Estudiar el comportamiento de animales ayuda a comprender y responder preguntas en torno al comportamiento humano y su evolución. Así lo describieron desde la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (España).

Los animales tienen estados mentales, tienen emociones, tienen motivaciones, tienen un soporte psicológico para su comportamiento. Pero estos mecanismos no alcanzan la sofisticación que tienen los humanos y eso explica por qué nuestra psicología es muy distinta a la de los animales pesar de que tengamos rasgos compartidos”, detallaron.

En este aspecto, en la evolución humana los mecanismos psicológicos “se han complejizado” y la inteligencia y el comportamiento cooperativo, que hicieron llegar aún más lejos, también dotaron a la humanidad de "un lado oscuro, inhumano y cruel".

Somos la única especie capaz de mostrar un comportamiento de crueldad, como puede ser la tortura o el comportamiento genocida”, aseveraron. Es decir, aunque la humanidad posee “un lado brillante y altruista”, también hay sombras: “Solo nosotros somos capaces de deshumanizar a otras personas, de etiquetarlos de tal manera que les privamos de dignidad y somos capaces de acabar con ellos”.

Agresión reactiva y proactiva

Al comparar los modos agresivos en la especie humana con los de otras especies, hay en común dos formas de agresión:

-La agresión reactiva: la que surge cuando alguien se siente amenazado, cuando se defiende y, por tanto, responde con una sobrecarga emocional.

-La agresión proactiva: “Es esa reacción propia del cazador, no hay emociones más allá de conseguir un objetivo, como abatir a un depredador o derrotar a un individuo de otro grupo enemigo con el que estamos compitiendo”.

Para convivir en grupos tan complejos, los humanos han experimentado un proceso, la autodomesticación: desarrollar un incremento de la tolerancia entre los individuos del grupo y una rebaja del comportamiento agresivo del tipo reactivo. “Nos hemos amansado pero, fundamentalmente, para facilitar la cohesión dentro de nuestro grupo”, indicaron.

A pesar de ello, lo que no se ha rebajado en la historia evolutiva del ser humano es la agresión proactiva, “la que se acomete con la cabeza fría”. Sobre ello, indicaron: “Cuando competimos con individuos de otros grupos, que no comparten nuestros valores culturales y consideramos que no son como nosotros, somos capaces de demostrar comportamientos extraordinariamente violentos".

La importancia de la empatía

La empatía, por su parte, aparece “como un mecanismo que frena el comportamiento violento hacia otros individuos, es decir, sentir compasión”. Pero, las investigaciones demuestran que la empatía es vulnerable y que se puede carecer de ella desde el momento en que no se identifique a alguien como parte del propio grupo.

“Todavía hay muchos mecanismos que van por detrás en la evolución de la especie y que imposibilitan que aquello que tenemos tan positivo y que nos hace tan humanos, en realidad sean mecanismos aún muy vulnerables a situaciones ambientales en las que nosotros podamos justificar no ser empáticos y, de hecho, ser violentos“, resaltaron.

Pero incluso dentro de un mismo grupo, personas “que no son del mismo género o sexo” pueden ser vistos como enemigos y activarse “comportamientos vejatorios, violentos y coercitivos”, como ocurre por ejemplo con la violencia machista o la homofobia.

Control cerebral

La evolución también fue biológica y los humanos desarrollaron un cerebro que permite tener más mecanismos de control: “Un control extra que inhiba respuestas que se consideran inadecuadas en una sociedad civilizada y que no tienen otras especies. Así y todo, hay estímulos que hacen que esos mecanismos fallen y terminemos por justificar moralmente un comportamiento que en otras condiciones sería inadmisible”.

Fuente: EFE.