Katsusaburo Miyamoto fue “un científico de otra época, un alquimista”, un sabio japonés que vivió en Rosario y que, además introducir el arte del bonsái en el país y de crear una hormona que salvó al pino histórico de San Lorenzo, embalsamó a su esposa Teresa Colombo con una fórmula que nunca reveló. Se quedó con ese cuerpo eterno en la casa de Riobamba y San Martín hasta que regresó a su Ibaraki natal, desde donde reclamó a la momia rosarina, su momia, hasta la muerte en 1976, a los 84 años.

Tras retirarse como veterinario en el frigorífico Swift y antes de volver a su país, Miyamoto dejó en la ciudad una valija marrón con algunos tesoros: textos, fotos y objetos que medio siglo después cayeron en manos del periodista y escritor Horacio Vargas. Y entonces nada faltó para que toda esa historia extraordinaria se condensara por fin en un libro. En la biografía novelada “Mi obra maestra”, que ya está lista y se presentará en septiembre.

“Toda buena historia debe ser narrada. Cuando me enteré de la vida bizarra y excepcional del doctor Miyamoto no dudé en pensar el libro como una biografía novelada. Tuve que recurrir al archivo, sobre todo a los diarios y revistas de principios de la década del sesenta, cuando las agencias internacionales despachaban los cables con el título de «loco japonés embalsamó a su mujer en una ciudad argentina» en 1959”, explica el autor a Rosario3.

“El procedimiento –sigue Vargas– que utilizó Miyamoto sobre el cuerpo de su amada Teresa Colombo jamás lo reveló. Él se negaba a que lo llamaran «taxidermista» pero tampoco se hacía llamar «sabio». Lo concreto es que con su fórmula no hubo necesidad de extraer las vísceras del cuerpo «eterno». Eso fue sorprendente para la ciencia. Hasta el propio médico forense que visitó su casa, cuando un comisario amenazó con mandarlo a la cárcel por no enterrar «cristianamente» a su esposa, le dijo al oficial que había que dejarlo trabajar tranquilo a Miyamoto. Y así Miyamoto vivió muchos años con Teresa, la momia argentina, en Riobamba 1038”.

Extracto de "Mi obra maestra".

Aunque fundamental, el libro excede a esa particularidad y desarrolla otras capas sobresalientes y desconocidas del personaje. El archivo personal de Miyamoto fue clave para eso. “Antes de volver a Japón en 1968 dejó una valija marrón a la familia Oliva, que lo cuidó durante un tiempo en Rosario. Y esa valija llena de documentos, fotos, medallas, escritos en japonés y en español, terminó por configurar el relato final. Y todo ese material –más una sorpresa que develaré el día de la presentación- será donado al Museo de la Ciudad”, adelanta Vargas.

A propósito, ese lanzamiento de “Mi obra maestra” está pensado para septiembre, con el deseo de poder forjar un encuentro personal, un cara a cara con los lectores, como si el lejano alquimista pudiese embalsamar la pandemia y abrir una ventana de normalidad.

–El libro incluye una “selección de textos escritos en español por Miyamoto", ¿sobre qué escribía?

–Apelé a dos indispensables “curadores”: Alejandro J. Vila, integrante de la Academia Nacional de Ciencias, y Silvina Pessino, investigadora principal del Conicet. Ellos dos se encargaron de seleccionar los textos. Como dice Vila, “este hombre de formación tan ecléctica fue un empirista neto, casi un científico de otra época, un alquimista”.

–Entiendo que aún se desconoce la técnica que Miyamoto utilizó en el cuerpo de su mujer, ¿cómo se explica eso?

–Sólo dos personas conocen la fórmula. Se las reveló el propio Miyamoto: un periodista de la revista brasilera 0 Cruzeiro y su sobrino Suzuki, de 90 años, quien hoy vive en Tokio. Además de Teresa, quien fue la que lo convenció de que la embalsamara para la posteridad. Pero hay que dimensionar la humanidad de Miyamoto cuando se negó a venderle la fórmula ¡en dos millones de dólares, en 1970, a la Fundación Rockefeller! Prefirió seguir viviendo humildemente sus últimos años en su casa natal de Ibaraki, Japón, rodeado de sus bonsái, y lamentando que nunca le hayan devuelto su obra maestra que, más allá de los estudiantes de Medicina de ayer y de hoy, pocos lo saben, “descansa” desnuda en una vitrina del Museo de Anatomía de la Facultad de Medicina de Rosario.

Sobre el libro y el autor

 

Vargas rodea a Miyamoto y construye con las herramientas de la no ficción la historia de la historia, con los primeros migrantes japoneses a estas tierras y con los distintos y riquísimos recursos que ofrece el personaje. La segunda parte, o el final, son los textos y fotos del archivo recuperado del sabio oriental. En "Miyamoto, el curioso", Vila busca "el valor científico" de esos relatos y encuentra más bien un valor humano. 

"En el texto “Ley de causa en efecto”, Miyamoto defiende apasionadamente el valor de la investigación científica guiada por la curiosidad, mostrando entre desdén y temor por sus aplicaciones tecnológicas. Si bien Miyamoto no fue formalmente un científico, se percibía como tal, y no cabe duda que la curiosidad fue el motor de su vida", resume.

“Con las mejores armas del cronista y la sensibilidad del narrador, Vargas desovilla una historia que nos atrapa desde la primera línea”, escribió sobre la obra Sebastián Riestra, editor del suplemento cultural del diario La Capital. “Hay libros que, al terminarlos, el lector comprende que debían ser escritos. Éste es uno de ellos”, apuntó Rafael Bielsa.

Horacio Vargas nació en Rosario en 1960. Es periodista, escritor y productor discográfico. Es prosecretario de redacción del diario Página/12 y co-fundador de Rosario/12.

Tiene publicados siete libros: Gente con swing Vol II (UNR Editora y Homo Sapiens Ediciones, 2020), Gente con swing Vol I (Homo Sapiens Ediciones, 2018), Desde el Rosario (Homo Sapiens Ediciones, 2018), El Negro Fontanarrosa (Homo Sapiens Ediciones, 2014), Crónicas de Rosario (UNR Editora y Homo Sapiens Ediciones, 2009), Reutemann, el conductor (Homo Sapiens Ediciones, 1997) y Fito Páez, la vida después de la vida (Homo Sapiens Ediciones, 1994).

En 2019 fundó la revista cultural Barullo. BlueArt Records, su otro emprendimiento, cumple 20 años en 2021.