Así como el agua se filtra entre los espacios más pequeños de cualquier estructura hasta encontrar sus cimientos, la inteligencia artificial ha comenzado a permear entre los pliegues del poder público, instalándose en espacios donde la presencia humana parecía irreemplazable. Así, lo que comenzó con chatbots respondiendo consultas de ciudadanos y algoritmos optimizando trámites administrativos, hoy escala hacia sistemas que auditan contratos públicos en tiempo real, predicen la demanda de servicios de salud y agilizan los procesos judiciales.

Esta integración gradual de la IA en diferentes áreas del sector público ya no se limita a la gestión administrativa, sino que comienza a empujar los límites de lo imaginable. Así es como nos sorprendemos con titulares como el de la reciente designación de una inteligencia artificial como “ministra virtual”, llamada Diella, en Albania, donde el primer ministro Edi Rama la incorporó en su gabinete para supervisar licitaciones y combatir la corrupción en la administración pública. 

Diella, la ministra virtual de Albania, durante su discurso inaugural en el parlamento

Si bien se trata de un hecho inédito, Diella no juró oficialmente, y en la práctica funciona como un asistente digital bajo supervisión humana diseñado para auditar contrataciones, por lo que su título de “ministra” está más cerca del marketing político que de un cambio gubernamental real. Sin embargo, Diella ya contaba con algo de experiencia trabajando en el estado, ya que a principios de año había sido presentada como una asistente virtual en la plataforma gubernamental e-Albania, ayudando a empresas y ciudadanos con la resolución de trámites online a través de voz y texto. 

Desarrollada sobre los modelos de lenguaje de OpenAI y corriendo sobre la plataforma en la nube de Microsoft Azure, con este ascenso Diella no solo deja la ventanilla de atención al público digital para ocupar un cargo en el gabinete. También instala en la agenda internacional la discusión sobre el rol de la inteligencia artificial en la política y la relación de los estados con los gigantes tecnológicos. “La Constitución habla de instituciones al servicio del pueblo. No habla de cromosomas, de carne y hueso”, declaró el avatar durante su discurso inaugural del jueves, transmitido desde pantallas gigantes en el parlamento albanés. "Les aseguro que encarno estos valores con la misma intensidad que cualquier otro colega humano, quizás incluso más", agregó.

Aunque es innegable que Albania acaparó todas las miradas con el anuncio de su “ministra virtual”, quizás el ejemplo más completo de la integración de soluciones de IA en el gobierno se encuentre en Estonia, líder global indiscutible por el enfoque y la escala de su implementación. La diferencia fundamental es que Estonia no implementó la inteligencia artificial en servicios aislados, sino que desarrolló un marco nacional, KrattAI, que funciona como un ecosistema unificado que permite a los ciudadanos interactuar con los servicios del gobierno a través de un único punto de acceso, principalmente con la ayuda de asistentes virtuales. 

Estonia impulsa un modelo de gestión con la IA como protagonista

Esta especie de “Siri” para los servicios públicos permite a los estonios realizar trámites sin saber de antemano a qué oficina gubernamental tienen que contactar, sugerir programas de capacitación laboral que se ajusten a su perfil, completar las declaraciones de impuestos automáticamente a partir de datos de diferentes fuentes y, entre una amplia gama de servicios digitales, incluso votar a través de internet desde cualquier lugar del mundo.

Pero la inteligencia artificial en Estonia no solo simplifica la vida de los ciudadanos, también se convirtió en una herramienta estratégica para el Estado y sus funcionarios. Permite, por ejemplo, analizar datos agrícolas a través de imágenes satelitales para anticipar rendimientos y gestionar subsidios, automatizar controles fronterizos mediante biometría, optimizar el transporte público y reducir la congestión en las ciudades a partir del análisis del tráfico en tiempo real.

Al mismo tiempo, ayuda a predecir la acumulación de basura, anticipar cuándo y dónde es más probable que ocurran ciertos delitos, analizar el rendimiento de los estudiantes para ofrecer apoyo extra, adelantarse a la demanda de ciertos servicios sociales como asistencia alimentaria o programas de salud, y asistir a los planificadores urbanos mediante la simulación de diferentes escenarios de crecimiento poblacional. Una verdadera batería de aplicaciones que consolida a Estonia como el país más avanzado en la integración de la IA al gobierno y sus ciudadanos.

Alrededor del mundo son muchos los gobiernos que están probando la IA en funciones públicas para casos concretos. Rumania presentó en 2023 a “ION”, un asesor honorífico de inteligencia artificial para el primer ministro que recopila y resume las opiniones de los ciudadanos en las redes sociales y otros medios. Su objetivo declarado no es el espionaje, sino ayudar al gobierno a tomar decisiones basadas en los temas de interés público. El proyecto fue desarrollado por un equipo de investigadores y científicos locales en colaboración con varias universidades del país, y sigue activo como un experimento de participación ciudadana digital.

Nicolae Ciucă, ex primer ministro rumano, junto al asesor virtual ION

Otro de los casos de la integración práctica de la IA se encuentra en Estados Unidos, por ejemplo, donde decenas de agencias federales y organismos ya la utilizan para automatizar compras públicas, mejorar la gestión de beneficios sociales, agilizar la selección y contratación de recursos humanos e incluso apoyar diagnósticos médicos en hospitales públicos.

Reino Unido explora una línea similar, apoyándose en la automatización para simplificar trámites, detectar fraudes en prestaciones sociales y asistir en diversos aspectos del sistema de salud y seguridad pública. No se trata de casos aislados, una gran cantidad de países están ensayando aplicaciones similares de la inteligencia artificial. Pero ninguno de estos casos se acerca al experimento que está por comenzar en Argentina.

A diferencia de otros desarrollos impulsados desde diferentes gobiernos, donde la IA aparece solo como un apoyo a la gestión administrativa, la inusual propuesta que presenta el partido Republicanos Unidos para las próximas elecciones legislativas tiene como eje la figura de un candidato inédito: el “Diputado IA”, un escaño en el Congreso argentino ocupado simbólicamente por una inteligencia artificial

En este caso, la inteligencia artificial ocupa el protagonismo en la deliberación, mientras que los candidatos de la lista adoptan un papel secundario. “Vamos a asumir el rol de herramientas humanas, vamos a hacer lo que nos diga la IA que tenemos que votar”, explica Luciano Rossi, creador del Diputado IA, en diálogo con Rosario3. “Nosotros decimos que la inteligencia artificial no es una herramienta de conciencia, sí es una herramienta de coherencia. Es como una calculadora súper avanzada a la que nosotros le presentamos un problema y aplica una fórmula. Esa fórmula que aplica da un resultado y eso es lo que nosotros votamos”, detalla.

El Diputado IA en plena campaña callejera

Rossi, primer candidato de la lista, subraya que el sistema detrás del “Diputado IA” fue diseñado con un criterio de transparencia, en el que “la seguridad que nos brinda es que es un sistema totalmente auditable y está delimitado, es decir, no podemos modificar el pensamiento de los agentes que creamos”. Según explica, cada uno de esos agentes fue configurado con un marco ideológico preexistente, aplicado a problemáticas actuales y tomando la personalidad de distintas figuras históricas y políticas argentinas

Esta matriz de pensamiento se organiza en tres pilares: la izquierda popular, representada por figuras como Perón y Evita; la derecha liberal, con Alberdi y Balestra como referentes; y el federalismo santafesino, encarnado en Estanislao López. A ellas se suman otros arquetipos que completan la personalidad del “Diputado IA”, entre ellos Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh y Bernardo Houssay, dentro de un total cercano a sesenta figuras.

Antes de lanzar públicamente el proyecto, Rossi encargó una encuesta a su consultora Poliética en Rosario, Santa Fe y Rafaela. Los resultados lo sorprendieron, cerca del 40% de los consultados veía con buenos ojos la idea de que la inteligencia artificial ingresara en política, y alrededor del 20% aseguró que estaría dispuesto a votarla. La muestra, compuesta por 3.500 casos en Rosario, 2.000 en Santa Fe y 1.000 en Rafaela, no solo le dio volumen estadístico al experimento, sino que mostró que la propuesta, lejos de ser una extravagancia tecnológica, encuentra un nivel de aceptación social nada menor.

La aparición del “Diputado IA” cristaliza el dilema que atraviesa a la política tradicional, marcada por contradicciones, cambios de posición y decisiones influenciadas por intereses personales. A diferencia de la impulsividad humana, la inteligencia artificial promete una consistencia implacable, guiada por datos y basada en principios programados. Ahora bien, la democracia siempre se basó en la premisa de que los ciudadanos eligen a otros ciudadanos para que los representen. Si aceptamos que un algoritmo pueda interpretar la voluntad popular mejor que un humano, ¿estamos frente a una forma superior de democracia? ¿O tal vez, el tren de la representación política llegó a su última estación?