La menopausia es la ausencia permanente de menstruación durante 12 meses consecutivos. Cada mujer experimenta este período de forma diferente, a la vez que la genética, el estilo de vida, el apoyo social y la salud psicoemocional previa influyen en la sintomatología y su intensidad.

Un reciente informe señala que sofocos, ansiedad, depresión, irritabilidad, alteración del sueño, cansancio, disminución del deseo sexual, entre otros, pueden ser algunos de los síntomas que se presenten al transitarse este período.

En gran parte del siglo XX, la menopausia supo presentarse alrededor de los 45-50 años, frente a una expectativa de vida mucho más baja que la actual. De hecho, pocas mujeres vivían mucho más tras su última menstruación, lo que generaba que se hable poco de tratamientos para mejorar la calidad de vida en esta etapa.

Actualmente, las mujeres viven varias décadas tras la desaparición de la menstruación, lo que conllevó actualizar la mirada médica y social. En tal sentido, se busca que haya un tránsito con salud, bienestar y acompañamiento acorde.

Desde el Departamento de Endocrinología Ginecológica de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo (SAEM) indicaron que cambió el eje. En este aspecto, subrayaron que hoy la transición a la menopausia es “una oportunidad para abordar otros aspectos relacionados a los cuidados de la salud de la mujer, en lo que respecta tanto a prevención como tratamiento".

"Por lo tanto, es recomendable observar los cambios, comprenderlos y aceptarlos, ese es el primer paso para superarlos. Actualmente existen tratamientos para la mayoría de los síntomas que puedan aparecer. El aumento de la longevidad hace que las mujeres transcurran un tercio de su vida luego de la menopausia. Un abordaje integral con cambios en el estilo de vida, en la alimentación y la actividad física son necesarios junto a todas las opciones terapéuticas disponibles que contribuyan a mejorar la calidad de sus vidas”, sostuvieron.

Los síntomas más relevantes

Los síntomas vasomotores (sofocos), cambios anímicos (ansiedad, depresión, irritabilidad), neblina mental, disminución del deseo sexual, disminución de la lubricación vaginal, infecciones urinarias, pérdida del colágeno en la piel; son los que más se resaltan. 

Además, otros síntomas frecuentes son alteraciones del sueño exacerbadas por los sofocos nocturnos y la pérdida de energía con sensación de mayor cansancio aun sin cambios en las actividades cotidianas.

Asimismo, el dolor coital es muy prevalente y, si bien no siempre es un síntoma precoz, acompaña a la mujer durante todo el climaterio. Su consulta precoz y el asesoramiento profesional permite solucionarlo. Son de utilidad al inicio el uso de lubricantes e hidratantes a base de ácido hialurónico. Sin embargo, los lubricantes suelen ser insuficientes en el tiempo. El tratamiento hormonal local con estrógenos o con prasterona en cremas y óvulos pueden usarse sin inconvenientes y son muy efectivos.

La disminución del deseo sexual

Durante la menopausia, disminuyen los niveles de estrógeno y testosterona que son hormonas que influyen en el deseo sexual. Esto puede causar sequedad vaginal, molestias en las relaciones y una menor respuesta sexual. Además, la caída de los estrógenos frecuentemente altera el sueño, empeora la respuesta al estrés, se asocia a menor energía y cansancio, a cambios en la imagen corporal que sumados a la labilidad emocional (angustia, llanto fácil, vulnerabilidad) disminuyen la libido.

No en todas las mujeres disminuye el deseo sexual, sin embargo, el común denominador es la transformación del deseo. Se pasa de la etapa de fertilidad biológica a un período de la vida que es importante valorar y descubrir nuevas posibilidades.

Para los expertos, el diálogo sincero además de fortalecer el vínculo promueve oportunidades para recuperar el deseo más allá de su nivel hormonal. Redescubrir el valor de una nueva experiencia de libido es clave. En este punto, se aconseja la evaluación y acompañamiento por personal idóneo, donde se hará énfasis en varios aspectos, a conocer:

-Uso de lubricantes e hidratantes vaginales para aliviar la sequedad.

-Terapias hormonales (según indicación médica) que mejoran los sofocos, el sueño, la energía, la lubricación y la performance sexual.

-Tratamiento local de la atrofia vulvovaginal (cremas, geles, óvulos).

-Testosterona (gel transdérmico)en dosis bajas en casos seleccionados.

-Acompañamiento psicológico/sexológico para abordar estrés, dolor, ansiedad o miedos.

-Hábitos saludables: descanso adecuado, actividad física, reducir el consumo de alcohol y consejo sobre cesación tabáquica.

Fuente: Agencia NA.