Mario Alberto Kempes dejó su sello este viernes en una recorrida por A Diario, el programa que conduce Alberto Lotuf en Radio 2, y al mediodía en De 12 a 14 (El Tres). Con su tradicional tono cordobés, que no ha perdido a pesar de que dejó de muy chico su Bell Ville natal, el Matador presentó el libro de su autobiografía y repasó los momentos más gloriosos y graciosos de su impresionante carrera de futbolista profesional.

Kempes con el Turco Lotuf en A Diario.

En diálogo con el periodista Miguel Ángel Tessandori, el Matador rememoró sus primeros años en Rosario: “En ese entonces no había muchos periodistas, había muy pocos, y además los futbolistas no éramos grandes amigos de los periodistas como son ahora”, dijo.

A propósito de su apodo, contó: “Cuando yo llego a España me pregunta «¿usted cuántos toros mató»? Porque allá el Matador es el torero, no hay otro”.

Y recordó que “el apodo de Matador me lo puso José María Muñoz; cuando el Gordo te ponía un sobrenombre te quedaba para siempre”.

“Cuando Luciano Wernicke me propuso hacer el libro no estaba muy convencido, pero él me dijo que la historia le iba a interesar a la gente”, comentó sobre la obra que ya está en todas las librerías y que Kempes presentó en Rosario.

Volviendo a sus inicios, confió que “Bell Ville fue todo para mí, es mi familia y fueron mis primeros años hasta que me fui a Instituto”.

Después aseguró que su primer partido en Central, club al que llegó a los 19 años “fue un desastre, ni la toqué, por eso el cantito de la gente «y adónde está, que no se ve, ese famoso codobés»”.

“El Viejo Griguol nos volvía locos en la concentración, entraba para ver si estábamos fumando, nos tomaba la Coca Cola para asegurarse de que no era vino”, recordó con una sonrisa.

En el Canalla, Kempes estuvo sólo 2 años y medio e hizo más de 90 goles, convirtiéndose en el artillero histórico de la institución de Arroyito. Luego bromeó: “Yo pasé al Valencia por 600 mil dólares, que ahora es una propina”.

“Antes se jugaba más por la camiseta que por lo que podías cobrar. No había representantes, venía mi viejo, se juntaba con el presidente Rodenas, le preguntaba cuánto quería ganar y firmaban todo ahí nomás”, describió.

Y cerró con un comentario sobrte su gran logro en el Mundial de Argentina 78: “El año que viene se van a cumplir 40 años del mundia del 78 y ya no podemos seguir discutiendo sobre aquella Copa del Mundo y los militares; lo que yo digo es que cada vez que alguien se pone una camiseta argentina, una de las dos estrellas que tiene en el escudo es nuestra”, finalizó.