"El año pasado, ante el impacto y la perplejidad que la aparición de esta pandemia dejó en nosotros y en todos los habitantes del mundo; frente a las noticias y las imágenes que nos llegaban diariamente de todo el planeta, mostrando la saturación de los sistemas sanitarios de los países desarrollados, se aceptó el establecimiento de una cuarentena estricta. A medida que íbamos estudiando el virus y su incidencia; a medida que más estudios nos iban aportando evidencias del modo de contagio y de las medidas para ponerle barreras; a medida que iban avanzando las investigaciones para encontrar vacunas que pudieran prevenirnos de la enfermedad que el virus provocaba; entre otras cosas, se vio que, en un principio, los niños no eran fuente de transmisión ni eran vulnerables como sí lo eran los adultos mayores y las personas con enfermedades preexistente, vimos que en muchos países se iba restableciendo la presencialidad. Y, siguiendo esta evidencia, desde principio de este año se adoptó, la misma para nuestros niños y jóvenes.

Si bien todos nos tenemos que cuidar, en el mundo se ha corroborado que los niños no se infectan como los adultos. Entiendo el celo que ponen las clases gobernantes; pero, también sabemos que deberemos convivir por un tiempo con esta pandemia; por lo cual creo que debemos estar atentos a lo que ocurre en el corto plazo; pero la afectación psicológica que tiene para los niños y los adolescentes no concurrir a la escuela es de un impacto notorio por lo que no deberíamos dejar de pensar en el mediano y largo plazo.

La reacción de los niños al no poder concurrir a la escuela es de malestar; y hay malestar porque se pierden varias cosas; la primera es la pérdida de atención que esta modalidad virtual genera entre la atender a “la maquina”, que más de una vez se interrumpe, y lo que está circulando en clase. Además, si no se respeta el contexto que el aula brinda, los chicos caen en la distracción ya que hay más elementos que afectan la atención necesaria, mientras que el aula y la comunicación entre docente y compañeros, la sostienen y canalizan. El segundo punto a tener en cuenta es la ansiedad que les provoca este formato que les impide concentrarse; la ansiedad que les provoca la incertidumbre que vivimos y es novedosa también para ellos; la ansiedad que aparece al anticiparse al cómo será la vuelta de la “normalidad”. Además, la ansiedad que genera estar más tiempo frente a las pantallas y “superconectados” y la fantasía de lo que de ellos se espera; Otro fenómeno no menos importante es la interrupción de la socialización que favorecen los encuentros presenciales con amigos y compañeros. Esta forma de aislamiento favorece el individualismo, a la vez que se pierden posibilidades de comunicación, y el ejercicio, siempre necesario, de escuchar al otro. Es esta forma de  vincularse a través de la conversación, sin la cual se cercena la creatividad siempre latente y encendida en niños y adolescentes; sin ese ambiente y contexto no se ejercita el necesario momento de la conversación; en fin, este aislamiento fomenta el individualismo extremo, a la vez que se pierde el proceso del aprendizaje; de este modo, los niños y los jóvenes pierden estímulos y la motivación para aprender más y mejor.

Estos son, a mi modo de ver, los grandes perjuicios que trae aparejado la virtualidad en el sistema de enseñanza y a los que hay que observar y deberemos preocuparnos en cómo resolvemos este desafío que es de toda la sociedad

Y en el largo plazo debemos tener en cuenta que, si bien los chicos se manejan familiarmente con la tecnología para conectarse virtualmente, muchos de ellos, por diferentes razones, no pueden acceder a la misma; y este es un hecho para nada menor.

El contacto es imprescindible. Y la socialización se perfecciona en el intercambio presencial, cara a cara.

Hace poco entrevistamos al presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría, doctor Omar Tabacco, quien junto a miembros de la comisión directiva fueron a un encuentro que les propuso el presidente de La República, Alberto Fernández; y allí les expusieron la conveniencia de la presencialidad escolar, en parte por estas razones que vos marcás pero, además, basados en evidencias; de las 80 camas que la Capital Federal tiene para pediatría de sus tres hospitales referentes, el Garraham, el Elizalde y  Hospital Gutiérrez; como se sabe hospitales donde se internan chicos con enfermedades muy severas de todo el país, incluso de países vecinos; sólo había 7 camas ocupadas por pacientes infectados con Covid y que sufrían enfermedades prevalentes. Por esa razón ellos se pronunciaron en favor de la presencialidad, anteponiendo razones muy similares a las que vos acabás de mencionar.

“Es muy difícil”, agregaba el especialista entrevistado, “en estos momentos, tener una opinión desprovista de carga política. Pero hemos visto que antes de afectar la presencialidad escolar debieron tomar medidas que no se tomaron porque se afectaban cuestiones vinculadas a la economía; a la que hay que prestarle atención, también”.

Pensamos del mismo modo, Jorge; nosotros no creímos que prohibir la presencia escolar fuera  efectivo; sin embargo, el gobierno permitió la apertura turística de Semana Santa. Medida que contribuyo a generar un mayor contagio.

“Sí, Antonio, pero fíjate que, si se controlaran las fiestas clandestinas, si hubiera vacunas suficientes, si se vacunara siguiendo las prioridades evidentes, a quienes están en los puestos esenciales cumpliendo con tareas de riesgo, hoy, probablemente estaríamos ocupándonos de otros temas. Esto también hay que decirlo; es que se llegó a un pico que no se calculó pese a que había antecedentes en otros países que habían pasado antes que nosotros por la segunda ola. No lo pudimos ver en su verdadero grado de seriedad. Cuando comenzábamos a sufrir la segunda ola, la alarma conmovió a la clase dirigente que por actuar rápidamente no pudieron distinguir qué actividades eran más o menos riesgosas. Cosa que se pudo haber evitado de hacerse las cosas más ordenadamente y apuntando al corto mediano y largo plazo.

Creo que no debemos dejar de pensar en eso: sin duda alguna, permitir el turismo en Semana Santa fue un error.

Creo que estas cuestiones se corrigen con una planificación a la que hay que nutrir con información de todos los sectores involucrados. En esto, como en tantas otras cosas, yo no creo en iluminados. Debemos tomar las decisiones con información y estadísticas confiables y analizadas por profesionales de los respectivos sectores y sacarlas del terreno de las disputas partidarias.

Esta pandemia nos ha puesto a prueba, nos ha enseñado; por eso debemos trabajar desde la complejidad a la que estamos enfrentados y ser receptivos a las voces autorizadas de todos los sectores involucrados.

La pandemia va quedar un tiempo más. Las vacunas nos protegen y evitan los casos graves y la presión sobre las respuestas del sistema de salud ante un posible colapso; pero debemos exigir a nuestros dirigentes de todos los estamentos políticos y profesionales para que evalúen la situación en el corta, mediano y largo plazo y que trabajen con la mente abierta incluyendo a todos los representantes de los diferentes sectores involucrados. El impacto de la cuarentena se manifiesta, entre otras cosas, en patologías de salud mental de diversa gravedad, que es el área donde trabajo. Éstas no se combaten con una vacuna. Hay daños que no se a poder revertir por eso hay que pensar muy bien las medidas que se va a tomar. Debemos seguir cuidándonos y recurriendo a pensamientos meditados y evaluados ya que enfrentamos un momento complejo y esto exige lo mejor de nosotros”, concluyó Jorge Libman.

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Consultorio, Alvear 1478, 3er Piso Rosario