Un tribunal condenó a 17 años de prisión al trapito Nahuel Matías Basualdo, de 29 años, por hallarlo culpable del homicidio agravado de Ismael Barboza, de 19, quien fue acribillado a sangre fría en la puerta de su casa de barrio Alvear en mayo de 2022. El fallo fue dictado por los jueces Mariano Aliau, Pablo Pinto y Carlos Leiva en el mediodía de este lunes, tras un debate de poco más de una semana, donde quedó ratificada –al menos en primera instancia– la hipótesis de la acusación, a cargo de Lisandro Artacho.

Basualdo, apodado Ciruja, fue señalado por testigos como quien, a las seis y veinte de la tarde del 9 de mayo, disparó cinco tiros contra Barboza en la puerta de Biedma al 2825.

Este crimen, uno de los 290 del hiperviolento 2022, no ocurrió en un lugar ni en un contexto cualquiera. La vivienda de calle Biedma donde vivía la víctima había sido allanada doce días antes en el marco de una investigación contra vendedores de droga que respondían a Máximo Ariel “Viejo” Cantero, patriarca de la banda de Los Monos, que por esos días había sido detenido en su casa de Avellaneda al 4500.

De hecho, la madre de Barboza, Viviana Camejo, y una de sus hermanas, Brenda, también quedaron presas como transeras de la red del Viejo. Años después, en 2025, la vivienda que fue escena del crimen de Ismael sería demolida en el marco de la aplicación de la ley de narcomenudeo, vigente desde diciembre de 2023.

Aquella tarde de otoño, los testigos –entre ellos dos amigos de Ismael que jugaban a la PlayStation en el fondo de la casa– escucharon que llamaron a la puerta.

“Negrito, ¿todo bien? ¿Está el Isma?”, preguntó el trapito Basualdo, “el morocho que tiene un lunar o mancha en el cachete izquierdo”, según contó Bichu, el mejor amigo de la víctima.

Barboza fue al encuentro y, apenas asomó por la puerta, recibió tres disparos en el tórax. Trastabilló hasta su habitación y murió frente a sus amigos y familiares.

El trapito, que cuidaba autos a escasos 200 metros, en el cruce de Seguí y Carrasco, fue detenido cinco meses después y reconocido en rueda de personas como el tirador.

Aun con pruebas sólidas y casi tres años de prisión preventiva, el acusado nunca admitió las imputaciones. En el debate intentó desvincularse, alegando que el homicida era otra persona que estaba detrás de él, entre otros pretextos que no lograron sostenerse. Tampoco pudo explicar por qué esa tarde escapó tras el ataque si, como dijo, era inocente.

El móvil del crimen es difuso. En el juicio apenas se mencionó la existencia de “una bronca” entre Basualdo y Barboza, aunque los testigos no abundaron en los detalles de ese conflicto. Para la Fiscalía, el contexto narcocriminal que rodeó al caso –es decir, la actividad delictiva de los familiares de la víctima– aparece como un elemento accesorio, no determinante para explicar el homicidio.

Finalmente, el tribunal condenó a Basualdo a 17 años de prisión por homicidio agravado y portación de arma. El fiscal Artacho, que heredó la pesquisa en el último tramo, había pedido 25 años.