Todos recordamos que fue durante los primeros meses de este año que comenzó en nuestro país la vacunación y que fueron los trabajadores de la salud más expuestos los primeros en recibir la vacuna de origen ruso, Spuknik V.

Este proceso funcionó aceitadamente y pronto la mayoría de aquellos que decidieron vacunarse completaron el esquema con su segunda dosis.

Como sabemos, los resultados han sido ampliamente satisfactorios en seguridad y eficacia reportándose muy pocos casos de infecciones en el sector y muchos menos aquellos con características severas. 

Estar frente a un enfermo ya no es tan grave y el riesgo de contagio junto al inevitable estrés se realiza con mucha menor presión comparado al año anterior donde sólo se contaba con una compleja vestimenta como única defensa ante el virus. Todos recordamos con respeto a aquellos que dieron su vida para cuidarnos.

En esos meses también comenzaron las vacunaciones a las personas de más alto riesgo, fundamentalmente a los adultos muy mayores.

Siete meses después de haber sido inmunizados y ante la conocida presencia de mutaciones con posibilidad de eludir la protección obtenida, recibimos con frecuencia la inquietud sobre la duración de la protección, la conveniencia o no de una tercera dosis y la factibilidad cierta de obtenerla.

Yo agregaría unas preguntas más. ¿Porque las máximas autoridades sanitarias dicen que no es el momento de hablar de las 3ra dosis en nuestro país? De no tomarse las previsiones del caso, podrían llegar a encontrarse los equipos de salud en las mismas condiciones de vulnerabilidad que el año anterior? 

Algunas respuestas están surgiendo desde las máximas autoridades sanitarias de los Estados Unidos que recientemente han publicado una preocupante Resolución Conjunta.
La FDA, el CDC y el  NIH han dejado claramente expresado que "la protección actual contra las enfermedades graves, la hospitalización y la muerte podrían disminuir en los próximos meses entre aquellos que fueron vacunados durante las primeras fases del lanzamiento de las vacunas y que ya existen evidencias suficientes de que la protección contra el SARS-CoV-2 disminuye con el tiempo y la presencia de nuevas variantes virales.  

La conclusión del reporte recomienda con firmeza “una inyección de refuerzo de vacunas ARNm para maximizar la protección inducida por la vacuna y prolongar su durabilidad  a partir de los ocho meses de la segunda dosis”.

Por otra parte desde el Centro Gamaleya se anunció recientemente,  como consecuencia de la altísima aparición de contagios con Delta en Rusia, que su vacuna es muy eficaz contra la variante Delta pero nada ha dicho, según mi conocimiento, sobre su durabilidad.

Recientemente se ha publicado un estudio argentino realizado en la Fundación Instituto Leloir que asegura que si bien la cantidad de anticuerpos generados tras la vacunación descienden luego de cierto período, al mismo tiempo se produce un aumento de la potencia neutralizante contra el SARS-CoV-2 original y sus variantes en función del tiempo de recibida la vacuna.

El debate ha comenzado y seguramente seguirá. Sólo aspiro que las decisiones que se tomen en nuestro país lo sean en tiempo y forma para que nuestros equipos de salud y los más vulnerables no sean otra vez los primeros en caer. 

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El autor es Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón