpetua como instigador de un “homicidio calificado por venganza transversal”, es decir, por tener el propósito de hacer sufrir a otra persona con la que mantuvo una relación de pareja.

Según la acusación en la noche del 23 de mayo 2019, el Toro mandó a los dos sicarios que mataron en Necochea y Ameghino a David Nahuel Amarilla (22), un albañil que mantenía una relación de noviazgo con quien había sido su pareja. Como si fuera poco fue acusado como partícipe primario del crimen de Enrique Encino, cometido en contexto de extorsión al casino City Center, por lo cual los fiscales pidieron en noviembre pasado que se lo condene a 20 años de prisión efectiva.