Los roles, por esto mismo, son desempeñados por adultos que conforman a sus familias recurriendo a criterios amplios. Lo cual merece nuestro respeto; ya que, una vez tomada la decisión, cada adulto y cada integrante de esa familia, se hará cargo de sus responsabilidades.

“Con el término parentalidad convocamos a todos los adultos; mujeres y hombres. Sabiendo que debemos cuidar y tenemos la responsabilidad de cuidarnos todos”, nos decía Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, mientras completaba el significado de la palabra parentalidad: “el mismo término guía hacia aquello que antes nombrábamos como padre-madre, dupla que aún sigue vigente, al mismo tiempo que la sociedad le va dando cabida a otras formas de nombrar a esos roles. En función de cambios sociales y culturales que están emergiendo, hoy hay una diversidad de conformaciones familiares que se van construyendo: familias cuyos padres se han separados vuelven a ensamblarse con otras parejas; hombres solos y mujeres solas que conforman una familia con hijos, llamándose familias monoparentales. O las familias conformadas por parejas del mismo género.

Existen otras familias que se nuclean de acuerdo a circunstancias; como ejemplo, aquellas en las que la crianza de niños es asumida por sus abuelos u otros familiares, donde esos adultos ejercen la parentalidad; es decir ejercen la función que era propia de papá y mamá.

El término parentalidad incluye e implica, más allá de la condición del tipo de pareja que hayan constituido, la capacidad de los adultos de cumplir con las funciones y conductas de construir una calidad de vínculo afectivo que apuntale esas funciones, como lo son, por ejemplo, las de constituirse en figuras disponibles para brindar apego, acompañamiento y contención, desde la proximidad. Para sostener a los niños, en momentos de angustia y de distrés, para calmarlos y contenerlos; todo lo cual está muy cercano al concepto de apego que ha sido un concepto revolucionario introducido desde mediados del siglo XX por, entre otros, John Bolwy; quien se preocupó de sustentar el concepto de parentalidad más allá de quien / quienes lo tomen a cargo siempre que se haga desde la dedicación y el amor.

Hoy, en tiempos de pandemia y de cuarentena, estar con niños en casa exige más que nunca, capacidad para trasmitir y ofrecer apego, conductas cariñosas, dedicación de tiempo. Y estar presentes. Sobre todo, para estar atentos a la forma que los niños expresan sus emociones, para que las mismas se constituyan en materia prima de ese vínculo que van formando todos los integrantes de la familia.

Y cuando el niño esté fastidioso y demandante por el hecho de estar encerrado, los adultos no deberían reaccionar; y sí escucharlos para que ellos puedan expresarse. Buscar las alternativas para encauzar esos momentos, con inteligencia y creatividad, en busca de alcanzar el confort emocional, lo que debe ser brindado por los que cumplen con su función de parentalidad: “acá estamos, te escuchamos, entendemos tu cansancio por el encierro, aburrido; sabemos que no podés encontrarte con tus amigos y tus compañeros de colegio”. Los niños y los jóvenes se calman cuando sienten que les prestamos atención.

También sabemos que los adultos sufrimos esta situación. Nos agobian la falta de trabajo y otros inconvenientes, pero, aun así, debemos escucharlos y comprenderlos. Al abrirles espacios para que expresen sus emociones, los niños pondrán en juego sus capacidades simbológicas y psicológicas y se irán calmando.

Lo que nos permite acercarnos a ellos es la posibilidad de detenernos. De prestarles atención; y, todo esto está muy vinculado al apego.

Nosotros recurrimos también al concepto de intersubjetividad del que se nutre la parentalidad amorosa. Lo que no es otra cosa que una dedicación amorosa y humanista; se trata del trabajo que todos podemos hacer desde nuestros lugares.

Es un esfuerzo y los niños también deben percibir cuando los adultos que los rodean, están ocupados y deben marcarles límites. Lo que ellos deben saber es que nosotros estamos ahí dispuestos a escucharlos. Los chicos terminan captando y entendiendo estos mensajes siempre que nosotros demos un poco más de nuestro esfuerzo; somos los que estamos en condiciones de entender y podemos dar un poco más; y en este contexto de la pandemia más aún. Ésta para mí, es una regla de oro.

Todo lo que expresamos debe ser dicho desde el amor; es el que nos hace comprender lo que representa la trascendencia de criar a un niño; y de cuidar a los niños. Y aclaro que cuidarlos no es ponerlos en una cajita de cristal; hay que mostrarles que existe el enojo, que pueden suscitarse conflictos. Respetar a los niños es mostrarles la realidad; pero dejando en claro nuestra atención y disponibilidad hacia ellos. Y, por supuesto, el trato amoroso.

En estos tiempos de pandemia y cuarentena el esfuerzo para los adultos es extra.

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Instituto Pinel, Alvear 1478, 3er Piso Rosario