Con 1.500 muestras de agua de todo el país analizadas en laboratorio, el “Mapa de Arsénico en Argentina” refleja con puntos en rojo las localidades con niveles altos de ese tóxico natural. El proyecto fue relanzado este año y detectó zonas de peligro para consumo humano en el oeste y el suroeste de Santa Fe.
La cantidad recomendada de arsénico es hasta 10 partes por mil millones (ppb, siglas en inglés), representada en color verde. Existe una tolerancia o nivel de precaución entre 10 y 50 (amarillo). Por encima de esa cifra, la indicación es “no consumir para ingesta directa y cocción de alimentos” y “reemplazar por otra fuente de agua segura”.
El mapa tiene su origen en 2011 y este año se actualizó. Surgieron nuevos registros en la bota que superan el límite permitido, por ejemplo en Venado Tuerto (con muestras de agua que dieron más de 100 ppb como resultado) y en Bigand.
Además, un indicador de Armstrong de 2025 dio 48 ppb y otro de Chabas, 47. Ambos se ubican al filo de los 50 ppb fijado por una ley provincial que es muy laxa. Ese umbral es cinco veces el nivel máximo sugerido por la Organización Mundial de la Salud (OMS): de hasta 10 ppb o microgramos por litro.
En el mapa federal, hay otros puntos dentro de Santa Fe que aparecen en rojo pero corresponden a años anteriores, por ejemplo en Arequito, Zenón Pereyra o Angélica.
Jorge Stripeikis es el director del proyecto que sostienen desde el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). La idea del mapa es “relevar de forma directa la calidad del agua en distintas partes del país”, resume en diálogo con Rosario3.
La herramienta de monitoreo es colectiva: se nutre de las personas u organizaciones que envían sus muestras al laboratorio de esa institución privada y completan un formulario con información (ver más desde acá). En el ITBA lo procesan con “un método científico y seguro”, define el doctor en Química de la UBA.
Después de eso, comparten el resultado con la persona interesada y la asesoran (si hiciera falta porque el agua no es apta para consumo). El tercer paso es volcar esa información en el mapa abierto al público.
Stripeikis recuerda que el proyecto comenzó en 2011 “pero no tuvo tanta repercusión como este año que lo relanzamos y se potenció por las redes sociales”. En los últimos ocho meses, analizaron 440 muestras y otras cien están en espera. Estiman que en apenas un año, con 550 registros, alcanzarán la mitad de los mil hechos en la década anterior.
El director aclara que no todos los informes se georreferencian porque en las ciudades, sobre todo en Buenos Aires, se repiten los registros con buena calidad del agua. Pero los puntos en amarillo y en rojo sí están representados.
Tanto en Rosario, como en las ciudades cuyas plantas potabilizadoras se nutren del río Paraná, no existen mayores problemas. Pero hacia el oeste y el suroeste, aparecen los registros en rojo. El agua de pozo llega a niveles muy altos de hasta 300 ppm y por eso muchos municipios y comunas invirtieron en planas de ósmosis inversa que atrapan el arsénico. Aunque ese esfuerzo no siempre llega a todos los habitantes.
“En lugares como Venado Tuerto tenemos registros históricos. No hay muchos cambios en las muestras de pozo, con niveles de 100 o 120 ppb, pero sí vemos algo preocupante en la red. Antes había más diferencia entre una y otra, ahora vemos que incluso en el suministro de agua centralizada y con planta de ósmosis inversa está en 20 y 30 ppb”, detalla Stripeikis. Eso es el doble o triple de lo sugerido por la OMS pero por debajo de los 50ppb de la norma provincial.
El arsénico es un elemento químico natural que se encuentra en las napas subterráneas. Hay dos tipos, el III y el V. Ambas son perjudiciales aunque en los acuíferos argentinos predomina la variante V, la menos tóxica, en una relación de nueve a uno, afirma el especialista como un atenuante del panorama local.
Una crisis sanitaria en segundo plano
El mapa expone algo que denunció a fines de 2024 un estudio de la Red Interuniversitaria en Ambiente y Salud de la Región Centro. El informe registró la presencia de arsénico en el agua de al menos doce provincias, algo que alcanza a una zona poblada por hasta 17 millones de argentinos.
El diagnóstico compartido por ambos estudios es que se trata de una crisis sanitaria subvalorada por varios factores, entre ellos que el impacto en la salud no es inmediato y el costo del tratamiento con ósmosis es alto, sobre todo para pequeñas localidades.
El arsénico está vinculado a enfermedades como cáncer, anomalías congénitas y Alzheimer. Sin embargo, no genera intoxicaciones agudas sino que se acumula tras 15 o 20 años de consumos. Desarrolla el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (Hacre).
“Entre 10 y 15, e incluso por debajo de 10, ya hay vinculación con enfermedades”, advirtió a Rosario3 Alejandro Oliva, científico de la UNR y coordinador de la Red Interuniversitaria.
Para el médico e investigador, es necesario que la población demande una “vigilancia ambiental y epidemiológica” y también una legislación concreta. “Las autoridades saben cuál es la situación y no han hecho nada”, aseguró en diciembre de 2024 y casi un año después afirma que no hubo cambios en esa definición. Se trata, sostiene, de un problema que ha quedado naturalizado, como en un segundo plano permanente.
“Donde no hay buena agua, hay pobres y pocos votos”
Aníbal Faccendini, titular de la Cátedra del Agua de la UNR e histórico militante del derecho a ese bien social elemental, ratifica que “el arsénico es un problema geológico que afecta a gran parte de Santa Fe, en zonas como el oeste y el sudoeste”.
“Las plantas de ósmosis inversa son costosas y lo que hace falta son inversiones desde el Estado nacional. La provincia, a través de distintos gobiernos, ha implementado una política de expandir los acueductos. Eso es lo correcto aunque muy lento. Hay una deuda de por lo menos 45 años en este tema”, analiza.
“La problemática –agrega– se acentúa a medida que nos alejamos del río Paraná, tanto Venado Tuerto y Murphy al sur, como en Rafaela al oeste o en Gato Colorado al norte, por ejemplo. No solo es el arsénico. Se mezcla con sales nocivas como nitratos y nitritos, o el sodio, que son perjudiciales”.
Faccendini hace un repaso por la región y detalla: San Lorenzo tuvo problemas con arsénico hasta que se inauguró el acueducto desde Granadero Baigorria en 2021. Hay zonas de Funes con agua que no es potable, lo mismo ocurre en Roldán, al oeste e Ibarlucea al norte. A Rufino llegó la planta de ósmosis inversa pero el suministro no es abundante ni alcanza a todos los domicilios. En Pueblo Esther, hay una canilla comunitaria o agua envasada que traen desde Rosario. En Murphy y en Venado Tuerto no solo hay arsénico, existe sodio de más de 200 miligramos. En Rafaela y el oeste, también, con más de 100 de arsénico.
“No se ha solucionado este problema y el Estado nacional asume actitudes espasmódicas. Al mismo tiempo, no se constata un vigoroso planteo ciudadano”, contrapone. Eso podría explicarse, evalúa, a que es ajeno a las zonas centrales de Rosario, Santa Fe o Reconquista, y el daño silencioso se concentra en las periferias o pueblos chicos.
“A veces para no ir a buscar el agua potable a determinada distancia, si alguien quieren hacer una sopa, usa el agua con arsénico. Lo mismo para bañarse y es una pregunta abierta si el arsénico no entra por los poros cuando te bañas todos los días. Algo similar pasó con el asbesto, que se usó mucho hasta que se prohibió porque contamina incluso por inhalación”, compara.
“Con mayor activismo seguro habría respuestas más rápidas pero donde no hay buena agua, hay pobres y hay pocos votos. Es horrible lo que digo y hay que luchar contra eso”, asegura. “La tendencia –completa– es que existe una discriminación social, un criterio clasista en el acceso al agua históricamente, desde que solo algunos tenían aljibe, hasta ahora. No es solo acá: en América Latina y el Caribe existen 170 millones de personas sin acceso al agua segura”.
“En Santa Fe no es un tema preocupante”
Cristian Latino, gerente en Aguas Santafesinas (Assa), señala que el arsénico está presente en la mayor parte del país y en Santa Fe tiene distintas realidades de acuerdo a la zona. “Hay dos acuíferos importantes: el Pampeano y el Puelche. Del río Paraná al oeste, en una franja de unos 50 kilómetros, está el Puelche, que es un acuífero bajo en arsénico”, explica.
Assa abastece de agua potable a 15 ciudades, entre ellas las más pobladas. Además, hay otras 50 localidades intermedias, como Avellaneda, Vera, Calchaquí o Santo Tomé, que fueron conectadas a los seis acueductos que están en expansión.
Más del 80 por ciento de la población está cubierta por esa red, estima Latino, pero existen unos 300 pueblos o ciudades chicas que están al margen de la cobertura segura. La mayoría están hacia el oeste.
En ese sentido, desde el Ente Regulador de Servicios Sanitarios (Enress) detallaron a Rosario3 que hay 47 localidades identificadas con arsénico por encima del límite permitido (clasificadas como “nivel 6). Deben resolver su situación con plantas de ósmosis inversa o garantizar el acceso al agua potable mediante bidones o canillas públicas. Ese organismo provincial controla ese proceso (ver más aparte).
Existe, además, una mixtura de servicios. Funes es un ejemplo de eso. La red oficial llega hasta el centro de la ciudad pero no abastece a todos los márgenes ni a las zonas en donde hubo crecimiento urbano. Hay canillas públicas y las personas compran o llevan bidones de agua potable o mineral.
La semana pasada, Funes y la Provincia firmaron un convenio para la construcción del nuevo Centro de Distribución Oeste, una obra que llevará agua potable a 20 mil vecinos. La primera etapa prevé la realización de seis perforaciones y la instalación de, justamente, una planta de ósmosis inversa.
Para Latino, el arsénico en agua está bajo control: “No es algo preocupante ni que deba generar alarma en Santa Fe”. “La mayoría de las ciudades tienen acceso a agua potable vía Assa y las que no, tienen tratamientos propios con plantas de ósmosis inversa”, asegura. Puede haber conflictos puntuales pero son, según califica, “situaciones aisladas” y no extendidas en el territorio.
Hugo Marcucci, titular del Enress, agrega que los controles son permanentes y cuando se detectan anomalías, se notifica a los municipios o cooperativas para corregir las fallas, incluso con sanciones, con el objetivo de evitar impactos en la salud de las personas.
Contacto: ricardo.robins@rosario3.com