Reivindicar la performatividad de la imagen, pensarla como "experiencia" y no como “concepto” es el fundamento que recorre Después de Godard. La legitimidad de lo incierto, el último libro del videasta, realizador y docente rosarino Gustavo Galuppo Alives.

Editado por Ciudad Gótica como parte de la colección Estación Cine, el título –que ya está en librerías de la ciudad– inicia la serie Filosofía y Cine, que dirige Sergio Fuster.

“El libro surgió en el marco de unos talleres que dicté durante la pandemia. La intención (que articuló los encuentros virtuales) fue tomar a las películas y algunos conceptos filosóficos para pensar en un cine que no había sido hecho. Pensar al cine en (modo) condicional. Creo que ese es el fundamento de estos textos atravesados por el desastre, la ruina y muy relacionados con el contexto en el que fueron escritos”, indica el también autor de Los mecanismos frágiles (Ver Podre) a Rosario3.

Cine, filosofía y contexto


Reorganizar sus habituales talleres a la dinámica impuesta por la pandemia hizo que Galuppo Alives produjera una cantidad de textos que luego se fueron resignificando y ampliando con la continuidad de las clases. Con ese corpus es que el autor comenzó a analizar la posibilidad de Más allá de Godard: “No es un libro sobre (Jean-Luc) Godard –aclara– si no a partir de él”.

De hecho, de los tres ensayos que lo integran, solo el primero, "Herencia", está centrado en el director francés. En los dos siguientes, si bien su influencia los sobrevuela, el apellido ya no es citado.

La imagen solo puede producir un movimiento en la aproximación, siempre insuficiente, siempre inacabado"

El segundo de los textos, “Ruina”, está surcado por “la paradoja iconoclasta del cine que intenta acabar con el cine haciendo más películas”. Y el tercero aborda “la idea del afuera de la imagen, el fundamento de la imagen como lo no mostrado”.

“Creo que los tres ensayos están atravesados por una suerte de relación de amor y odio con la imagen, están unidos por ese afán de desarmar a esa imagen que está legitimada para encontrar otras”, sostiene el director de El árbol de Alejandría.

—¿Cuánto influyó el contexto –la virtualidad, las pantallas de los dispositivos y el encierro– en los tres ensayos?
El contexto fue fundamental en muchos sentidos. En parte, un poco como nos pasó a todas y a todos ¿no?, esto de tener que reformular un montón de actividades y entre ellas, la docencia. En principio, mirábamos a la virtualidad con un poco de resistencia porque era una herramienta que si bien no era nueva, para quienes no la habíamos utilizado, era un cambio. No comencé trabajando de manera sincrónica sino que grababa las charlas, escribía apuntes y los compartía. Esto hizo que generara mucho material de manera permanente. Después empecé a ver que en cada curso retomaba, profundizaba o desviaba algunas ideas del anterior. Entonces, se fue constituyendo un cuerpo de textos del que, después de dos años, surgieron tres libros. Este es el primero.

Los tres ensayos están unidos por ese afán de desarmar a esa imagen que está legitimada para encontrar otras”

—Los cursos eran permeables a la pandemia...
—Si bien no se planteaba como tal, la incertidumbre de esos momentos, la pérdida de ciertos horizontes llevó a que los cursos estén un poco focalizados en el cine y su futuro con preguntas como "¿para qué el cine?" o "¿para qué las imágenes?"; todo eso fue dando vueltas y es ahí donde aparece de alguna forma Godard. Es una figura que quiero sacarme encima pero me resulta imposible (risas). En ese contexto de incertidumbre es que tomamos a Godard para pensar hacia adelante la imagen y el cine, y no para rever su obra.

—¿Por qué elegiste el ensayo para cruzar cine y filosofía?
—No es una forma literaria que haya elegido sino que un poco la fui encontrando, tanto en la realización de videos como en la escritura. Fue un poco a tientas y otro poco cansado de las teorías cinematográficas que había estudiado y que encorsetan bastante. Intenté ir a la filosofía para pensar imágenes de un modo distinto y ese camino adquirió la forma del ensayo.

—En distintos momentos del libro avanzás sobre la performatividad de la imagen ¿De qué modo te posiciona eso como realizador?
—Esa es una idea clave que atraviesa la escritura y el hacer videos: pensar la imagen del lado de la experiencia, de lo que está sucediendo y no como la cristalización de un proceso previo o de algo ya pensado, sino la imagen siempre haciéndose. Esto tiene que ver mucho con las formas ensayísticas y audiovisuales. Me refiero a que la imagen sea en su mismo proceso de construcción. La imagen solo puede producir un movimiento en la aproximación, siempre insuficiente, siempre inacabado. Es lo que veo en Godard y otras autoras y autores, y también es la forma en la que trabajamos con (la realizadora) Carolina Rimini: convertir al proceso de pensamiento y de trabajo de la imagen en “la obra”. Creo que hay fundamentalmente un posicionamiento ético es esa imagen que no es capaz de dar cuentas o de determinar ideas, asumiendo sus propias limitaciones. Esto me parece también muy ligado al gesto poético y literario de jugar con los elementos del lenguaje para tocar ciertos límites tanto de la palabra como de la imagen.