"Tengo un nuevo divertimento profesional", me dice con su voz profunda Ángel Sciara, ex ministro de Economía de Santa Fe durante las gestiones de Hermes Binner y Antonio Bonfatti.

El paso de Sciara por la Casa Gris coronó una prolífica y destacada carrera profesional que lo llevó por organismos multilaterales, claustros académicos y puestos claves de las administraciones públicas.

Personaje clave de la discusión económica regional de las últimas décadas, ahora está alejado de la política diaria, pero es el referente que formó a muchos de los cuadros técnicos que hoy tienen lugares destacados en la conducción de la economía provincial y local. Imposible, entonces, que no despierte interés saber de qué se trata su nuevo “divertimento profesional”.

Según cuenta, empezó a escribir textos cortos buscando desafiar creencias (propias y no propias) vinculadas a la ciencia económica. Y a quien coloca en el papel de ejercer el rol de “cuestionador” de muchos aspectos del debate público sobre temas económico es a un personaje ficticio que creó para los relatos y al que bautizó como “Walter Egho”.

Fue así que Sciara me envió varias de sus charlas con Walte Egho, por ejemplo una muy interesante sobre el “socio oculto” que su interlocutor descubrió que tienen las provincias en el reparto de la coparticipación de impuestos.

Pero el que vamos a dejar publicado ahora me interesó porque calza justo con el espíritu de esa columna que refleja temas que se discuten en los mercados -tanto financieros como agropecuarios- y que se titula: “¿Economía aritmética?”. Ya acá va:

“Mi amigo Walter Egho me preguntó si existía la economía aritmética. No me refiero a la economía matemática, me dijo, la de los modelos complejos y usos de análisis matemático sofisticados, sino a la simple aritmética de sumar, restar, dividir y multiplicar, la que viene de tiempos inmemoriales. Por qué, le pregunté. 

He aquí su argumento: Es frecuente encontrar aseveraciones económicas resultantes de cálculos aritméticos; sin dudas, acotó, es más fácil la aritmética que encontrar argumentos teóricos. Así, por ejemplo, se dice qué si hoy se miden las reservas de divisas y los pasivos monetarios, el precio del dólar debiera estar alrededor de los 625 pesos. Es el resultado de una simple división de lo segundo por lo primero.

Pero si, como sostienen algunos consultores, las reservas del Banco Central son cero o negativas, entonces, por la misma “economía aritmética”, el dólar tendría un precio infinito o negativo. Un absurdo, ¿no? Tuve que reconocerle que tiene razón y que la economía aritmética no existe”.