¿Qué hacías hace diez años? 

“Estaba camino al trabajo”. “En la clase de matemáticas”. “Atendía el almacén”. “Manejaba hacia una reunión”. “Discutía con mi novio”. “Dormía”. “Corría por el bajo”. “No estaba en Rosario, pero recuerdo que llamé a mi hermana desesperada porque empecé a ver los videos por Twitter y no entendía qué pasaba”. “Estaba en una clase de yoga”. “Cambiaba a mi nene de cuatro para ir al jardín, hoy es un adolescente”. “Tomaba mates con mi esposo, se había jubilado dos meses atrás”. “Entraba a rendir mi última materia”. “No me acuerdo que estaba haciendo, pero sí que hacía frío. Mucho más que ahora”. “Me armaba el bolso para todo el día, los martes no paraba ni un segundo”. “Esperaba en la cola de un Rapipago”. “Estaba en una galería del centro”. “Iba para Villa Constitución”.

La historia de la ciudad de Rosario quedó atravesada por la tragedia de calle Salta 2141. 38 minutos habían pasado de las 9 de la mañana aquel martes 6 de agosto cuando el estallido se adueñó de cada una de las actividades que hacían los rosarinos ese día. Y, aunque quizás no estaban en la ciudad, poco tiempo bastó para saber que algo grave había ocurrido en la zona de Oroño y Salta. 

El ruido de una explosión sin precedentes, las sirenas, el humo y la incertidumbre fueron la puesta en escena de aquel martes 6 de agosto de 2013. 

Y sí, efectivamente algo había ocurrido. 

Un día que parecía habitual se vio interrumpido por una fuga de gas natural a media presión que dejó 22 fallecidos, 62 heridos y decenas de historias marcadas por uno de los siniestros más trágicos que azotó a la ciudad. 

Sensaciones y recuerdos que, inevitablemente, reaparecen a lo largo de estos10 años que pasaron. Lo cierto es que al transitar esa cuadra, la memoria y la conciencia colectiva de la ciudad se resignifican una y otra vez. 

De alguna u otra manera, con más o menos detalles, quienes fueron contemporáneos a la tragedia de calle Salta recuerdan ese día y eso se refleja en las emociones al pasar por ese espacio urbano. Las huellas de una herida abierta, un recuerdo terrenal.

Salta 2141 remueve y moviliza. Pero ¿qué sucede con quienes no lo vivieron? ¿Cómo se traslada el sentido y la connotación de un hecho de esta índole con el paso del tiempo a aquellos que no fueron contemporáneos a la tragedia?

¿Por qué es tan importante un memorial? Para explicarlo, fue consultada por Rosario3 Alejandra Buzaglo, doctora en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y especialista en espacios de memoria en relación al pasado reciente. 

“Los lugares que transitamos tienen la capacidad de activar procesos memoriales en la medida en que hayamos tenido alguna experiencia previa con lo que allí aconteció”, señaló. Y agregó: “En el caso de la calle Salta, se trata de un episodio trágico tan próximo temporalmente en nuestra existencia que continúa muy presente cuando recorremos esa cuadra de Rosario”. 

Pero ¿qué sucederá con el paso del tiempo? ¿De qué modo se mantiene viva la memoria en quienes no han tenido vínculo directo con lo acontecido? Para eso, el desafío proyectual en las ciudades “es poder generar ágoras cotidianas, que posibiliten recordar, activar e interpelar”, cosideró la profesional.

“Los monumentos fueron los dispositivos privilegiados para la memoria pero, ¿son eficaces? ¿Qué pasa cuando delegamos la memoria en un objeto? Por un lado, se corre el riesgo de cristalizar la memoria en un relato único y por otro lado, alguien dijo que «no hay nada más invisible que un monumento»”, destacó.

“Es como si construyendo el monumento se facilitara el olvido- continuó-. La noción provocadora de antimonumento se inscribe en la necesidad de dar protagonismo a quienes realizan sus procesos memoriales. Los modos de la interpelación se vinculan a propiciar lugares de encuentro que faciliten transmitir lo acontecido y trabajar con los sentidos: el oído, el olfato, el tacto, sin privilegiar sólo la vista que nos pone en lugar de espectador o espectadora. Ser actores, actrices para activar memorias para mantenerlas vivas”, explicó. 

Y es por eso, que desde la configuración de este tipo de espacio de encuentros en el espacio público, podremos continuar con los trabajos de la memoria y resignificación

“Cuando ocurrió la explosión, yo estaba en mi clase de yoga. La vibración nos atravesó el cuerpo a quienes estábamos en una asana.Y la memoria se trata de eso, de que te atraviese el cuerpo... no solo ver”, dijo.

Todo lo que uno fue hasta ese día, se terminó”, aseveró Marcela Nissoria, viuda de Hugo Montefusco, en 22 Libros abiertos, el documental de Unicanal sobre Salta 2141. 

Sí. Todo lo que fue Rosario hasta el 6 de agosto a las 9.38, se terminó. Desde hace 10 años, el horror de aquella explosión gestó una sensibilidad colectiva que marcó un antes y un después en la historia de la ciudad.