Pasa en Argentina: un teatro lleno de artistas no es inusual. Verlos agrupados en la platea aplaudiendo “clientelarmente” a un pastor impacta. ¿Es un espectáculo? ¿Una reunión de fe? ¿Un evento político? ¿El lanzamiento de una campaña? 

“Presidante”, el proyecto del comunicador y pastor Dante Gebel, es, según su autor, una plataforma de reflexión y charlas sobre “liderazgo, poder, fe, política y cultura contemporánea”. “No es un partido ni un espacio electoral”, sino “un dispositivo discursivo” desde el cual Gebel piensa la figura del presidente como “rol simbólico, y casi performático”. En este tiempo y lugar no hay espacios para no pensarlo distinto: el permanente coqueteo con una escena impulsada por la política tradicional. ¿Gebel Presidente? 

Cinco años atrás se estrenó “El Reino”, una serie de televisión argentina donde un pastor evangélico llega a la presidencia a través de conspiraciones y la muerte del líder natural de su espacio. Después del asesinato, el pastor (candidato a vice) llega al cetro político. El impacto de la serie fue anticipatorio. Sin bien sucia por la trama conspirativa, la serie repensaba el avance del poder religioso en la organización política. 

La presencia de varios credos ofreciendo sus piezas, libros, creencias y fieles a gobiernos en el mundo está ligada a la misma génesis del poder. El lobby religioso es común en el poder político. Es histórico, transversal y adopta formas muy distintas según el país, la época y el sistema institucional. 

No es un fenómeno nuevo ni marginal: las religiones, especialmente cuando tienen capacidad de movilización social y recursos económicos, suelen actuar como actores de presión que buscan incidir en leyes, políticas públicas y agendas culturales. En las democracias consolidadas aparece de manera institucionalizada (fundaciones, ONGs, asesorías, vínculos con legisladores); pero en democracias frágiles (y hay decenas de ejemplos) puede derivar en liderazgos confesionales que aspiran directamente al poder.

La aspiración de Dante Gebel, impulsada por un fuerte sector de las tradiciones políticas argentinas, ocupa un capítulo que aún se escribe. Es un nuevo impulso de la aparición de líderes inesperados en la política argentina: personas que de la noche a la mañana ocupan sorpresivamente lugares de poder. 

Gerardo Castillo Ceballos, pedagogo español, trabajó mucho acerca de una pregunta esencial: cómo se forma una persona capaz de sostener a otros. En 2012 editó el ensayo “Líderes inesperados”, donde cuenta historias de personas que no estaban destinadas a liderar, pero que, empujadas por una crisis, una responsabilidad o un llamado interior, terminaron haciéndose cargo. 

Los ejemplos abundan. Donald Trump, Javier Milei, Zelensky en Ucrania o Bukele en el Salvador. En 2012 sin embargo (cuando el libro fue editado) Barak Obama, Ángela Merkel, Vladimir Putin, Xi Jinping, David Cameron y François Hollande eran “los dueños” del poder. Casi todos esgrimiendo promesas de cambio social en plena incertidumbre social.

En Líderes inesperados (2012), Gerardo Castillo Ceballos no piensa el liderazgo como fenómeno electoral ni como construcción de poder, sino como una respuesta moral ante una carencia concreta. Sus líderes no emergen por estrategia ni por cálculo, sino porque una situación límite los obliga a hacerse cargo cuando nadie más lo hace. No se trata de carisma ni de épica, sino de carácter: una autoridad que no nace del sistema ni de sus rituales, y que justamente por eso resulta incómoda, difícil de domesticar y, muchas veces, vulnerable cuando es trasladada al escenario de la política de masas.

“Creo que los liderazgos que son vistos como inesperados casi siempre surgen de algo que estaba latente”, dice ante la pregunta Luciano Olivera, consultor político de la gestión de Pablo Javkin. “Es usual escuchar en los estudios cualitativos de opinión pública cómo aparecen reflexiones sobre carencias no atendidas por lo establecido. En contextos de crisis o de cansancio o de ruptura social (una guerra, una pandemia), ese sentimiento suele agudizarse. Entonces, si algo aparece de pronto, y en un corto tiempo es seguido por mucha gente, es porque había una necesidad. Ante esa necesidad, ante ese espacio vacío y reclamado en general de manera no organizada, ahí sí puede que surjan quienes lo encarnen. Esos liderazgos “inesperados” (prefiero pensar que no eran los esperados por el sistema, pero que ya estaban ahí y a punto de cuajar) surgen todo el tiempo y en todos los tiempos. A veces son fugaces y cumplen más bien la función de un revulsivo, otras veces cambian paradigmas y son más extensos en el tiempo”, concluye.

Para el politólogo peronista Juan Gianni, se puede hablar de liderazgos inesperados después de pensar qué entendemos por liderazgo y qué entendemos por inesperado. “Los liderazgos son consecuencias de un momento de una sociedad. Esos liderazgos emergen como una suerte de anuncio de lo que estaba ocurriendo y no había sido debidamente advertido”, afirma.

“Yo creo que toda sociedad tiene situaciones que llevan a la mutación drástica, de cambio inesperado. Y los liderazgos son la expresión de eso. En nuestro país hubo cuatro momentos así: Perón, una figura desconocida, poco tiempo antes de aparecer como líder, otro fue Carlos Menem al calor de un tiempo internacional nuevo (la caída del muro de Berlín, la hegemonía de Estados Unidos y el fracaso del estado benefactor del propio peronismo). Néstor Kirchner también inesperadamente aparece como la reencarnación del peronismo histórico girado a la izquierda a partir del agotamiento del ciclo neoliberal del propio Menem. Y si uno mira la figura de Milei, es como la encarnación de un liderazgo que toma una especie de anti peronismo clásico, una rara combinación rara del liberalismo económico con conservadurismo moral”, explica.

El panelista de tele alocado y verborrágico Javier Milei transformado en un líder mundial del pensamiento libertario. Donald Trump, con su historia, a cargo del botón rojo del poderío nuclear animan e invitan a que los sicarios del poder y los profesionales de la política busquen en las esquinas de la decepción una figura que les permita seguir manejando los hilos.

Los líderes inesperados, explica Castillo en su libro, surgen desde afuera de ese entramado: “Actúan antes de aprender a negociar sus convicciones, y por eso resultan incómodos, difíciles de encasillar y, muchas veces, rápidamente neutralizados o desplazados cuando el sistema intenta absorberlos. No son ingenuos por naturaleza, pero sí resisten mal las lógicas de transacción, porque su legitimidad no nace del acuerdo”.

Ahora algún codicioso tienta al pastor y conferencista Dante Gebel, que en 2026 girará por todo el mundo con su prédica “política religiosa presidencial”. En la mirada de Presidante, El Reino funciona como advertencia y espejo: la política cuando se vacía de argumentos se llena de dogmas, y cuando pierde lenguaje democrático busca refugio en la fe como atajo emocional. 

¿Los líderes inesperados surgen porque la sociedad los necesita o porque el sistema los fabrica cuando ya no sabe cómo seguir? 

La tentación no es religiosa: es política. Cuando la democracia se vuelve frágil, el poder busca refugio en el dogma. Promete sentido donde hay intemperie y obediencia donde debería haber discusión. El riesgo no es que un pastor hable de política, sino que la política deje de hablar como tal y empiece a pedir fe. Porque el día que aceptemos creer en lugar de deliberar, ya no habrá ciudadanos: habrá fieles. 

Cuánto faltará para escuchar: “Señor presidente, perdone nuestros pecados”.