Un nuevo estudio proveniente de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) sugiere que, pasar muchas horas frente a la pantalla durante la infancia y adolescencia, podría contribuir al desarrollo de problemas metabólicos y cardiovasculares a futuro. Los hallazgos, que cuentan con el análisis de datos de dos grupos de niños y adolescentes seguidos desde sus nacimientos, se publicaron en Journal of the American Heart Association.

Para los investigadores, el tiempo de ocio con dispositivos se asocia a un mayor riesgo cardiometabólico desde edades tempranas. Esto incluye factores como hipertensión, colesterol elevado, resistencia a la insulina o una mayor circunferencia de cintura.

Limitar el tiempo de pantalla durante la infancia y la adolescencia podría proteger la salud cardíaca y metabólica a largo plazo”, señalaron desde la investigación. Y añadieron: “Nuestro estudio ofrece pruebas de que esta relación empieza muy pronto y subraya la importancia de tener rutinas diarias equilibradas”.

El interés por esta investigación derivó de un enfoque amplio en torno a factores vinculados al estilo de vida en las primeras etapas de la vida, como alimentación, sueño y actividad física, lo cual puede influir en la salud a largo plazo.

“Durante mi trabajo clínico con niños, observé cómo las enfermedades cardiometabólicas suelen tener su origen en patrones que se forman durante la infancia. El tiempo frente a la pantalla se destacó como un comportamiento moderno y generalizado que podría influir en la salud, y tal vez no solo a través de la inactividad, sino también a través de otros mecanismos como el estrés o la alteración del sueño”, explicó uno de los investigadores.

En tal sentido, el estudio permitió examinar estas relaciones con datos detallados y a largo plazo de dos cohortes de nacimiento danesas bien caracterizadas.

Seguimiento de más de mil niños

Con datos de más de 1000 niños y adolescentes, las dos cohortes fueron seguidas durante años. Se analizó así el tiempo de pantalla declarado por los padres o los propios participantes entre los 6 y 10 años en un grupo, y a los 18 años en el otro. La media diaria aumentó de 2 a 3,2 horas entre los 6 y los 10 años, y se situó en 6,1 horas a los 18 años.

A partir de cinco parámetros (cintura, presión arterial, colesterol HDL, triglicéridos y glucosa), se desarrolló una puntuación. Cada hora adicional de pantalla se asoció con un aumento de riesgo: 0,08 de desviaciones estándar en niños de 10 años y 0,13 en adolescentes. “Esto significa que un niño con tres horas más al día tendría entre un cuarto y media desviación estándar más de riesgo que sus compañeros”, explicaron.

“Es un cambio pequeño por hora, pero cuando el tiempo total alcanza tres, cinco o incluso seis horas al día, como vimos en muchos adolescentes, el efecto se acumula”, advirtieron. Si esto se multiplica a toda una población infantil, "representa un desplazamiento significativo en el riesgo cardiometabólico que podría mantenerse en la edad adulta".

El rol del sueño

Asimismo, se exploraron también los mecanismos que podrían explicar esta relación. Uno de ellos fue el sueño. Según lo estudiado, tanto la duración como el horario del descanso influían en el efecto del tiempo de pantalla: quienes dormían menos horas o se acostaban más tarde, presentaban un riesgo mayor.

“En la infancia, la duración del sueño no solo moderaba esta relación, sino que también explicaba parte del vínculo: aproximadamente el 12% de la asociación entre tiempo de pantalla y riesgo cardiometabólico se debía a un sueño más corto”, señalaron.

Huella metabólica

Por otra parte, el equipo identificó un conjunto específico de metabolitos en sangre que se asociaba con el uso de dispositivos electrónicos, una especie de huella metabólica.

“Encontramos un patrón distintivo de metabolitos que se relacionaba de forma consistente con un mayor uso de pantallas tanto en la infancia como en la adolescencia”, indicaron. Y profundizaron: “Esto sugiere que este hábito puede dejar un rastro biológico medible, que refleje cambios en el metabolismo incluso antes de que aparezcan síntomas de enfermedad”.

Según los autores, estas huellas podrían convertirse en el futuro en herramientas de alerta temprana en la atención pediátrica para detectar de forma precoz a los niños en riesgo, antes de que se manifiesten factores clínicos más evidentes.

Estamos utilizando estos datos también para evaluar si hay una asociación entre el tiempo de pantalla y el riesgo cardiovascular futuro: los resultados han mostrado una evolución ascendente en la infancia y una asociación significativa en la adolescencia”, indicaron.

Centrarse en el sueño

Los científicos proponen centrarse en el sueño como punto de partida para mejorar los hábitos digitales: “Un enfoque práctico sería proteger la hora de acostarse, adelantar el uso de pantallas a primera hora del día y reservar momentos sin dispositivos, como las comidas, para fomentar el equilibrio”. En este aspecto, los pequeños cambios consistentes pueden traducirse en beneficios acumulados para la salud.

Actualmente, el equipo continúa siguiendo a los niños desde los 10 hasta los 13 años y, a diferencia de los primeros análisis, utiliza datos objetivos obtenidos directamente de sus teléfonos para conocer con mayor precisión sus patrones de uso: “Esta perspectiva a largo plazo es esencial para pasar de observar asociaciones a identificar estrategias preventivas eficaces”.

Si bien se trata de un estudio observacional, los resultados se suman a la evidencia creciente de que los comportamientos digitales pueden influir en la salud metabólica. La American Heart Association ya advirtió en 2023 que solo el 29% de los jóvenes estadounidenses de entre 2 y 19 años tenía una salud cardiometabólica favorable, y que el riesgo está aumentando cada vez a edades más tempranas. Este nuevo estudio da pistas sobre uno de los factores que podrían estar detrás de esa tendencia.

Fuente: SINC.