Somatizar implica expresar el malestar emocional a través del cuerpo, con síntomas como dolores de estómago, tensión o taquicardia, sin que exista una causa médica. Es una respuesta normal ante el estrés o la ansiedad aunque, cuando se mantiene en el tiempo, puede transformarse en un trastorno mental conocido como trastorno por síntomas somáticos.
Ejemplos comunes de somatización son las urgencias intestinales antes de una entrevista, el dolor de estómago previo a un examen o la rigidez muscular durante una discusión. Estas reacciones corporales suelen ser temporales y ligadas a situaciones concretas, reflejando la estrecha conexión entre mente y cuerpo.
Según expertos, todas las personas pueden manifestar síntomas físicos ante situaciones estresantes, desde insomnio hasta dolores gastrointestinales o sexuales. Sin embargo, cuando estos síntomas persisten más de seis meses y afectan la funcionalidad y calidad de vida, puede tratarse de un trastorno de somatización.
Trastorno de somatización
Las causas del trastorno son variadas, algunas se relacionan con la personalidad del individuo, mientras que otras derivan del entorno. El estrés crónico, en particular, desempeña un papel clave, ya que eleva el cortisol y la frecuencia cardíaca, lo que a largo plazo puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares o neurológicas.
No debe confundirse la somatización con las enfermedades psicosomáticas ni con la hipocondría. Las primeras son dolencias físicas reales (como la psoriasis o las úlceras) que empeoran con el estrés, mientras que el trastorno por somatización es una enfermedad mental sin causa médica comprobable. La hipocondría, o trastorno de ansiedad por la salud, implica el miedo persistente a padecer una enfermedad grave, incluso sin síntomas físicos evidentes.
En adultos y en niños
El perfil más frecuente del paciente con trastorno de somatización corresponde a mujeres jóvenes o de mediana edad, entre 30 y 50 años, que suelen tener dificultad para expresar emociones o manejar el estrés. Estas personas pueden pasar de un médico a otro buscando explicaciones físicas, sin aceptar el componente psicológico del problema.
La somatización también puede presentarse en la infancia. Frases como “me duele la panza” pueden reflejar angustia emocional más que una dolencia orgánica. Para expertos, estos casos suelen vincularse con el apego y la forma en que los padres interpretan los síntomas, algo que los pediatras suelen identificar con frecuencia.
Abordaje
El tratamiento combina la intervención psicológica y, en algunos casos, medicación. Los médicos de atención primaria suelen ser los primeros en detectar el problema y derivar al especialista. La terapia cognitivo-conductual y la psicoeducación ayudan al paciente a entender el origen emocional de sus síntomas y a reducir la ansiedad. Aunque poco frecuente, el trastorno puede estar aumentando su incidencia y pasar inadvertido si no se diagnostica correctamente.
Fuente: EFE.