Este Día Internacional de los Derechos Humanos, en que además se conmemora el Día de la Restauración de la Democracia en Argentina y los 40 años de la lectura de la sentencia en el primer Juicio a las Juntas en el país, una treintena de querellantes en la causa “Enterramientos clandestinos” de la Justicia Federal de Córdoba se encuentran esperanzados. Una de todos ellos es la psicóloga y docente rosarina Soledad Nívoli, hija de Mario Alberto Nívoli, detenido-desaparecido en Córdoba capital a los 28 años, cuando ella era una bebé.

Ese grupo de querellantes se compone de algunos familiares de desaparecidos y de personas que sobrevivieron en el Centro Clandestino de Detenciones (CCD) “La Perla” -de detención, tortura y desapariciones más importante del interior- por parte del Comando del III Cuerpo del Ejército. Su esperanza radica en que el Equipo Argentino de Antropología Forense dio a conocer detalles públicamente hace unos días sobre el hallazgo de restos humanos desarticulados en una loma llamada El Torito en un rango de cuatro hectáreas, propiedad de una reserva militar cercana al CCD.

Luego de la recolección de una importante cantidad de huesos, empieza el trabajo de clasificación, identificación y cotejo con las muestras existentes. Son huesos mezclados y no esqueletos completos, ya que, como dijeron testigos, los cuerpos enterrados fueron luego removidos con excavadoras y trasladados.

En torno a esto, Soledad Nívoli explicó a Rosario3: “Tuvimos una reunión, los querellantes con los antropólogos y funcionarios del juzgado, donde nos informaron sobre cómo fue la búsqueda y cuál es su hipótesis, la que coincide con los testimonios de sobrevivientes que dieron allá por los años 80. La hipótesis es que había fosas comunes en esa zona donde los enterraron, y que, cuando en 1979 vino la Comisión Internacional de Derechos Humanos para hacer una inspección, removieron todos los cuerpos con palas excavadoras de donde estaban, los metieron en toneles con cal viva y se los llevaron a otro lugar. Y lo que encontraron en estos meses son vestigios de aquella primera fosa común: hay huellas de palas excavadoras y restos pequeños de cuerpos removidos: un diente, una falange, y así”.

Desde el primer hallazgo de huesos en septiembre pasado, los especialistas del EAAF fueron encontrando más cosas, y “ya calculan que son tantos, que entrarían en unas seis cajas", destacó. El análisis de lo hallado llevará unos seis meses, y estiman que el cotejo de laboratorio llevará hasta entrado el año que viene. En tanto que “finalizaron el trabajo de excavaciones de esta primera etapa de campaña porque comienza una época de lluvias que complica la intervención, para luego continuar el año que viene”.

Las cuatro hectáreas fueron removidas con una zaranda, y se espera que la próxima excavación sea más dificultosa, ya que es un terreno de piedras, lo que implicará mucho más trabajo. "Va a ser más difícil ese sector, pero la idea es continuar”, dijo.

Hace una semana, las familias querellantes ingresaron a los terrenos junto a los antropólogos, el titular del Juzgado Federal n.º 3 de Córdoba, Miguel Hugo Vaca Narvaja y el secretario de Derechos Humanos del Juzgado Federal, Miguel Ceballos; autoridades provinciales y municipales y de las universidades, y representantes del Ejército Argentino. Luego, hubo una presentación formal del informe del EAAF en conferencia de prensa.

El grupo de familiares de desaparecidos en la Perla difundió en varios medios una carta pública en la que compartían sus apreciaciones sobre los primeros hallazgos, y describían su incursión en el terreno: “En un paisaje serrano de los que tanto conocemos, un monte en medio de lomas con espinillos y molles, vimos la tierra removida ordenadamente, cientos de metros trabajados. Ahí han hallado huesos: lo que queda de nuestros padres, hermanos, hijos, esposos. Allí están muchos de los miles de desaparecidos secuestrados en Córdoba, en esa loma y en otras. No solo los escondieron: los cuerpos no están enteros, están revueltos en la tierra, desarticulados, profanados. 49 años después, por fin, pisamos el suelo en donde están. La tierra echa luz en tiempos de oscuridad y de odio. Cada palmo de tierra removida nos remueve el corazón. Ese predio, Loma del Torito, es para nosotros un camposanto”. La carta también recordó el pacto de silencio de los militares y señaló la falta de una política de búsqueda activa por parte del Gobierno.

Ahora el material recolectado entrará en un largo trabajo de laboratorio para su clasificación, identificación vía análisis genético y posterior cotejo con el material aportado por familiares de desaparecidos que están en el Banco Nacional de Datos Genéticos -desfinanciado por el actual Gobierno Nacional- y en el banco del EAAF.

 La fotografía del padre de Soledad Nívoli en el camposanto junto a La Perla, donde hace unos años asistió para un homenaje.


Reactivación de la causa por una especulación inmobiliaria, y quién fue Mario Nívoli

En noviembre de 2024 se conoció la intención del gobierno nacional de vender unos 300 terrenos nacionales a privados, entre los que estaba La Perla Chica. Pero rápidamente el juez federal N.º 1, Alejandro Sánchez Freytes frenó el intento. 

Esta posibilidad despertó en sobrevivientes y familiares la necesidad de tener un rol activo en la causa que investiga las desapariciones en ese centro de detenciones, por lo que reclamaron constituirse querellantes. 

 “Me enteré de esta movida por una amiga en común con algunas activistas, muy de casualidad, y resonó fuerte en mí la idea de querellar. Es para tener el derecho como víctimas de terrorismo de Estado a ser informados de cada novedad, y tendríamos un rol activo de proponer líneas de búsqueda y aportar datos a la causa”, explicó Soledad Nívoli en torno a su acercamiento.

El papá de Soledad, Mario Nívoli, nació en el pueblo de Ucacha entre las sierras cordobesas, y luego de pequeño vivió en Las Perdices. Se fue a vivir a Santa Fe, donde estudió Ingeniería Química, comenzó a militar en Montoneros y conoció a Graciela Gauchat. Allí se casaron y tuvieron a Mariano, su hijo mayor en 1975. Ese mismo año fueron atacados por el “Comando antiterrorista del Litoral” (la versión local de la Triple A) con una bomba en su vivienda. 

Después vivieron en Concordia, donde Mario participó en las huelgas de Salto Grande, y nuevamente fueron perseguidos. Entonces buscaron una nueva vida en Córdoba Capital, donde nació Soledad, en 1976. Cuando los chicos tenían dos años y cuatro meses respectivamente, ingresó una patota a su casa y secuestró a Mario mientras dormían, el 14 de febrero de 1977.