«Medusas», además de ser el nombre de una canción del disco, representa su sonido”, sintetiza Diego Frenkel sobre su última placa. “No hubo investigación previa ni nada de eso, tampoco ningún tipo de simbología en la elección del título. Simplemente, me aparecieron las imágenes, como suele sucederme cuando escribo, y me dejé atravesar por la inspiración (...) Componer es viajar a través de un sueño con un margen de control”, afirma el músico.

El también cantante y escritor (A través de las canciones) habla con Rosario3 después del almuerzo, desde una habitación de paredes claras que cortan dos guitarras. Gira el teléfono, amplía el campo visual doméstico –ese lugar al que llama "un planeta vivo y fértil"– y sigue: “Después, investigando, me entero de que hay una medusita muy pequeña que tiene la característica de ser inmortal: cuando está por terminar, se convierte en pólipo y luego vuelve a ser medusa. Nunca desaparece”.

Durante la siguiente media hora de videollamada, el ex Clap y aún La Portuaria habla de su relación con las herramientas digitales, de la inspiración y los sueños, del humor –esa disposición anímica que le "permite desacreditar el peso de la existencia"–, de la música –como "un juego que lo reconecta con el lugar de niño"– y de su último disco, Medusas, placa que presentó en Rosario este jueves a las 21 en el Centro Cultural Güemes.

"La pandemia fue como una especie de sueño, un lugar por el que pasamos rápidamente y hoy estamos saludando"

La canción que da título al disco es la historia de un robot con tristeza en el fondo del mar que pide “aceite, amor y naturaleza”. En “El pozo”, un ser rumiante se pregunta una y otra vez “qué hubiera hecho sí...”, para, al final, decirle al dolor “que te vaya bien”. ¿Qué lugar le das al humor en tus letras?
El humor me permite desacreditar el peso de la existencia. Y, últimamente, funciona (risas). Tiene la capacidad de confrontar con el mal, de diluir su pulsión tanática. Creo que el humor tiene inteligencia. No me refiero a la erudición sino a la capacidad de ver la diversidad en la realidad. Y “El pozo” es esa mente cartesiana que todo el tiempo se pregunta ¿qué hubiera sido si...” que contrasta un poco con esos coros femeninos, esas voces de sirenas que representan lo que fluye.

Es un disco que se mueve entre el electropop, el hip hop y el trap, y en el que optaste por el (a veces) cuestionado autotune. ¿Había una idea previa?
—En “Medusas” (canción) está claro que el personaje robótico tenía que tener esa voz y en “Quién sos” me encantó como quedó porque aplica una especie de frialdad. En definitiva, los efectos de cualquier instrumento o la voz son nada más que eso y dependen de la dirección de quien los usa. Trato de ser bastante libre y experimentar. Por otro lado, siempre me gustaron el rap y el hip hop, esto está demostrado en La Portuaria donde jugué mucho con el discurso vocal rítmico. Entonces, acá decidí retomar un poco eso, lo mismo que los grooves y los loops.

El humor me permite desacreditar el peso de la existencia. Tiene la capacidad de confrontar con el mal, de diluir su pulsión tanática"

—Compusiste el disco en piano. ¿Es un método/posibilidad a futuro?
Frenkeltronic (la placa anterior) fue un disco electrónico que me llevó dos años de trabajo y aprendizaje. Después de 40 o 45 años, no sé cuántos, estaba agotado de tocar la guitarra. Me lo hizo ver Sebastián Schachtel. Le dije «no sé qué me pasa con la guitarra» y me respondió: «Podés dejarla descansar. Llevás una vida componiendo ahí, no pasa nada». Además, mis amigos y compañeros pianistas son muy amorosos conmigo. Diego Vainer, que produjo los discos de La Portuaria 10.000 km y (el EP) Hasta despertar me decía que hay algo muy bello cuando los músicos abordamos un lenguaje, una plataforma o un instrumento nuevo porque vuelven a aparecer esa frescura y simplicidad de los comienzos.

—¿Tenías un piano en tu casa?
—Hace años que tengo un Fender Rhodes. Lo usó más Sebastián (Schachtel) que yo. Lo que hice fue armar acordes simples en el Ableton y cuando se los pasé a pianistas amigos, incluyendo Nico Raffetta, que grabó en Medusas, todos me dijeron que era algo que un pianista jamás haría. En eso hubo un desafío y un descubrimiento muy interesante para mí, fue como renovar mi vínculo con la música, con la composición; encontrar otros disparadores. Cuando estás en el camino, nunca sabés a dónde vas a llegar. Componer es parecido a lo que les ocurre a los onironautas: es viajar a través del sueño con un margen de control. Creo que es la mejor manera de poder pensar un proceso creativo.

—Qué te pasó en la pandemia, en ese tiempo de suspensión en el que lo íntimo y lo público fueron casi lo mismo
—«Antes del tiempo, era todo azul, leve de suspensión. Al no haber gente no había bien ni mal. No existía esperar». Me hiciste pensar en la letra de “Suspensión”, de Spinetta (Invisible). Una suspensión del tiempo, con todo el sufrimiento que acarreó y las complejidades. En mi caso, me permitió hacer un viaje hacia mi interior y hacia el interior de mi estudio. Me permitió revalorizar el hogar y lo afectivo que en este disco no es un lugar de encierro sino un planeta vivo y fértil.

—En las letras de “Cuando salga” y “En casa” revelás algo de ese registro íntimo, doméstico 
—Es un disco que valora la intimidad, pero no es intimista. La intimidad es el lugar donde más verdad yace para mí, es como como el fuego fatuo del amor y del hogar ¿viste? Es lo que sostiene. Ahí hay puertas y ventanas hacia lugares como, por ejemplo, el mar de las medusas que describe la canción o los que están en “El pozo”.

Componer es parecido a lo que les ocurre a los onironautas: es viajar a través del sueño con un margen de control"

—El capitalismo no cayó con la pandemia y volvimos a compartir el mate. ¿Qué mirada tenés de toda esta confusión?
La pandemia fue como una especie de sueño, un lugar por el que pasamos rápidamente y hoy estamos saludando. Hubo muchos futurólogos que predecían que el mundo, como lo conocíamos, se iba a terminar, que íbamos a cambiar nuestros lazos efectivos, que nunca más nos volveríamos a abrazar. Como ves, nada de eso pasó. Recuerdo que estábamos en una nota con (Fernando) Samalea y le preguntaron qué iba a pasar después, «qué huella iba a dejar pandemia» y él respondió que «nada, esto termina y en un rato nos vamos a olvidar absolutamente de todo». Y eso es lo que pasó.

—¿Cómo será la presentación de Medusas en Rosario?
—El show es un recorrido por Medusaspor mis discos y los que hice con La Portuaria. Es una mixtura: hay temas que toco con la guitarra y otros que intervengo con la loopera o la compu. Medusas tiene algunas bases bastante electrónicas, por lo tanto es bastante natural interactuar con la compu. Además, hace mucho que quiero ir a Rosario. Me encanta tocar ahí. ¿El Paraná sigue bajo?

—Sí, está bajo y desde la costa ves las chimeneas forzadas por la quema del humedal.
—¡Qué horror! Quizás, para poner una cuota de optimismo, creo que la naturaleza devuelve estos caprichos, tiene la fuerza de reordenar, la fuerza de lo acuático, que está presente en Medusas.

—¿Qué tema ajeno te hubiera gustado componer?
—Un montón. Me hubiera gustado componer algún tema de jazz como, por ejemplo, “My Funny Valentine”. O “Insensatez”, esa bossa tan maravillosa de Tom Jobim (y comienza a cantar). Y muchos temas de John Lennon. Lo escucho y pienso que me hubiera gustado ser él. No sé, desde “Dear Prudence”, que lo grabé, a “Jelous guy” o “Norwegian wood”.

—¿Viste el documental Get Back? Te muestra a Lennon y McCartney distendidos en un estudio mientras tiran una letra o una melodía que después fue, no sé, de las canciones más bellas de la historia
—Es que la música surge así, como un juego. No es un experimento científico y después aparece una melodía. La música surge cuando podemos reconectar con ese lugar de niño y nos entregamos a eso. Ahí es donde aparecen las ideas. Me quedé pensando... También me hubiera gustado componer “Merry Christmas, Mr Lawrence”, de Ryūichi Sakamoto o “Imágenes paganas” (Virus), que la hago todo el tiempo. De algún modo, cuando las toco, las puedo hacer mías.

Ficha técnica
María Eva Alvistur: bajo en “Cuando salga” y “En casa”.
Elizabeth Ridofi: viola en “Cuando salga”, “El cielo de la vida”, “Medusas”, “Preludio Medusas” y “Medusas epílogo”.
María Cecilia Gracia: violín en “Medusas”, “Preludio Medusas” y “Medusas epílogo”.
Lucas Argomelo: cello en “Medusas, “Preludio Medusas” y “Medusas epílogo”.
Diego Vainer: piano en “En casa” y “Algunos días”.
Nico Raffetta: Piano Wutlitzer en “El cielo de la vida”.
Sebastián Schachtel: piano Fender Rodhes y Minilog en “El pozo” y Prophet 600 en “Medusas”.
Yamile Burich: saxo tenor en “Algunos días”
Miguel Ángel Tallarita: trompeta en “El pozo” y “El cielo de la vida”
Arte de portada: Pablo Bordenabe
Foto original: Robert Bonomo
Diseño gráfico: Violeta Frenkel